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ESPAÑA

«A ese tiparraco no lo quiere nadie»

Decenas de vecinos arremeten contra el conductor, quien no compareció en el juicio

ROBERTO RIVERA

Jueves, 31 de enero 2008, 01:13

Cúmulo de casualidades. Falta de precisión, acaso, en las coordenadas del GPS. Haro se despertó ayer convertida en epicentro de la actualidad nacional por un acontecimiento que sembró arroba y media de desolación entre Castañares y Durango. A medio camino queda su Juzgado de Primera Instancia, obligado a dictar sentencia y otorgar justicia en un caso que revuelve las vísceras de casi todo el país. Y la ciudad asume la responsabilidad de dar cobertura al acontecimiento mediático del año.

La ocasión lo merece y el consistorio se moviliza. Se retiran los vehículos aparcados ante el jardín y aparece en escena el vehículo barredora para dejar la zona, después de un par de baldeos, como la patena. Razonable respuesta: se han acreditado más de 30 medios pero el día de autos acaban presentándose en la sala medio centenar con el apoyo de otros 200 profesionales en el exterior, y los informativos de todas las cadenas conectan en directo con la Plaza de Castañares. Curiosamente, el conductor Tomás Delgado, que llegó a jactarse en televisión de que él era el perjudicado y a decir que la muerte del joven no tenía marcha atrás, pero que él tenía derecho a una indemnización, no compareció en el juicio.

Junto a ellos un centenar de vecinos de Durango habían llegado a Haro para arropar a sus paisanos, la familia Iriondo. Bien. Todo está bien. Pero el vecindario no se siente cómodo. «Gustaría ser noticia por otras muchas cosas; esto no hace gracia a nadie» afirman varios vecinos de Haro. El posicionamiento es unánime. «Parece mentira que alguien que ha matado a un crío tenga estómago para reclamar, una indemnización a sus padres», replica un grupo de acompañantes de la familia de Enaitz llegados desde Durango horas antes. Nadie cuestiona el argumento. Se respiran bocanadas de indignación.

Un espontáneo recordó que si «ese tiparraco» llega a aparecer por allí acaba «linchado» y animó a los padres a que vayan «a degüello por la vía penal contra él» y una vecina de Santo Domingo recordó que en su pueblo «no lo quiere nadie». Mientras los periodistas se apresuraban a enviar las crónicas y los agentes retiraban las vallas que circundaban el recinto judicial, los padres de Enaitz aún guardaban una sonrisa para la última foto, reconfortados por el recuerdo de su hijo.

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