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Puesto de dulces navideños y miel en La Alberca. A la derecha una de las turroneras entre los bloques del llamado 'duro' o 'de Alicante'. :: S. G. R.
SALAMANCA

El turrón que se come todo el año

La tradición turronera de La Alberca se remonta a la época de los árabes

SILVIA. G. ROJO

Domingo, 18 de diciembre 2011, 02:16

Si hay un pueblo en el que las tradiciones, del tipo que sean, se mantienen firmes, ese es La Alberca. La elaboración del turrón, no iba a ser menos.

La figura de las turroneras de La Alberca ha resistido al paso de los siglos y certifican las productoras locales que en este pueblo serrano de la provincia de Salamanca el origen de este dulce tan navideño se remonta a la época de los árabes. Juani Mancebo, es una de las turroneras en activo más mayores, y explica que «al parecer, en el pueblo casi todas las familias tenían colmenas para uso particular, y a raíz de esa miel, se empezó a hacer el turrón». Y es que entre los secretos del turrón albercano están que «se elabora como antiguamente» y su «predominante sabor a miel».

Las turroneras se ponen manos a la obra en distintas épocas del año, en función de las demandas y las ventas directas son su principal mercado y todos los días ofrecen sus productos en tiendas o tenderetes ubicados en las inmediaciones de la Plaza Mayor.

Eligen las semanas más lluviosas para fabricar el producto y así no dejar de salir a vender. La elaboración comienza calentando en un caldero de cobre la miel; después vendrán el azúcar, la clara de huevo y la almendra. El modo de presentación más característico y el que mejor identifica a este producto es en bloques pero, como los tiempos cambian y también las necesidades de los usuarios, ahora se pueden ver además tabletas mucho más pequeñas.

Variantes

Un kilogramo de turrón tiene un precio de quince euros y a la receta más habitual algunos artesanos le han incorporado variantes y no es difícil encontrar turrón de nueces, chocolate o cacahuete, aunque según Juani, este último, «se hacía más antiguamente, ahora parece que tiene menos demanda». En estos momentos, no son más de cuatro las empresas familiares que se dedican al turrón. Casi siempre mujeres que han heredado de sus antepasados este oficio y que como Juani «aprendí con 13 años porque antes todos trabajábamos», y añade que «a nosotros nos viene la tradición por vía materna pero todos en la familia retrocedían varias generaciones para hablar del turrón». Esta turronera asegura que, en otros tiempos, hasta 30 familias vivían de este trabajo y que, en su caso, la continuidad está asegurada porque «probablemente una de mis hijas siga con el oficio».

Este turrón no tiene conservantes artificiales y dura un año en perfecto estado y sin necesidad de conservación específica. Llegando la Navidad no es extraño ver a las turroneras en lugares como la Plaza Mayor de Salamanca, aunque en el caso de Juani, ha delegado ya en sus hijas y lleva dos años si salir. Eso sí, en su pueblo natal no deja de vender prácticamente ni un solo día y dice que lo más bonito es el trato con tanta gente distinta que pasa por uno de los pueblos más turísticos de la región. «A lo mejor ahora esto ya no es tan llamativo, pero es muy gratificante hablar con tanta gente, y te puedes imaginar que cuando era pequeña te llevaban a vender a ciudades como Palencia, aquello era un mundo», relata.

Comenta asimismo que «es muy raro que el que prueba este turrón no compre», y tira de una anécdota reciente para ilustrar sus palabras. «Sin ir más lejos, en el puente de diciembre, les invitaba a unos señores a que probaran el turrón y se quedaron alucinados de que todavía existan estos géneros que no tienen nada que ver con otros».

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