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VALLADOLID

El freno de la inmigración y la fuga de jóvenes lleva al padrón a cifras de 1978

La capital pierde 2.800 vecinos en un año y la sangría alcanza a 37 barrios

VÍCTOR M. VELA

Jueves, 4 de agosto 2011, 10:57

Ni con la sutura de los nuevos planes parciales ni con la tirita de la inmigración. La capital vallisoletana está condenada a la hemorragia demográfica y no parece que, de momento, la situación tenga cura. La ciudad ha perdido 2.804 vecinos durante el último año (que para que se haga una idea, es algo más de la población que tiene el Barrio España) y se queda con 315.297 habitantes, lo que lleva a Valladolid a unas cifras, según los registros oficiales, que no conocía desde el año 1978. Atrás queda la bonanza demográfica de mediados de los años 90, cuando se llegaron a rozar (quizá con datos algo hinchados) los 337.000 vecinos. Desde entonces, el padrón no ha hecho sino adelgazar. Y no parece que la situación actual vaya a mejorar estas cifras en el corto plazo. La capital parece condenada a sufrir la continua huida de vecinos. Cada vez somos menos.

¿Por qué? Pues primero porque nacen menos niños. La década de 1990 se ha caracterizado por ser la menos fecunda (no solo en Valladolid, sino en todo el país). Durante esos años la tasa de natalidad en la provincia alcanzó su niveles más bajos (la peor cifra, en 1998, con un índice de natalidad de 0,89 hijos por mujer). Y si nacen menos bebés, hay menos personas inscritas en el padrón. No hay más vueltas.

También está, cómo no, la crisis. La burbuja inmobiliaria ha hecho mucha pupa. La escalada de precios en la capital empujó a muchos vallisoletanos a buscar techo más barato en los municipios del alfoz, lo que explica la espectacular escalada de población en municipios como Arroyo, La Cistérniga o Zaratán. Y la mayor parte de esta huida está protagonizada por jóvenes (en los últimos cinco años, la capital ha perdido 15.638 vecinos de entre 20 y 34 años). O sea, que se marcha una buena parte de la población que garantizará el relevo generacional. En fin, menos niños, menos jóvenes. Por lo tanto, población más envejecida. Durante el último lustro, el grupo de población con más de 65 años ha crecido el 14,3%.

Claro, que no todo el mundo se ha labrado su futuro en el alfoz. En el año 2008, la ciudad vivió un espejismo de recuperación poblacional ocasionado por la progresiva ocupación de viviendas (muchas de protección oficial) en nuevos planes parciales. Villa del Prado, Los Santos Pilarica, Pinar de Jalón o el entorno del nuevo hospital Río Hortega consiguieron retener a un importante número de vecinos (en estos barrios residen más de ocho mil personas), pero no ha sido por mucho tiempo. La crisis del ladrillo ha afectado de lleno a la ciudad (hasta mayo, Urbanismo otorgó licencias para solo 36 nuevas viviendas) y se ha acentuado la fuga de jóvenes al alfoz. De ahí esa espectacular pérdida de 2.805 personas en un año.

Esta curva descendente de la natalidad ha tenido su contrapartida demográfica en el fenómeno migratorio. Según los últimos datos del padrón, a 1 de julio de este año, en la capital residen 20.384 personas nacidas en el extranjero (son más que si se suma a todos los vecinos de Pajarillos). La llegada de esta población foránea permitió compensar (y de qué manera) las pérdidas pucelanas y llevó a la ciudad a nuevos picos entre los años 2003 y 2005, cuando el porcentaje de inmigrantes creció de manera más espectacular. Ahora, el frenazo en la llegada de extranjeros (hay empadronados 64 menos que en 2010) tampoco ayuda a reflotar los maltrechos datos del registro municipal de población. En el último año, 37 de las 52 zonas estadísticas han perdido habitantes y zonas de habitual crecimiento (como Covaresa o Parque Alameda) se han estancado.

Revisión del padrón

Y una curiosidad. Si se fija bien, hay un salto gigantesco entre 1995 y 1996. ¿Perdió la ciudad 15.000 vecinos de una tacada, de un año para otro? Pues no. Seguramente no. Este gigantesco bache se explica porque precisamente ese año, en 1996, se redactó una nueva ley que modificaba la metodología con la que se llevaba a cabo el recuento para el padrón municipal, que permitía controlar mejor las dobles inscripciones o las bajas.

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