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Óscar F. Civieta
Viernes, 9 de mayo 2025, 19:39
Se identifica habitualmente con una festividad. Con ese día señalado en cada pueblo, en el que hombres y mujeres (mayores y cada vez más jóvenes) ... desempolvan sus mejores galas y deciden vestir a la antigua. Pero la indumentaria tradicional es mucho más. Es tradición, es folclore, es historia, cultura y color (mucho). Y eso se comprueba en cuanto accedes a la exposición A la buena gala, enmarcada en el V Festival Internacional de Indumentaria Tradicional (titulado Galanura en 2025), que dice adiós por todo lo alto este fin de semana en Zamora.
Desde el pasado 28 de abril (la muestra se puede visitar hasta el próximo domingo, 11 de mayo) se calcula que alrededor de 9.000 personas han pasado por el zamorano Teatro Ramos Carrión para disfrutar de esta exposición, que consigue trasladarte a tiempos pasados (pero no tanto) a través de la ropa, las joyas, los tocados, los sombreros o los pañuelos.
Porque la indumentaria tradicional es capaz de revelarnos, quizá como ninguna otra representación, la verdadera idiosincrasia de un pueblo. Su historia, su cultura, incluso el carácter de sus gentes o el clima de la zona.
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Lo tiene claro Francisco Iglesias, director del Festival, que, en conversación con El Norte de Castilla, asegura que «las prendas populares son una prácticamente infinita de información». «Nos hablan de un momento histórico y de un espacio geográfico. También de una tradición, de un paso de generaciones que van habitando el territorio y aportando algo al vestir».
En A la buena gala se muestran 40 conjuntos de indumentaria y joyería popular datados entre los siglos XVIII y XX. Están representadas las madrinas de la Virgen del Rosario de Palacios del Pan (Zamora), los aldeanos de Llanes (Asturias) con sus trajes porruanus, una rapaza con su niño, un hombre de la tierra del S. XIX en Requena (Valencia) o los cofrades de la festividad de Santa Águeda en Tiedra (Valladolid).
Y también hay presencia extranjera. En 2024 se expuso indumentaria tradicional de Rumanía y Portugal. En la edición actual, llega desde el Centro Cultural Mladost de Futog en Novi Sad (Serbia).
No eran trajes de uso cotidiano, destaca Iglesias, sino que están «creados y pensados para hacer destacar un momento de nuestras vidas. Quizá solo para un día del año o un día en toda la vida. Son trajes de gala, por eso, este año el Festival se llama Galanura».
Además de los trajes, hay otra exposición que forma parte de Galanura. Su nombre es Paisajes humanos (Human landscapes) y muestra sombreros, tocados, pañuelos, joyas y, sobre todo, personas. Las que portan estos accesorios y a cuyos rostros apuntó el objetivo del fotógrafo Pascual Marín Marina para construir este relato en imágenes, no solo de esos hombres y mujeres, sino de los lugares que ocupan, de sus tradiciones, costumbres y rituales.
Porque, como indica el propio autor en la explicación de la fotografía llamada Warmi (mujer en el idioma quechua), y que muestra a una mujer en Lima: «La forma en que visten les identifica, representa sus paisajes, sus ríos, sus montañas, su historia».
El director afirma que desde el primer momento tuvieron claro que había que dejar un espacio en el Festival para la fotografía etnográfica. «Detiene el tiempo en un instante y nos hace viajar a esos momentos en los que la indumentaria es protagonista», destaca.
Este fin de semana se clausura Galanura. El Festival Internacional de Indumentaria Tradicional cierra sus puertas con una muy completa agenda de actividades, como pasarelas con las prendas que se han expuesto, presentaciones audiovisuales o charlas de investigadoras, historiadores y conservadoras de indumentaria y joyería tradicional.
Pero también con una gran reunión, la que congregará el sábado (de 11 a 14 y de 17 a 21) y el domingo (de 11 a 14) en la plaza de Viriato a casi una treintena de maestros artesanos de toda España en el Foro de Artesanos para la Indumentaria Tradicional.
Este Festival pretende ir más allá de una mera exhibición. Iglesias asevera que siempre intentan que todo tenga una utilidad. «Hay unas posibilidades socioeconómicas tremendas con la indumentaria popular. Pueden ser vías de activación de territorios rurales, a través del turismo, de la artesanía... En muchos lugares ya se usa como punta de lanza o llamamiento, porque es muy vistoso. Te entra por los ojos», enfatiza.
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