Vivencias, historias y consejos de los 27 vecinos de Valladolid que cumplen cien años en 2025
Un libro recoge las vidas e imágenes de los mayores que suman un siglo como homenaje municipal por su aniversario
Corría el año 1925, durante la dictadura de Primo de Rivera, y Valladolid afrontaba un incipiente proceso de expansión urbanística e industrial bajo la batuta ... de Vicente Moliner Vaquero como alcalde (lo fue entre diciembre de 1924 y noviembre de 1926). Suya es aún hoy una pequeña calle (Vicente Moliner), que une las plazas del Ochavo y de Fuente Dorada, en recuerdo del regidor que trajo una relativa estabilidad después del convulso 1924, en el que llegó a haber cinco alcaldes en una capital que acababa de sufrir las graves inundaciones por el desbordamiento del Esgueva (el 31 de marzo). A él le tocó asumir los trabajos para recuperar las áreas industriales.
Aquella ciudad, que comenzaba a expandirse hacia el sur por el Paseo de Zorrilla, sumó algunas «mejoras en infraestructuras básicas, como el saneamiento o la pavimentos, y comenzaba a orientarse para su crecimiento industrial».
Por entonces ya se celebraban las fiestas de la patrona, la Virgen de San Lorenzo (recuperadas en el año 2000 después de un parón de 66 años en las que se festejó a San Mateo), en un año en el que la actual Academia de Caballería celebraba su primer aniversario y el Teatro Calderón concentraba la vida cultural. La social giraba en torno a los populares cafés tertulia, en los que los intelectuales de la época «discutían sobre literatura, política y arte».
En el mismo marco, en cuanto a lo deportivo, veían la luz distintos equipos que tres años después (1928) darían lugar al Real Valladolid. Uno destacaba entre ellos, como era el Club Deportivo Español de Valladolid, fundado en 1924 y que en aquel 25 ganó el campeonato regional de Valladolid. Y ese mismo año también surgió el Stadium Luises, otro conjunto que pasaría también a integrarse en el futuro Real Valladolid.
Fue en aquel año cuando nacieron los 27 centenarios que hoy viven en la capital y que han soplado o soplarán las cien velas a lo largo de 2025. El contexto histórico en el que vieron la luz tan hoy longevos vecinos de Vallladolid está recogido, junto a sus vivencias e historias, en un libreto editado por el Ayuntamiento, 'Protagonistas de 100 años de historia, 100 años de vida', con motivo del homenaje que se les ha rendido este jueves (2 de octubre) en la Casa Consistorial.
Estas son sus historias, recogidos en 'Protagonistas de 100 años de historia, 100 años de vida':
Encarnación Álvarez 20 de noviembre de 1925, Valladolid
«Que seamos felices»
Nació en la calle Prado de Valladolid, pero a los pocos meses se trasladó junto a su familia a Gijón y recuerda que cuando tenía 11 años estalló la Guerra Civil, «con los consabidos duros momentos que eso conllevó como bombardeos sobre la ciudad, el hambre o la posguerra». A los 21 años conoció al amor de su vida, Florencio Cabero, con el que tuvo dos hijos, el motor de su vida y a los que se dedicó en cuerpo y alma.
Encarnación siempre fue ama de casa y su gran afición fue la costura, afición que ahora ha cambiado por la música y la televisión. Esta mujer centenaria ha llevado siempre una vida muy tranquila, sana y llegar a los cien dentro de un mes le resulta «emocionante». La longeva vallisoletana siempre tuvo una vida muy ordenada y tranquila, nunca fumó ni bebió y no sabe si será cosa de genética porque recuerda que algún familiar suyo también llegó a esa edad. Nos da un consejo a todos, «que seamos felices».
Fidel Lorenzo Balbás 10 de agosto de 1925, Medina del Campo
Deporte, buena alimentación y serenidad durante toda una vida
Procedente de Torquemada (Palencia), desde muy joven Fidel Lorenzo entró a trabajar en el Banco Castellano, posteriormente Banco de Bilbao y actualmente BBVA, donde desarrolló toda su actividad laboral hasta su jubilación. Fidel vivió las épocas más oscuras de la historia de España «sin luchar en el frente pero sobreviviendo por la situación que le tocó vivir». Permanece soltero, hasta el día de hoy, y siempre ha cuidado de su familia y ha estado junto a sus padres y hermano hasta el último momento.
Fidel se ha cuidado mucho -tanto espiritual como físicamente- dando largos paseos y haciendo ejercicio. Una dieta sana y con moderación le han acompañado desde joven. Además, siempre ha tenido «muy buen ánimo» y ha elegido la vida que ha llevado, con su ferviente fe católica, sus viajes y aficiones, su respeto, educación, modales y su voluntad de servicio, Fidel ha logrado soplar tres velas.
Amelia Barriguete 19 de marzo de 1924, Madrid
La familia lo es todo
Cuando su marido montó un taller Amelia no se lo pensó y se trasladaron a Valladolid, «aquí crecieron nuestros hijos, que entonces tenían 5 y 7 años, esta ciudad me ha hecho muy feliz». Con unas pipas Amelia estaba tan a gusto en un jardín. «La familia lo es todo para mí, si me faltan ellos, me falta todo», dice esta centenaria que adora dar pequeños paseos y disfrutar de sencillos planes en el día a día. Su secreto para haber llegado a los cien años ha sido «ayudar a todo el que he podido y vivir con sinceridad que es lo más bonito».
Esta afortunada mujer asegura algo que pocos pueden decir: «Ya he cumplido todos mis sueños, tener a mi familia y ser feliz. No me queda ninguno pendiente». A los jóvenes les aconseja que hagan lo que crean conveniente, sin pasarse, y que sean buenos, «como he intentado serlo yo».
Ángel Blanco Mayo 30 de marzo 1925, Ferreruela de Tábara, Zamora
Genética, amor y buen humor
Desde los ocho años, Ángel cuidaba un rebaño de cincuenta cabras descalzo por los campos de Ferreruela, cazando conejos para alimentar a su familia en tiempos de hambre y miseria. Con apenas quince años, fabricó sus primeras albarcas con gomas y alambre, un símbolo de su ingenio y resiliencia. A los 33 años, se casó con María, el amor de su vida. Juntos tuvieron cuatro hijos: Puri, Ángeles, Miguel y el pequeño Ricardo, quien tristemente falleció a los dos días de nacer.
La vida de Ángel y María estuvo marcada por un amor profundo, pero también por el desafío de la enfermedad de Parkinson que afectó a María desde los cuarenta y seis años. Ángel la cuidó con devoción hasta su fallecimiento a los 76 años. Con un extenso curriculum hasta su jubilación siempre dejó una huella de dedicación y afecto en cada lugar donde estuvo.
Hoy, Ángel disfruta de las cosas simples: su siesta diaria, un vaso de Fanta naranja en las comidas familiares, y sus paseos matutinos por Ferreruela con su andador. En el pueblo, donde todos lo conocen como «Angelito», lo paran para charlar, y él se siente afortunado por el cariño que recibe.
Cuando le preguntan por el secreto de su longevidad, Ángel sonríe y responde con humor: «¿Será porque me lo merecía? ¡Qué sé yo!». Pero entre risas, apunta a su genética, su vida sin vicios y su amor por un buen plato de berzas con patatas.
Amelia Cartagena 6 de abril de 1925, Valladolid
Leer para estar conectada con la actualidad
Amelia ha sido vecina de la misma calle, Estación, toda su vida. El nombre le venía al pelo porque esta centenaria desciende de familia de ferroviarios. Una de sus dos hermanas falleció en la época más dura de la Covid y hoy recuerda cómo gracias a su buena caligrafía le contrataron en la posguerra para hacer las cartillas de racionamiento y despachar en la tienda y almacén de ultramarinos y coloniales Abril, que estaba en la calle Regalado por aquel entonces.
El largo matrimonio con su marido, 65 años en total, le dio a sus cuatro hijos de los que hoy presume. «Son economista, ingeniero, médico y enfermera». Amelia ha disfrutado de la cultura en todas sus vertientes música, el teatro y la lectura. Viajó mucho durante años dentro y fuera de España y se considera fiel lectora de El Norte de Castilla, desde los años 50 hasta hoy, «lo sigo leyendo, un poco más despacio que antes pero siempre lo hago para mantenerme al tanto de la vida de la ciudad». Su carácter «bondadoso y afable» le ha permitido disfrutar siempre de la vida y cuando le preguntan por el secreto de tanta longevidad, responde que «realmente lo desconozco, cada uno tendrá que buscar su propia receta y aplicarla.
Teresa de Jesús Castaño 15 de octubre de 1925, Valoria del Alcor, Palencia
En casa como en ningún sitio
Teresa de Jesús Castaño de Diego tiene dos hijos y un sobrino al que crió y al que quiere como uno más. Recuerda con cariño a su marido y asegura que está bien de salud. «Vivo en mi casa, donde yo quiero vivir, con una chica que va todos los días, mi hija va también».
Ha vivido en Barcelona, allí nacieron sus hijos, en Palma de Mallorca y vivió en Madrid, ha hecho mucho punto y una de sus aficiones es jugar a las cartas. «Momentos felices he tenido muchos, el que más cuando nacieron mis hijas y quizás el secreto de mi longevidad es que trabajé mucho durante la posguerra», admite.
Teresa subraya además que «la comida antes era muy sana y todo se hacía toda en el hogar, la mayoría de los alimentos eran de casa», por lo que también la alimentación puede ser una de las claves de su larga vida. A la centenaria abuela le gustaría cumplir un sueño que es «el hacer un viaje con mi familia» y como consejo a los jóvenes les dice que «no fumen les y que sean felices con personas buenas, que coman sano. Yo sigo comiendo mucha fruta todos los días».
Emilia Castro 18 de octubre de 1925, Grijota Palencia
«Antes no pensábamos en cumplir sueños»
Emilia fue la pequeña de cinco hermanos y vivió feliz en su pueblo, Grijota, hasta los 23 años que se casó con Mariano. Tuvo cinco hijos y reconoce que «si vives muchos años, te pasan muchas cosas». Ha sido una mujer muy trabajadora, con un marido jubilado muy joven por enfermedad, le tocó trabajar mucho. Hasta que pudo trabajó de ayudante de cocina en restaurantes. «Siempre me ha gustado mucho leer, leo cualquier cosa que cae en mis manos, pero sobre todo me gusta la historia. Cuidar mis plantas y tener mi terraza y mi patio bonito era mi hobby».
Asegura que ha vivido tanto porque siempre ha estado activa y ha disfrutado de todo, sobre todo de las pequeñas cosas. «Antes no pensábamos en cumplir sueños, la vida iba pasando y yo me conformaba con que mi familia estuviera bien».
Es muy creyente y le pide a la virgen de los Ángeles que nos de salud a todos. «Mi consejo para la gente joven es que luchen por todo lo que quieren y que se apoyen siempre en su familia».
Valentina Fernández 25 de julio de 1925, Olmedo
La Navidad «trae los momentos más bonitos»
Valentina Fernandez Hernaz, nació en Olmedo el 25 de julio de 1925. Se casó con Pedro Ortúñez, y tuvieron dos hijas. En 1962, se trasladan a vivir a Valladolid, por motivos laborales de su marido y ya nunca más se han cambiado de localidad. Su marido falleció cuando tenía 77 años y desde entonces, Valentina ha vivido sola todo este tiempo hasta que hace unos años, tras la pandemia, sus hijas se turnan para acompañarla en su domicilio. Ha tenido cinco hermanos (dos hombres y tres mujeres), de los cuales, solo vive una hermana, Isabel, que también vive en Valladolid, pero recientemente ha ingresado en residencia.
A Valentina le ha gustado mucho coser y tejer. Ha sido modista en sus tiempos jóvenes y ha confeccionado todos los trajes de sus hijas y hasta de los nietos. Tiene tres nietos (Pedro Manuel, Noelia y Alberto) y cinco biznietos (Carla, Nerea, Mara, Leo y Aimar). Los momentos más felices fueron cuando nacieron sus hijas, sus nietos y sus biznietos. «Y los momentos más bonitos han sido cuando en Navidades nos juntábamos todos en su casa y pasábamos casi dos meses viviendo todos juntos». No tiene consejos para su longevidad, tan solo ha hecho una vida normal, sin excesos
Gertrudis Gallego 7 de abril de 1925, Rueda
«Que los jóvenes no aguanten lo que no deben aguantar»
Nació el 7 de abril de 1925 en Rueda, un pueblo de Valladolid, donde se casó muy joven y tuvo a sus tres hijos. Siempre ha sido una persona muy positiva, adaptada a la época que le ha tocado vivir. «He sido una gran madre y una estupenda esposa, cuidé de mi padre en su enfermedad hasta el día de su muerte».
A los 44 años se fue a vivir a Valladolid por motivos de trabajo, y aquí disfrutó de su juventud. Siempre le ha gustado leer y ha sido una gran amiga de sus amigas Entre los momentos más felices que ha vivido , fueron aquellos en los que disfrutó de sus hijos cuando eran jóvenes y cuando se jubiló su padre.
«Siempre he soñado que me hubiera gustado conducir, pero nunca lo he logrado cumplir y el secreto de mi longevidad ha sido que siempre he cuidado mi alimentación, he sido una persona muy activa y he trabajado mucho. A los jóvenes les aconsejaría que se cuiden e intenten ser felices, y no aguanten lo que no deben aguantar».
Teófila García 9 de diciembre de 1925, Palencia
No te compares con los demás
Nacida en una familia humilde de diez hermanos, Teófila es la segunda y le tocó vivir la Guerra Civil y lo peor, la posguerra. Época difícil y de muchas carencias. «Me casé muy joven y con 22 años me quedé viuda con un bebé, me volví a casa y tuve otras tres hijas», recuerda. Trabajó en la fábrica de armas de Palencia y ha vivido además en Valencia, Pontevedra, Valladolid y a temporadas en Santa Pola, «donde he disfrutado de playa, tranquilidad, largos paseos y buenos amigos». En su vida ha visto grandes cambios en todos los aspectos, desde vivir sin luz eléctrica o tener que compartir WC con los vecinos, a inventos como la lavadora, el teléfono, hasta algunos extraordinarios, como el mundo digital.
Le gustaba mucho coser, la lectura y los crucigramas, especialmente las cruzadas y es una gran aficionada al fútbol. «Por supuesto, mi equipo del alma es el Real Madrid» y recuerda momentos felices, como cuando nacieron sus cuatro hijas o el día de sus bodas de oro. «El secreto de mi longevidad, llevar una vida sencilla, sana, no fumar y beber una copita de vino para comer, un carácter tranquilo y ser muy positiva». Reconoce que le hubiera gustado estudiar y viajar más. «Conocer París».
Aunque las cosas materiales son importantes no permitir que se conviertan en el centro de nuestra vida y dar mas importancia a la familia, los amigos y a nuestra vida espiritual. «Conformarse con lo que uno tiene y no compararse jamás con los demás».
José García 18 de marzo de 1925, Vega de Ruiponce, Valladolid
Vivir sin envidias
«He tenido cinco hijas y un hijo, mi primera niña murió siendo un bebé y después vinieron otras tres niñas y un niño. ¡Tengo once nietos y diez biznietos! Preciosos todos, no me acordaba de que eran tantos, pero me ha ayudado mi hija a contarlos», dice José García. Son una numerosa familia en la que José siempre intenta recordar otros momentos importantes de su vida «aunque me falla la memoria». Ha sido muy feliz pese a que ha tenido muchos contratiempos, «pero con la familia todo se consigue superar. Me ha gustado siempre hacer bricolaje y montar los belenes, que tengo el más bonito de Valladolid en mi casa.
Lo que más le gusta hacer ahora es jugar al dominó y a las cartas con sus hijos y algún nieto y «el secreto de mi longevidad, comer bien y andar mucho, que ahora me fallan las piernas. Creo que no me queda ningún sueño por cumplir después de 100 años, aunque me gustaría volver a caminar como caminaba en diciembre. A los jóvenes les aconsejaría que traten de vivir con lo que tienen, trabajar y no tener envidias».
Luisa García Sanz 19 de agosto de 1925, Campaspero
Amante de las charlas de sobremesa con la familia
Nací como mis cuatro hermanos en la casa parroquial de Campaspero y ha sido muy feliz en su infancia y juventud. «Me encantaba venir a Valladolid de compras con mi madre, ir al teatro con ella y preparar la Navidad para cuando venían mis hermanas ya casadas. Siempre me ha gustado la lectura en público. Y el teatro. Representé muchas obras de teatro».
Le ha gustado bordar y hacer labores y es fiel a una sana costumbre familiar, las largas sobremesas. Tiene cuatro hijos y ocho nietos, dos de ellos ya casados «y a pesar de mi edad, no soy bisabuela». Vive sola, aunque siempre con el respaldo de sus cuatro hijos y sus mejores viajes, ya de mayor, han sido el Santuario de Fátima, el Santuario de Lourdes, Roma y Jerusalén.
Asistir a obras de teatro ha sido una constante en su vida. Conserva la casa familiar en Campaspero y allí pasa todos los veranos con familia y amigos. «El día de Viernes Santo, lo reservo para juntar a toda la familia para comer, pasar el día y asistir a la Procesión General. A la celebración de Navidad, hasta este año 2025, puedo decir que no ha faltado ningún miembro de la familia, uno de los cuatro días señalados está reservado para todos nosotros, el próximo año, no sabemos».
Orosia Gimeno 30 de enero de 1925, Villanueva de los Infantes
Generosidad con letras mayúsculas
Cuando tenía cuatro años su familia se trasladó a vivir a Valladolid capital y desde entonces vive aquí. Fue al colegio de las Carmelitas del Museo, hasta los 11 años y trabajó como ayudante en un taller de modista desde muy joven y también en una fábrica de tejidos. Se casó y tuvo tres hijos.
En la actualidad es viuda y su familia ha aumentado con siete nietos y seis biznietos. Ha tenido una salud excelente hasta los 91 años, que tuvo que ingresar en una residencia de ancianos, donde se encuentra actualmente. Su rasgo más característico durante toda su vida ha sido la GENEROSIDAD con letras mayúsculas. Orosia ha ayudado de manera desinteresada a toda la familia, amigos, vecinos. Si alguien necesitaba algo acudía a Orosia, que siempre estaba dispuesta a ofrecer su tiempo, su trabajo, incluso su pequeña economía, para ayudar a quien lo necesitara.
«Hay muchos ejemplos, pero voy a destacar uno en concreto: durante años, todos los días, pasaba a la casa de una vecina, para ayudarla a bañar y a vestir a su hija inválida». Ahora es Orosia, la que necesita ayuda para seguir adelante, a sus 100 años.
Rosa Gómez 23 de junio de 1925
La virtud de no tener sueños pendientes
Nació y vivió en París hasta los 10 años, cuando su familia se mudó a Valladolid. «Recuerdo con mucho cariño mi infancia en Francia, especialmente el ir a la escuela, una etapa que disfruté mucho«. Siempre ha sido una mujer muy activa, le gustaba ir al gimnasio, practicar yoga y mantenerse en movimiento.
Ahora, que físicamente ya no puede hacer tantos esfuerzos, encuentra gran satisfacción en la meditación. «He tenido la suerte de disfrutar de una vida muy feliz, aunque si tuviera que destacar un momento especial sería el día de mi primera comunión». Recuerda con emoción los nervios de aquel día, estar rodeada de su familia y el vestido tan bonito que llevó. «Creo que el secreto de mi longevidad ha sido pensar siempre en positivo. Mi mayor sueño cumplido ha sido ser madre, y me siento afortunada de no tener sueños pendientes. A los jóvenes les diría que vivan siempre en positivo, porque esa actitud les ayudará a tener una buena vida y ser felices».
María Pilar Lozano 21 de diciembre de 1925, Vilamayor de Campos, Zamora
El amor de los suyos como secreto de longevidad
A María Pilar le gustaba mucho ir a la escuela, donde lo pasaba muy bien. «También ir a la trilla y a vendimiar los majuelos de mis padres. En la guerra me gustaba ir a saludar a los soldados que pasaban por la carretera y bailar en las fiestas de la Virgen del Socastro», recuerda. En las verbenas del pueblo, todos le sacaban a bailar y a los 16 años se vino a trabajar a Valladolid donde hizo amigas y encontró un novio que fue después su marido.
«Un marido buenísimo, el día que me casé, fue uno de los más felices de mi vida. Nos fuimos a vivir a Algeciras un año, y a la vuelta nació mi hija la mayor en Valladolid, cinco años más tarde nació mi segunda hija».
Hacía ganchillo y jerseys de punto para sus hijas y ha llegado a esta edad «por el amor de mi marido y de mis hijas, y ahora también por Griselda, una peruana que me cuida muy bien y tiene mucha paciencia». Ha comido lo que ha querido, de todo, no ha estado nunca a dieta, no ha tomado medicinas, ni ha ido al médico. No ha madrugado, ni ha hecho deporte, no ha tenido nunca estrés, ni prisas, ni enfados con nadie. «Tengo cuatro nietos, tres varones y una señorita. Son buenísimos, y vienen a verme a menudo. También tengo una biznieta que ahora tiene 12 años. El consejo que les doy es que sean buenas personas».
Paquita Márquez 4 de abril de 1925
Trabajar, mantenerse activo y vivir sin prisas
Paquita nació el 4 de abril de 1925 en Antequera, Málaga y nos cuenta un pequeño resumen de su vida. Cuando tenía 24 años me casé y me vine a Valladolid con mi marido y mi familia. Me traje a mis tres hermanas. Mi familia para mí es perfecta. Me han educado bien y por suerte me han dado todo lo que he necesitado. Tengo dos hijos y cuatro nietos que adoro con locura Mi mayor afición siempre ha sido la costura, me encantaba. A día de hoy también coso todo lo que puedo, pero me cuesta un poco. Por lo que en la actualidad de lo que más disfruto es de la compañía de mi familia cuando vienen a visitarme y me llevan de paseo. Los momentos más felices de mi vida fueron cuando nacieron mis hijos y el día en el que me casé con el amor de mi vida.
El secreto de mi longevidad, pienso que principalmente, ser buena persona y portarme bien con todo el mundo. Pero también me gustaría añadir que es fundamental trabajar, mantenerse activo y reír cada día. Debemos disfrutar de las cosas sencillas. Nunca he sido una persona exigente, pero para mi el sueño que he cumplido y del que estoy muy orgullosa es de haber formado una familia y haber podido dar a mis hijos la mejor educación. Me encantaría volver a Antequera, es el sueño que me queda por cumplir.
Mi consejo para los jóvenes es que sean buenas personas, que respeten y ayuden a los demás, que disfruten de la vida sin prisas y que valoren siempre a su familia y a sus amigos. La felicidad está en las cosas sencillas.
Celestina Martínez 17 de marzo de 1925, Carrizal de Almanza, León
«Algo tiene que ver la genética, tengo una hermana de 102 años»
Tuvo una infancia muy feliz y cuenta su historia en primera persona. Trasladaron de escuela a mi padre a Villamondrín de Rueda y allí vivimos hasta que empezó la guerra y le mataron y le dejaron en una cuneta con otros tres. Tuvimos que dejar la casa-escuela y fuimos a León a vivir, donde nos recogió una tía paterna que nos dejó dos habitaciones para mi madre, mis cuatro hermanos y yo. Como no teníamos para comer, los pequeños fuimos a los comedores sociales, lloviera o nevara y pienso que mi madre tuvo que llegar a pasar hambre.
Hice Perito Mercantil o Comercio. Trabajé once años en el Colegio de Médicos de León hasta que me casé con mi marido que también trabajaba allí y era militar mutilado de guerra. Dejé de trabajar y tuve 6 hijos. Fui muy feliz durante el matrimonio. Ahora mismo tengo 3 biznietos y viene otra en camino. Mis aficiones favoritas han sido sobre todo viajar y leer. He estado en varios países como Francia, Italia, Egipto, Hungría, Austria, etc... Y he leído muchos libros, sobre todo, de historia. He tenido muchos momentos muy felices a lo largo de mi vida y no sabría quedarme con uno solo, quizás el nacimiento de cada uno de mis hijos. El secreto de la longevidad no lo sabe nadie, pero algo tiene que ver la genética. Aún tengo una hermana que va a cumplir 102 años y la mayor murió con esa misma edad.
Juana Nava de Miguel 24 de abril de 1925, Segovia
Mantenerse ocupado para tener una vida más larga
Una ficha para conocer más a Juana:
Momentos importantes en su vida: La muerte de su padre en Cantalejo en la guerra civil por un bombardeo cuando tenía 12 años; el traslado a Valladolid para vivir en el Rosarillo con unas tías y su tío párroco; conocer al futuro novio/marido y el nacimiento de los 4 hijos.
Algún detalle respecto a la familia: Poder dar estudios a sus hijos en buenos colegios, ir al pueblo con mis hermanos y sobrinos y ver a mis nietos crecer y tener buenas carreras. ¿En que lugares ha vivido? ¿Y cuál le gusto más? Hasta los 12 o 13 en Cabezuela (Segovia) y luego siempre en Valladolid. Aficiones de antes y ahora: Dibujar, pintar, coser, viajar, leer, ir al teatro y todo lo relacionado con la zarzuela y la ópera, y desde luego poder estar y disfrutar de los hijos y nietos.
Momentos felices: Viajar, reunirse con la familia, y que los hijos y nietos les vaya muy bien.
Secreto de longevidad: Estar siempre ocupada, cosiendo o pintando, o leyendo, nunca perder la ilusión, y luchar por lo que quieres, no fumar ni beber alcohol, no tener envidia de nada ni de nadie y estar contento con lo que se tiene.
Sueños cumplidos y los que quedan por cumplir: Lo principal es ver a los hijos y nietos bien, ese sueño está cumplido.
Consejos a los jóvenes para tener una buena vida y ser felices: Que si tienen un sueño luchen por él, y cuando caen que se levanten, y que se dejen aconsejar y orientar por aquellos que más les quieren.
Felipa Ortega 11 de abril de 1925, Villavaquerín de Cerrato
Trabajando desde los 12 años
Felipa Ortega, Feli como la conocemos todos, nació el 11 de abril de 1925 en un pueblo de la provincia de Valladolid que se llama Villavaquerín de Cerrato.
Hija de Pedro y Emilia, eran ocho hermanos (cuatro chicos y cuatro chicas), ella es la mayor de sus hermanas y la tercera detrás de 2 hermanos. Como era habitual en aquella época empezó a trabajar joven, comenzando a servir, como se decía antes, a la edad de 12 años en un pueblo cercano, y años después vino a servir a una casa en Valladolid, donde conoció a su futuro marido, Ángel, con el que se casó el 18 de octubre de 1947.
Feli ha tenido un total de 7 hijos (cuatro chicas y tres chicos) de los cuales viven cinco. No ha tenido una vida fácil aunque ha luchado mucho para sacar a sus hijos adelante, además cuando se casó y formó un hogar en Valladolid, tuvo que dar cobijo a sus hermanos que venían a trabajar a la ciudad. Ha estado 69 años casada hasta el fallecimiento de su marido 2017. Ha sido una pareja muy activa en las actividades del hogar de la Victoria, donde reside, y actualmente aún asiste a actividades del hogar.
Teodoro Páez 26 de marzo de 1925, La Salceda, Segovia
«El día de mi boda y mis hijos han sido lo mejor de mi vida»
Teodoro es uno de los cinco centenarios a los que han homenajeado este jueves en el Ayuntamiento de Valladolid y así recuerda su vida: Nací el 26 de marzo de 1925 en La Salceda, un pueblecito de la sierra segoviana. A los 17 años me fui a Segovia y empecé a trabajar en la fábrica de Loza, donde conocí a la que más tarde sería mi mujer Maruja. Más adelante saqué el carné de conducir camiones, y empecé a trabajar en una empresa de transportes como camionero.
Me casé en Segovia y nos fuimos a vivir a Cuellar, donde pasamos 3 bonitos años. Allí en 1956 nació mi hijo Juan Carlos y a los 15 días de su nacimiento, el día de San José que cayó una gran nevada, nos trasladamos a Valladolid, donde nos instalamos de forma definitiva. A los dos años y medio de llegar a Valladolid nació mi segunda hija Anabel. He trabajado 40 años en la misma empresa como camionero, el oficio que escogí, un oficio muy sacrificado.
Pasaba días fuera de casa, y había que luchar contra las malas carreteras, las inclemencias del tiempo y los horarios. En cuanto a mis aficiones, me gusta el fútbol, dibujar, leer el periódico, pasar los veranos en el pueblo donde nací... y de más joven, viajar con mi familia por España. Los momentos más felices de mi vida han sido: el día de mi boda con mi mujer Maruja en la iglesia del Cristo del Mercado de Segovia, el nacimiento de mis hijos, de mi nieta... ¿El secreto de mis 100 años? No he fumado, no he bebido, y creo que también tiene mucho que ver los genes heredados de mis padres.
Leonisa Pérez 26 de julio de 1925, Santovenia de Esla, Zamora
Una zamorana viajera
Nació el 26 de julio de 1925 en un pueblo de Zamora llamado Santovenia del Esla. Allí creció junto a sus cinco hermanos, se casó y tuvo dos hijos. «A los 28 años de edad me vi obligada a migrar junto a mi familia en busca de una oportunidad de vida mejor». En el periplo migratorio su primer destino de acogida fue el País Vasco, más concretamente en Legorreta (Gipuzkoa).
«Como mi marido trabajaba en RENFE nos vimos obligados a trasladarnos con frecuencia a diferentes municipios. Después de unos años en Gipuzkoa nos fuimos a vivir a Pedralba de la Pradería (Zamora), después a La Gudiña (Ourense) y Cubillos (Zamora) antes de regresar a Santovenia y posteriormente a Benavente. En 1981 nos trasladamos definitivamente a Valladolid, y aquí llevo 44 años. El secreto de mi longevidad consiste en trabajar mucho y muy duro, y comer y beber bien».
Julia Recio 11 de abril de 1925, la Seca, Valladolid
«Una buena alimentación y no discutir con nadie», como clave de longevidad
Julia recuerda algunos de los momentos más importantes de su vida que han sido recopilados en este libro: Estuve casada 66 años con un buen hombre y tuvimos dos hijos. Ahora además tengo dos nueras maravillosas, cuatro nietos y seis biznietos. Nací en La Seca y, de jovencita, vine a trabajar a Valladolid, donde he vivido toda la vida. Aparte de cuidar de mis hijos, siempre me ha gustado hacer punto, leer y hacer punto de cruz. En la actualidad disfruto de la lectura, de estar con mi familia y de conversar con las compañeras de la residencia.
Los momentos más felices de mi vida han sido las reuniones y acontecimientos familiares, así como los viajes con mi marido. Creo que el secreto de mi longevidad ha sido llevar una buena alimentación y no discutir con nadie. Mi gran sueño cumplido es ver felices a los míos y seguir viéndolos así el tiempo que me quede de vida. Los jóvenes son estupendos; les aconsejo disfrutar de la vida saludablemente y evitar los conflictos».
Petra Fidela Rodríguez 28 de octubre de 1925
Una enfermera que ha cumplido todos sus sueños
Así recuerda su vida Petra: Nací el 28 de octubre de 1925 en Villafrades de Campos (Valladolid), y he vivido en el pueblo hasta que me trasladé a Valladolid, a la calle Linares, donde he vivido muy a gusto. Recuerdo momentos bonitos en mi vida como la oportunidad de cuidar animales, especialmente vacas y ovejas. Me gustaba hacer queso y sacar leche, eran tareas que me llenaban de satisfacción, porque me hacían sentir útil y en armonía con el entorno.
El otro momento más feliz en mi vida, fue cuando conseguí mi título de Enfermería. Estaba muy orgullosa de ello, porque fue fruto de mucho esfuerzo y dedicación. He trabajado como enfermera, en el Hospital Provincial, en la sala San Felipe Neri, sanatorio el Escudero y en la clínica del Dr. Jolín, Sanatorio de Ntra. Sra. de la Salud.
El secreto de mi longevidad, yo creo que la conformidad, todo me parece bien. Eso sí, me gusta escuchar con atención, entender bien las cosas y luego actuar. También es muy importante tener paciencia. Mi mayor sueño cumplido es llegar a esta edad con salud y sin perder la cabeza. He cumplido todos mis sueños, me gustaría morir en paz y ser sepultada en el pueblo. A los jóvenes les diría que tengan las ideas claras, que sean siempre ellos mismos y que se prioricen siempre, tienen que ponerse a ellos primero antes que a los demás. No tengo hijos ni hermanos.
Mi padre murió cuando yo tenía un año y medio, era jefe de estación de la vía estrecha del tren burra, yo nací en dicha estación. Me encantaba montar en bicicleta y en moto, he tenido una Vespa. Ahora me gusta acudir a todas las actividades que se hacen en la Residencia, sobre todo ir a la guardería ya que me gustan mucho los niños, pintar e ir al bingo. Llevo unos 7 u 8 años en la Residencia y soy muy feliz aquí.
María Jesús Salazar 20 de mayo de 1925, Pancorbo, Burgos
Aficionada a los deportes y con una memoria envidiable
Nació en Pancorbo (Burgos) el 20 de mayo de 1925, donde pasó su infancia y primera adolescencia. Tuvo siete hermanos, dos hombres y cinco mujeres. A los 16 años se trasladó a Valladolid, a la casa de un primo de su padre que tenia un hostal en esta ciudad. Contrajo matrimonio en la iglesia de las Angustias con Jesús, vallisoletano, con quien vivió 50 años hasta su fallecimiento, sin haber llegado a celebrar las bodas de oro. Tiene una hija y un hijo, cuatro nietos (tres mujeres y un varón) y un biznieto. Se siente vallisoletana, aunque no se olvida de su pueblo, donde pasaba temporadas con su esposo e hijos y al que recuerda con mucho cariño: las montañas justo detrás de su casa, el monumento del Pastor….
Los días más felices de su vida fueron los de su boda y el nacimiento de sus hijos, nietos y biznieto. Su vida ha sido sencilla, de ama de casa al cuidado de los suyos. Ha sido feliz invitando a sus hijos y nietos a comer en su casa los domingos, en cumpleaños o Navidades. Era muy buena cocinera, aplicando a los guisos y postres su toque especial que, según ella no existía (sus croquetas, su flan de huevo con toques de anís,…) . Cosía muy bien –ahora no acompaña su vista–. Los primeros años para la pareja, luego para sus hijos y finalmente para sus nietos. El punto, era también uno de sus «puntos» fuertes. Antes del nacimiento de sus nietos les preparaba trajecitos, gorros, patucos... si no mejor, sí igual que en cualquier tienda, pero además con cariño.
Le gustaba mucho salir a tapear los fines de semana por la ciudad con su marido, así como ir de vacaciones por España. Es muy aficionada a los deportes: le gusta mucho Nadal, el Real Valladolid y el Real Madrid, siempre que puede los ve por la tele y si no, los escucha por la radio, aparato éste que utiliza mucho para estar al día de las noticias. Es una persona muy activa y social, le gusta mucho hablar y contar cosas de ahora o de antes. Hasta hace año y medio vivía sola. Ahora vive en una residencia a la que se ha adaptado muy bien, tiene muy buena cabeza y se desplaza en andador.
Carmen Sobrino 17 de diciembre de 1925, Sinlabajos, Ávila
Ser feliz y vivir rodeada de naturaleza
Mi nombre es Carmen Sobrino Legido, nací el 17 de diciembre de 1925 en un pueblo pequeñito de Ávila llamado Sinlabajos. Allí pasé mi infancia, la de mis hijos y la de mis nietos. Me han preguntado mucho cuál es mi secreto para estar a punto de cumplir un siglo, y la verdad es que no lo sé, pero estar rodeada de naturaleza y de la gente que quieres seguro que ayuda. Desde muy joven trabajé en el campo, he tenido seis hijos y once nietos. Creo que esa es la clave, no parar de hacer cosas, vivir cada minuto.
Eusebia Velasco 31 de marzo 1925, La Zarza, Valladolid
«La vida te da lo que necesitas»
Dice Eusebia que su vida, ha sido una vida de trabajo y dedicación para sacar adelante a una familia numerosa. «Después de una vida de emociones, ahora disfruto de una de tranquilidad y relax, que no hubiera imaginado nunca, y cuando llegue el momento de partir, espero hacerlo con la misma paz de la que disfruto ahora mismo, y el abrazo cercano de todos los míos. De momento vamos de evento en evento, este, con mis colegas centenarios de Valladolid a los que deseo la misma suerte que la mía».
Por último, un pequeño consejo para los más jóvenes: que no piensen sólo en tener y tener, la vida te da lo que necesitas y no olvidar que el secreto de la felicidad es «hacer felices a los demás». De joven viví en Madrid, donde pasé unos años muy felices… luego llegó la guerra, el miedo, las penurias, aprendí a encajar los golpes que te da la vida y a disfrutar de los buenos momentos. En 1950, me casé con Luis, mi novio de toda la vida, y de nuestro amor nacieron seis hijos, como seis soles, ellos han sido y son la razón de mi vida.
Después de una vida de emociones, ahora disfruto de una de tranquilidad y relax, que no hubiera imaginado nunca, y cuando llegue el momento de partir, espero hacerlo con la misma paz de la que disfruto ahora mismo, y el abrazo cercano de todos los míos. De momento vamos de evento en evento, este, con mis colegas centenarios de Valladolid a los que deseo la misma suerte que la mía. Por último, un pequeño consejo para los más jóvenes: que no piensen sólo en tener y tener, la vida te da lo que necesitas y no olvidar que el secreto de la felicidad es «hacer felices a los demás»
Quirino Villanueva 30 de marzo de 1925, Cigales, Valladolid
En noviembre celebrará 72 años de matrimonio
Quirino Villanueva Camazón nació en Cigales el 30 de marzo de 1925. Era el mayor de dos hermanos y desde muy pequeño ayudó a su familia con las labores del campo. Creció muy fuerte y deportista, le gustaba jugar al fútbol y al frontón y era seguidor A los 28 años se casó con Sofía Sánchez, una chica de su pueblo. Celebraron la boda en Valladolid y se fueron unos días a Madrid de luna de miel.
Todavía recuerda, con emoción, que fueron al fútbol y que el Valladolid ganó 2-1 al Madrid en uno de los primeros partidos que jugó Di Stefano en la Liga española. Después de la boda, en 1953, se trasladaron a vivir a Valladolid donde nacieron sus dos hijos y donde ha transcurrido desde entonces su vida. Trabajó en el Matadero Municipal de Valladolid y los domingos se iba, en bicicleta durante muchos años, a Cigales para ayudar a su padre a labrar las viñas de la familia. Después de jubilarse y vender los majuelos, dedicó mucho tiempo a estar con sus nietos y sus aficiones fueron la lectura, las competiciones y dar largos paseos todos los días.
Con 52 años sufrió un accidente de tráfico, tras el cual fue hospitalizado en una situación de gravedad, pero la vida le da una segunda oportunidad para seguir disfrutando y compartiendo con su familia. Ha sido un hombre bueno, trabajador, formal y hogareño. Muy buen padre y marido. Unido siempre a su mujer con la que celebrará, el próximo 25 de noviembre, los 72 años de feliz matrimonio. Disfrutó mucho de sus cinco nietos y ahora de los cinco bisnietos, que le quieren mucho. La más pequeña dice que el abuelo Quirino tiene que vivir 200 años… o 300... por lo menos.
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