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El tema de conversación hoy en la calle de Santiago de Valladolid no podría ser otro. ¿Dónde estaban ustedes cuando el cero eléctrico dejó a ... Valladolid sin luz e incomunicada? El trasiego de viandantes, algunos camino al trabajo, otros de paseo y muchos otros al cajero a sacar dinero, llenaba de vida la calle Santiago a eso de las 11:30 horas de la mañana de martes, 29 de abril. Las palabras apagón y luz se colaban en prácticamente todas las conversaciones matinales mientras los vallisoletanos recuperan una total normalidad en la ciudad repleta de anécdotas e historias sobre el día de ayer, cuando la luz decidió tomarse un descanso.
Virginia Reca se salvó de quedar atrapada en el ascensor de su bloque, ubicado en la calle Paulina Harriet, por poco. «Justo se fue la luz cuando la puerta del ascensor se abría en el piso cero. Bajaba desde un noveno para llevar a mi perra al veterinario. Estamos de obras en el portal y aquello fue un aluvión de gente pensando que la causa era la reforma», explica entre risas la vecina del centro de la ciudad. «Fue toda una aventura ir en coche hasta el veterinario aunque hay que destacar el comportamiento ejemplar de la ciudadanía. Nos íbamos cediendo el paso unos a otros con el coche», presume con visible orgullo Virginia Reca.
La vuelta a casa se convirtió en «una especie de excursión hasta el noveno, que es donde yo vivo, y me ahorré el gimnasio», bromea. Por la tarde, la vallisoletana decidió ir a comprar algo de beber «porque no tenía agua en casa» y «me encontré con un par de amigos y nos sentamos en una terraza a tomar algo y filosofar sobre el fin del mundo», confiesa entre carcajadas. «Tenía solo 5 euros en efectivo y ahora mismo vengo del banco de sacar dinero por si acaso», relata la mujer de mediana edad.
A Nieves Redondo y a su nieta, de poco más de un año de edad, el cero eléctrico les sorprendió en mitad de Paseo Zorrilla «dando un paseo para que la pequeña se quedase dormida». «Si que me di cuenta de que los semáforos no funcionaban y los negocios se apagaron de repente y luego ya me enteré que había sido a nivel nacional», explica la mujer, cuya mayor preocupación era «cómo subir a mi nieta hasta un octavo piso sin ascensor». «Llamé a mi hijo y a mi marido y después de varios intentos conseguí contactar con ellos y entre todos pudimos subir a la cría hasta el octavo», celebra Nieves Redondo. «Comimos como pudimos y ya por la parte si que me invadió un poco la preocupación al ver que pasaban las horas y la luz no llegaba a nuestra casa», finaliza la abuela que pasea hoy, cómo todos los días, por el centro de la ciudad junto a su nieta en un carrito de bebé.
Sentado en un banco de espaldas a La Casa de las Carcasas de la calle Santiago, Lucio Prieto disfrutaba de la mañana mientras miraba su teléfono móvil. «Acabo de venir de la tienda y me lo han arreglado porque desde ayer no me funcionaba el móvil», explica. «Ayer cuando se fue la luz estaba en el paseo Hospital Militar porque iba a pedir cita para el médico en el ambulatorio, cuando llegué me dijeron que no tenían ordenador y no he podido pedir la cita aún», detalla el caballero.
El señor le resta importancia a lo sucedido y relata que «me volví a casa y comí tranquilamente, como un día normal, nada extraordinario o fuera de lo común en mi caso». «Es muy raro lo que ha pasado porque no había ocurrido nunca, los técnicos irán explicando que ha pasado. Ya he escuchado alguna teoría y no parecen mala pero todavía no se sabe», detalla Lucio Prieto, en un alarde por estar informado sobre lo sucedido.
Lucía Peláez y Esther Abad, de Almería y Soria, respectivamente son dos estudiantes de la Universidad de Valladolid a las que el apagón nacional sorprendió «dentro de la residencia universitaria». «Se fue la luz en todas las habitaciones y salimos del paso como pudimos», explica Esther Abad. Su amiga, Lucía Peláez, asegura que «haber estado desconectada tanto tiempo ha sido una gran experiencia, fue como volver a la Edad Media. Teníamos incertidumbre pero por saber información sobre si íbamos a tener clase o no y poder hablar con nuestros familiares». Lucía Peláez, natural de Almería, confesaba, en mitad de la calle Santiago, que aún no «he podido contactar con mis familiares de Almería porque al parece todavía no hay cobertura por allí».
A Marisa Rodríguez, natural de Lugo, el cero eléctrico le pillaba fuera de su domicilio habitual. «He venido a ver a mi hijo y a mi nuera que viven aquí en Valladolid unos días y me pilló aquí todo el asunto», explica la señora que paseaba por el centro de la ciudad antes de atender a El Norte de Castilla. «Estaba por el Plaza Mayor cuando se fue la luz. Me vine para La Cistérniga, a casa de mi hijo. Estaba preocupado por él porque tiene una empresa de sardinas congeladas y había 1.500 kilos de género allí», precisa, Marisa Rodríguez, quien añade: «Eché de menos la tele por la tarde, porque me gusta mucho, pero me fui a la piscina a tomar el sol».
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