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Es uno de los tropiezos más desagradables que se pueden sufrir durante un paseo por la calle. Mullidito, sí, pero asqueroso. Pisar las resbaladizas heces ... de un perro desliza al afectado hacia una sensación de repugnancia que tarda en digerirse, normalmente porque en la suela del calzado queda huella del estropicio. Aunque los dueños de los canes han adquirido mayor responsabilidad a la hora de recoger las deyecciones de sus mascotas, este sigue siendo un problema urbano recurrente en el apartado de quejas ciudadanas.
El concejal de Seguridad y Salud Pública del Ayuntamiento de Valladolid, Alberto Palomino, ha mantenido esta semana, concretamente el martes, una reunión con una empresa especializada para conocer el sistema de identificación de perros a través del ADN, lo que permitiría localizar a los dueños que no retiren los excrementos de la vía pública con solo tomar una muestra de la caca y cotejarla con el registro. «Nos estamos informando, habrá que valorarlo y realizar un estudio detallado de cómo afecta este problema a las calles de la ciudad», explica el edil. El primer presupuesto para implantar esta fórmula, que ya se aplica en otras ciudades, ascendería en Valladolid a 1,2 millones de euros, una inversión importante en un primer momento al ser necesario recoger muestras genéticas de toda la población canina y crear un registro. «Se ha realizado el cálculo sobre 30.000 perros», acota Palomino.
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Sin embargo, el número de cánidos en la ciudad es bastante mayor. Los datos los aporta Rufino Álamo, presidente del Colegio de Veterinarios. El censo en el municipio alcanza los 37.177 perros, de los cuales 1.344 están considerados por su raza como potencialmente peligrosos. Así, la inversión podría incrementarse hasta el millón y medio, según estima el edil.
¿Merece la pena? Eso es lo que determinarán los técnicos municipales. De ser considerada para su implantación, tardaría en aplicarse, ya que es necesario cambiar la ordenanza municipal para incluir esta obligación en la tenencia. También es fundamental determinar quién correría a cargo del coste de la prueba, si el dueño de la mascota o la Administración Local, uno de los puntos «importantes» antes de tomar una decisión, como reconoce Alberto Palomino.
Según los datos facilitados por- la Policía Local, el número de sanciones por dejar excrementos en la vía publica es ahora muy reducido. En 2019 se impusieron seis, a razón de 150 euros cada una, y el pasado año, 10. Es más fácil encontrarse el zurullo solitario en una acera que cazar al propietario haciéndose el longuis y tirando de la correa de su perro para no agacharse a retirarlo.
El pasado 9 de febrero el Ayuntamiento y el Colegio Oficial de Veterinarios, presidido por Rufino Álamo, renovaban el convenio de colaboración para que la organización profesional gestione el censo de mascotas y favorezca su tenencia responsable. Álamo recuerda que un perro, como cualquier otro animal de compañía, conlleva unas obligaciones que hay que valorar seriamente antes de llevárselo a casa. En el caso de los cánidos, el aspirante debe tener en cuenta múltiples aspectos antes de tomar la decisión: tamaño, carácter, necesidad de actividad física... Y, cómo no, un compromiso serio de cuidado.
El planteamiento de la empresa ADN canino, con la que ha mantenido la reunión el Consistorio, establece la obligación de que los propietarios identifiquen a sus animales con una huella genética. Para ello deberán acudir a un veterinario donde se les extrae una muestra biológica. Los datos se incorporan en el software Igecan. El personal autorizado por el ayuntamiento recoge una muestra del excremento no retirado y la envía al laboratorio. Cotejados los datos se localiza al dueño y se le remite la sanción.
El Norte de Castilla publicaba el pasado martes en su web los resultados de un estudio referido a 2019, que avalan la dificultad de detectar esta incívica conducta 'in fraganti'. Ese año en España se impusieron solo 992 sanciones en las capitales de provincia. De ellas, 245 se tramitaron en Málaga, que utiliza la identificación por ADN.
En el caso de Valladolid a la sanción por no recoger las cacas se suma otra, incluida en la Ordenanza de Convivencia Responsable y Protección Animal, que obliga a los dueños a fregar el orín en fachadas o mobiliario urbano. No hacerlo está castigado con una multa de 150 euros. Desde la aprobación de esta norma, no se ha tramitado ninguna sanción en este sentido, según confirman en la Policía Local.
Y es que el número de vecinos de cuatro patas no deja de subir en Valladolid. En los últimos seis años el censo canino presenta un crecimiento continuo, entre el 2,5% y el 3,5% anual. En 2020, año de la pandemia, el censo se incrementó en más del 3%. Ahora hay registrados en la ciudad unos cinco mil animales más que en 2015, según expone Rufino Álamo. En cuanto a los potencialmente peligrosos, suponen actualmente el 3% del total. En los últimos seis años su censo ha experimentado un incremento porcentualmente más alto que el de los no peligrosos, al haber pasado de representar el 2,5% del 'padrón' perruno en 2015 al 3,1% del registro actual.
El ritmo de salidas se mantiene estable, al igual que el compromiso de los vallisoletanos con los 'huérfanos' de cuatro patas, muchos de ellos abandonados a su suerte por gente desalmada. Sí, todavía. El centro canino municipal registra una media de adopciones anuales superior a los doscientos perros. Durante 2020, año de inicio de la pandemia, llegaron a las instalaciones del Camino Viejo de Simancas 324 ejemplares, de los que 213 lograron una nueva familia. Un año antes fueron 251 los canes que abandonaron el depósito con destino a un hogar diferente del que llegaron. Rufino Álamo, presidente del colegio de veterinarios, es muy claro a la hora de aconsejar a aquellos que quieran hacerse con esta mascota. La mejor opción: adoptar. «El personal del centro conoce bien las características de los animales y hay que dejar asesorarse, la experiencia con estos perros es muy satisfactoria y gratificante», subraya el experto, quien descarta que estos animales, que vienen algunos de haber sufrido situaciones traumáticas, puedan presentar un carácter más difícil. Es posible que en el caso de algún ejemplar sea así, pero los empleados de la perrera conocen bien a los inquilinos y suele casar con acierto dueños y mascotas sin que haya luego marcha atrás.
En el caso de los gatos sí que se aprecia una evolución al alza en las adopciones, con 97 felinos en 2018, 111 un año después y 149 el pasado ejercicio. El Ayuntamiento también trabaja con 70 colonias de gatos callejeros, que son alimentados, vacunados y esterilizados, además de ser atendidos por cuidadores voluntarios autorizados por el Consistorio para alimentarles y controlarles.
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