Valladolid
La ola de calor en el barrio con la renta más baja: «Hace peor dentro de casa que fuera»Sin apenas árboles, sin aislamiento en las viviendas y sin aires acondicionados, los vecinos del 29 de Octubre afrontan una semana que alcanzará los 39 grados
Lucía San José
Valladolid
Sábado, 9 de agosto 2025, 08:31
El reloj marca las dos del mediodía. En otras zonas de Valladolid, la gente se refugia en casa, baja las persianas, enciende el aire acondicionado ... y espera que el bochorno pase. Pero aquí, en la calle Villabáñez, el calor no da tregua. Ni dentro, ni fuera. Ni de día, ni de noche. A 35 grados, el barrio 29 de Octubre se convierte en un hervidero de frustración, lo que provoca «pegarnos de calor», lamenta un vecino desde su casa junto con su mujer y sus tres hijos en un bajo que carece de aislamiento en las paredes y con el único alivio de un ventilador.
El calor del hogar en el 29 de Octubre es un «infierno» porque es el distrito con el nivel de renta más bajo y cuyos vecinos apenas disponen de aire acondicionado o aislante en las viviendas. No es una exageración. Basta con pasar cinco minutos dentro de uno de estos pisos para entenderlo. Juan Escapa, residente de la zona, invita a entrar en su casa y «ver cómo está»: «Hace más calor dentro que en la calle. Son pisos pequeños, cerrados y sin ventilación».
Las piscinas públicas de la ciudad están lejos y, en muchos casos, son de pago. «No sabemos si ahora son gratis o no. Y si hay que pagar, no podemos ir. No hay dinero para eso», añade.
El 29 de Octubre carece de zonas verdes y las pocas sombras que hay aparecen cuando el sol ya está bajando. «Aquí no hay nada, nada. Si quieres sombra, tienes que esperar a las siete u ocho de la tarde», apunta Jan Raimundo, residente en la zona, mientras señala el único árbol visible a varios metros.
Sin medios para combatir la primera ola de calor de agosto, los vecinos sobreviven como pueden. «Es imposible cubrirse del sol. A veces me siento cada media hora en una sombra, si es que la hay. En los edificios bajos no hay nada a ciertas horas», explica Raimundo antes de relatar cómo sufrió un golpe de calor tras salir sin gorra ni hidratarse: «Estuve en el hospital medio día, con vómitos, cuatro días en cama. Es más serio de lo que parece».
La falta de recursos también se mide en noches sin dormir. «No podemos quedarnos en casa. Nos quedamos fuera hasta las dos o tres de la noche porque es insoportable dentro», añade Juan Escapa. Y esa escena, la de familias enteras sentadas en la calle en plena madrugada, se repite día tras día.
Las fachadas absorben el calor durante las horas de sol y lo devuelven cuando cae, lo que convierte los hogares en hornos de ladrillo. El aislamiento térmico es inexistente y las ventanas, muchas de ellas antiguas, son incapaces de frenar la radiación. «Dentro hace muchísimo calor. Si no tienes un buen aislamiento, se nota muchísimo. Y muchos no podemos permitirnos un aire acondicionado», explica mientras intenta buscar un poco de alivio bajo un resquicio de sombra que dan los tres pisos de altura de estos bloques.
«Dicen que van a reformar, pero siempre lo dejan para otro día. Llevamos un montón de años así. Está la coordinadora luchando, haciendo huelgas, pero nada. Ni frío en invierno, ni fresco en verano. Todo se queda dentro. Y aquí, nada cambia», se queja otro vecino, Moisés Gabarri, con resignación.
Las viviendas del barrio, muchas de apenas cuarenta metros cuadrados, son auténticos focos de calor acumulado. «Vivimos tres personas en un piso pequeño y pasamos muchísimo calor. Por las noches no se puede dormir, hay que salir a dar un paseo, y luego madrugar para trabajar. Te levantas a las siete con el cuerpo roto», explica.
A esa misma hora, al mediodía, la vecina María Arroyo volvía con sus dos nietas a casa después de hacer la compra, «aunque yo no suelo salir». «Aquí no hay nada, nada. Ni árboles ni sombra. Si quieres un parque, tienes que ir hasta la otra punta», añade.
Sin embargo, el calor no es nuevo. Llega cada año, cada verano, cada ola que supera la anterior. Y el barrio sigue igual. «Nos prometen cosas, pero no hacen nada. El problema no es solo el calor. Es la falta de soluciones», insiste Gabarri antes de explicar que, además de trabajar, acude cada tarde a su iglesia evangélica. «Por la noche salimos a tomar un café y luego a intentar dormir, aunque no se pueda. Pero hay que levantarse temprano igualmente».
En el 29 de Octubre, el calor no es una ola, es un muro y no hay cómo saltarlo. Cada día, los vecinos buscan estrategias, sombras y trucos. Algunos se rocían con agua, otros se turnan el ventilador, muchos simplemente esperan a que baje el sol. «A veces, solo puedes sentarte y esperar. Como mucho, te mueves a otro rincón donde dé menos el sol. Pero no puedes huir. No hay dónde», lamenta María Arroyo, porque cuando el calor castiga a todos, es el nivel de renta el que determina quién lo sufre más.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión