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Olmedo
Miércoles, 10 de octubre 2018, 20:48
Como manda la tradición, la villa de Olmedo y los siete pueblos de su Tierra (Aguasal, Almenara de Adaja, Bocigas, Fuente Olmedo, Llano de Olmedo, Puras y La Zarza) honraron a su patrona, la Virgen de la Soterraña, que este año conmemora el nonagésimo cuarto aniversario de su coronación canónica. Y lo hicieron con un acto eucarístico, concelebrado por los dos párrocos que atienden a los ocho municipios, José Ramón Peláez y Álvaro de la Riva, y amenizado por el coro de Villa y Tierra, dirigido por José Martín Salamanca, que tuvo lugar en la cripta barroca de la iglesia de San Miguel.
Al acto asistieron los representantes de los municipios que conforman la Comunidad de Villa y Tierra de Olmedo, la Reina y Damas de Honor de las Fiestas, el presidente de la Cofradía de la Virgen de la Soterraña, José María Salamanqués Hidalgo, las Camareras de la Virgen y los trece integrantes de la Cofradía del Pino ataviados de traje, capa española y sombrero negro, que llegaron en cortejo hasta el templo.
Y como plato fuerte, ya por la tarde, el último encierro campero tradicional al estilo de la villa por este año, en el que se soltaron desde los corrales de la dehesa cuatro toros de casta navarra, de la ganadería propiedad de los sucesores de Ángel Macua y Ana Corera Esparza, junto a una parada de cabestros que fueron guiados, en algún caso sin demasiado éxito, por un centenar y medio de caballistas hasta la zona del mirador de El Hontanar, donde se sitúa el embudo de acceso al recorrido urbano, que se encontraba atestada de público.
En el encierro, que se prolongó durante casi una hora, los cuatro toros y la parada de cabestros, junto al último, fueron entrando de forma escalonada al paseo de San Juan para luego, tras cruzar por el Arco de la Vill, enfilar el camino hacia los corrales de la plaza de toros. El primero fue conducido por los aficionados de a pie durante diez minutos después del inicio del festejo; el segundo, siguió la misma tónica que el anterior: mientras que el tercero, que en principio iba acompañando por otro, optó por atender mejor la llamada de los jinetes que la de los corredores.
El cuarto se resistió a ser conducido al casco urbano, protagonizando sucesivas escapadas, pese a acercarle la parada de mansos guía, lo que provocó el deleite del los muchos espectadores que aguantaron apostados en el vallado casi media hora después. También durante toda la tarde, previo canto de la Salve, la iglesia de San Miguel y la cripta de la Virgen de la Soterraña permanecieron abiertas al público para su visita.
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