«Manrique era inviable, se producía por debajo de coste y la única solución era cerrar»
El último administrador de la panificadora de Valladolid afirma que perdió 400.000 euros en 2019 y defiende que le engañaron cuando compró la planta en 2018
«Compramos Manrique porque creíamos que era un proyecto bonito y con posibilidades de reflotarla, pero tengo que reconocer que enseguida nos encontramos con que ... allí se producía por debajo de coste, que había desaparecido maquinaria y que la que había estaba obsoleta; luego tuvimos que asumir deudas de los anteriores propietarios (el Grupo Restart) y finalmente llegamos a un punto en el que era inviable y la única solución era cerrarla», asegura el último administrador de la panificadora vallisoletana, Francisco Javier Utande, quien defiende su gestión y atribuye los problemas de la planta a la compañía a la que se la compraron hace menos de dos años. «El crédito se acabó, el banco no nos permitía pedir nada e Iberaval nos condicionaba las subvenciones a la contratación de personal cuando la situación era crítica», afirma este gestor, titular junto a su socio, Rafael Martín-Cuevas (también estuvo al frente dela gestión de Manrique), cuyos nombres figuran al frente de hasta diecisiete sociedades distintas en todo el país.
«La planta era viable si se invertía», lamentan los últimos operarios
«La situación era mala cuando llegaron los últimos gestores, pero la planta aún era viable, ya que teníamos clientes internacionales, pero solo si se invertía en las instalaciones», lamentan los últimos operarios despedidos por el cierre de Manrique, que acaban de cobrar su primer sueldo (del paro) en julio después de medio año sin «recibir las nóminas». La empresa última ahora la presentación del concurso de acreedores y el grueso de la plantilla irá a juicio para reclamar lo que les adeudan e intentar «conseguir una indemnización lo más digna posible».
«No vinimos aquí a desmantelar una empresa histórica, como era Manrique, pero nos encontramos con una planta completamente obsoleta en la que era imposible sacar nada adelante sin una inversión de más de un millón de euros que no pudimos conseguir», afirma el gestor antes de justificar que «en el último año tuvo que invertir 400.000 euros a fondo perdido simplemente para garantizar los sueldos de la plantilla». Utande, eso sí, reconoce que «quizás las formas no fueron las mejores en la última etapa de la planta» antes de su cierre definitivo en marzo. «Reconozco que he estado fuera muchos meses con otros negocios y que puede que mi gestor (Rafael Martín-Cuevas) no sea muy diplomático, pero siento en el alma si a los trabajadores les ha despedido por WhatsApp».
«Mi gestor no es muy diplomático y siento en el alma si a los trabajadores se les ha despedido realmente por WhatsApp»
Esto último lo confirman los propios operarios, trece en el momento del cierre. «Nunca quisimos despedir a nadie e, incluso, mantuvimos hasta ocho trabajadores para hacer la labor de uno, por ejemplo, en la línea de envasado», añade Javier Utande. Las fuentes de la plantilla consultadas, sin embargo, recuerdan que en diciembre ya «fueron despedidos ocho trabajadores». La plantilla, de hecho, estaba formada por treinta empleados cuando fue adquirida en 2017 por el Grupo Restart (vinculada a Tartalia) a los herederos de los fundadores de Manrique, creada en 1960, si bien dicha compañía apenas estuvo medio año y se la acabó vendiendo en la primavera de 2018 a la sociedad madrileña de Utande y Martín-Cuevas. Dos años exactos ha durado su andadura antes de certificar la clausura de una panificadora con 60 años de historia.
Los trece últimos empleados de la panificadora, cuyas instalaciones, situadas en la calle Daniel del Olmo del polígono de Argales, están abandonadas cerradas a cal y canto, tenían una media que superaba los veinte años de antigüedad. «Llevábamos sin cobrar desde enero y lo único que pedíamos era que cerraran de una vez si no había posibilidad de seguir adelante», relatan las fuentes consultadas de la plantilla.
«Creíamos en el proyecto y estábamos convencidos de que saldría adelante, pero sin crédito resultó imposible continuar»
«De verdad que creíamos en el proyecto y estábamos convencidos de que saldría adelante, pero era imposible contratar gente para conseguir financiación (créditos y subvenciones) y hace ocho meses ya informamos a la plantilla de cuál era la situación», incide el último administrador de Manrique, quien apunta que «el concurso de acreedores y el cierre era lo mejor para todos dada la situación en la que estamos».
«Maquinaria obsoleta»
¿Por qué compró una empresa en ruinas? Pues el gestor defiende que le engañaron. «Reconozco que no sé mucho de panificadoras y, aunque es cierto que vi que la planta era vieja, creí que la maquinaria era suficiente hasta que a los cinco meses comprobamos que perdíamos 18 céntimos por paquete de biscotes o el 10% del producto en el caso del pan de molde». La panificadora, reitera, «producía por debajo del coste y así era imposible seguir».
Las fuentes consultadas de la plantilla confirman que la maquinaria, en efecto, «se había quedado obsoleta» y confirman también que «aquí no metieron ni un euro desde que llegaron». Lo singular del triste final de Manrique, que ya venía de una situación crítica en los últimos años que estuvo en manos de la familia, es que sus anteriores propietarios no dudaron en asegurar en 2018 que Utande y Martín-Cuevas eran «expertos en reflotar empresas, con gran capacidad financiera e interesados en hacer una apuesta por nuevas líneas de negocio».
El primero de los aludidos, Javier Utande, defiende que «nada más entrar nos encontramos con una deuda de 120.000 euros en concepto de responsabilidad civil por los despidos de los anteriores trabajadores, problemas con subvenciones anteriores, maquinaría que se suponía que tenía que estar y que no estaba y un largo etcétera de problemas heredados que no pudimos solventar». «Era absurdo continuar», concluye, «después de meter 400.000 euros el último año para cubrir deudas».
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