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El juramento

El juramento

LAS RUTAS DE CARLOS V POR VALLADOLID ·

Los procuradores fueron amenazados para que jurasen, so pena de perder bienes y oficios

José Luis Chacel

Martes, 6 de febrero 2018, 13:39

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En la sesión de Cortes celebrada el día 4 de enero de 1518, el doctor Zumel, procurador por Burgos, manifestó su oposición a que el gran canciller, Juan de Sauvage, ocupara asiento en la reunión, por ser extranjero. Días después el canciller amenazó seriamente a Zumel por haber inducido al resto de procuradores en su contra. El doctor, impertérrito, le dijo que había obrado de acuerdo a justicia y le anunció que los procuradores no obedecerían al archiduque Carlos hasta que no jurara las leyes y ordenamientos del Reino. Esta postura propició que Zumel se convirtiera en el centro de graves intimidaciones por parte del Canciller, del Secretario de las Cortes y del obispo Mota. Como respuesta, el doctor pidió a los procuradores que nombrasen representantes para que se entrevistaran con el archiduque. El canciller se molestó, pero temiendo la reacción de las Cortes, optó por convocar a Zumel a una reunión personal con el primer ministro, Guillermo de Croy. En ella el burgalés volvió a mostrar gran entereza y aconsejó a Croy que si quería que las Cortes reconocieran como natural de estas tierras al futuro rey, debería favorecer un buen entendimiento entre el todavía archiduque y él mismo. Pasados unos días, durante una segunda reunión de ambos con los procuradores, el archiduque hizo acto de presencia. Zumel aprovechó el momento para darle la bienvenida, besar sus manos y decirle que estaban dispuestos a jurar, en cuanto él se comprometiese a cumplir todas sus demandas. A continuación, una gran parte de los procuradores se levantaron y fueron jurando y besando sus manos. Este hecho hizo que algunos de los grandes del Reino se sintieran agraviados por no haber sido convocados a jurar, habiéndolo hecho ya los procuradores. El canciller, para contentarlos, les ofreció jurar el domingo siguiente en un acto solemne. El doctor Zumel recordó a Croy que por el bien del Reino, debería ganarse las voluntades de sus súbditos sin quebrantar las leyes. El flamenco, por su parte, informó a los procuradores que no habían jurado, de que fuesen el domingo a hacerlo, so pena de perder sus bienes y oficios.

El 7 de febrero de 1518 comenzó el juramento en la iglesia de San Pablo

El 7 de febrero de 1518 comenzó el juramento en la iglesia de San Pablo. Tras la misa oficiada por el cardenal de Tortosa, Adriano de Utrech, Carlos se sentó en un sillón en el centro del altar mayor, delante de una grada de 12 peldaños. Detrás quedó el Cardenal con el libro de los Santos Evangelios y una cruz. Asistieron a la ceremonia, además de sus hermanos Fernando y Leonor, los condestables de Castilla y Navarra; los duques de Alba, Béjar, Nájera, Arcos, Alburquerque; los marqueses de Villena, Távara, los Velez, Denia, Villafranca y Tarifa; los Condes de Benavente, Cabra, Ayamonte, Altamira y Lemos; el infante de Granada; los almirantes de Castilla y de las Indias; el nuncio de su Santidad; el gran prior de San Juan; varios embajadores y diversos títulos y prelados del Reino.

El secretario de Cortes, García de Padilla, dio lectura a las 74 peticiones que debería jurar el infante: Que la reina doña Juana, residiese en su casa con el asiento que merece; que Carlos se casara a la mayor brevedad posible; que su hermano Fernando no saliese de estos reinos hasta que él se casara y tuviera hijos; que respetara las leyes, privilegios, libertades y franquezas de las ciudades y villas del reino; que no se diesen oficios, ni beneficios, ni dignidades, ni gobiernos a extranjeros; que los embajadores de estos reinos fuesen naturales; que aprendiera castellano cuanto antes para poder entenderse con sus vasallos; que encomendase a los monteros de Espinosa la guarda de su real persona; que Arévalo y Olmedo no saliesen de la corona real; que no se permitiera sacar del reino, ni oro, ni plata, ni moneda, ni caballos, ni ganado, ni carne; que se mantenga la prohibición sobre el juego de los dados; que la Santa Inquisición obre con justicia; que los pobres solo pidan en su lugar de residencia; que se labre vellón y moneda menuda; que concediera audiencia al menos dos días a la semana; además de otras peticiones referentes a temas administrativos o que afectaban a los alcaldes de corte y de hermandad, justicias, corregidores, chancillerías, obispos y clérigos. El infante Carlos, poniendo su mano sobre los Santos Evangelios y la Cruz, juró guardar y cumplir lo que le demandaron los procuradores y ordenó que en todas las cartas y despachos reales que se editasen en vida de su madre, se pusiese primero el nombre de la Reina y luego el suyo.

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