Bolardos de plástico en la nueva acera del lateral del viaducto de Arco de Ladrillo para evitar que los peatones se golpeen contra la base de las farolas. J. Sanz

Valladolid

Instalan bolardos para que los peatones no se golpeen en la cabeza contra las nuevas farolas de Arco de Ladrillo

Los separadores bordean las bases de cinco postes que sobresalen del tablero del remozado viaducto y que ocupan las aceras recién inauguradas

J. Sanz

Valladolid

Lunes, 13 de octubre 2025, 08:36

La imagen es poco habitual, inusual e, incluso, insólita. Una novedad en el urbanismo de la capital. Y acontece en los laterales del remozado viaducto ... de Arco de Ladrillo. Allí se han colocado una docena de bolardos de plástico, los mismos que se utilizan habitualmente para las calzadas destinadas a los vehículos, pero sobre las aceras. ¿Por qué? Pues para evitar que los peatones se golpeen en la cabeza, en tres de los casos, o se tropiecen, en los otros dos, contra las bases de las farolas que sobresalen del tablero y que ocupan el espacio, en teoría, destinado a los viandantes con la altura justa para darse un coscorrón contra las piezas metálicas.

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Tan singular intervención es la última en torno a un viaducto que pasó por el quirófano durante doce largos meses, en los que se invirtieron la friolera de 2,3 millones de euros para prolongar su ya de por sí dilatada vida útil (fue inaugurado en 1964) hasta su reapertura en superficie en mayo, y que desde entonces no para de sumar parches en torno a sus pilares.

La acera muere contra una valla que cerca uno de los vanos, en los que se ha abierto ahora un acceso sin salida del lado de la estación

El último y, sin duda, el más llamativo de todos se ha producido casi dos meses después de concluidas las obras de reurbanización bajo sus vanos, en las que se hormigonó y elevó el firme con bordillos con el fin de evitar que los vehículos aparquen entre los pilares y en las que, por el lateral que mira a la calle Recondo, se acopló una suerte de acera al muro del estribo, también hormigonada, para reducir la calzada de la vía de servicio que mira al Campo Grande a un solo carril, en este caso, para evitar que los autobuses se golpearan contra las bases de las nuevas farolas acopladas a los bordes y que sobresalen unos centímetros del tablero.

Pero quizás no se contaba con que dichas bases, en forma de cuña y de unos treinta centímetros de largo, ocupaban también parcialmente la pequeña acera de un metro de ancho en el caso de la que discurre por el lado de la vía de servicio que parte de Recondo como, en la otra margen del lecho ferroviario (del lado de Delicias), por la más reducida, de apenas cincuenta centímetros que discurre frente a la plaza de los Ferroviarios. Y lo mismo ocurre del lado que mira a la estación de autobuses, junto a la parada de taxis, donde los sorportes también sobresalen por encima de la allí estrechísima acera.

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Arriba, los bolardos colocados bajo la base de una de las farolas del lado del tablero del viaducto que mira a Delicias. Debajo, a la izquierda, los que protegen la base que casi toca la acera. A la derecha, detalle del soporte. J. S.

Así que en las últimas semanas se han colocado dos bolardos de plástico verde y con bandas reflectantes -idénticos a los empleados habitualmente en las calzadas para vehículos- clavados en las aceras de hormigón para señalizar los cinco puntos en los que los soportes metálicos que sujetan otras tantas farolas interfieren en el espacio peatonal. Uno, el de la margen de Recondo, el más peligroso, se encuentra a 1,80 metros de altura a diez metros escasos del final del tablero y del cruce con el paseo del Hospital. Y los otros dos del mismo lateral, situados al otro lado de la vía, en la parte más baja del tablero, están a 1,60, el uno, y a apenas 50 centímetros del suelo, el otro. La escena se repite en la otra margen del viaducto, al final del estribo, con dos soportes más, uno a media altura y el otro más pegado al suelo. La única explicación racional para la presencia de dichos bolardos es evitar golpes en la cabeza, en tres de los casos, o tropiezos de los peatones, en los otros dos, con una inevitable caída libre hacia la calzada.

El Ayuntamiento, después de concluir en agosto la urbanización de la parte inferior en torno al viaducto, quiso aclarar que las aceras de este lado no eran tal sino meros separadores de la calzada de vehículos para evitar golpes, en el caso de los autobuses, contra los salientes de las farolas. La del otro lateral (el de la estación) se entiende que también es un mero separador del muro.

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Secuencia del paso de dos mujeres por la acera adosada al viaducto, del lado de la vía de servicio que parte de Recondo, hasta que se topan con la valla que impide el paso y se ven obligadas a cruzar por la calzada. J. S.

Pero hay más. De vuelta a la acera más amplia, que lo es o, al menos, lo parece -tiene bordillos y más de un metro de ancho y no hay señal alguna que indique lo contrario o prohiba expresamente el paso de viandantes-, del lado de la vía de servicio que parte de Recondo hacia el cruce con el paseo del Hospital Militar y hacia Filipinos, allí sobresale una valla de hierro forjado, que cierra, también con matices, el vano completo entre pilares del viaducto y que impide directamente el tránsito peatonal en el extremo que desemboca en Recondo.

Así que los peatones, pocos, es cierto, pero los hay, que utilizan la 'acera' en cuestión se topan con la obligación de cruzar por el medio de la calzada para ir a la acera del otro lado (la que discurre ante el bar Aljarafe) ante la imposibilidad de poder llegar al paso regulado por semáforos situado a escasos metros más adelante.

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Septiembre

Octubre

El cercado de uno de los vanos del viaducto, del lado de la estación de autobuses, cuando se colocó en septiembre y en la actualidad (con un tramo cortado para facilitar el paso solo por esta parte).

Y en cuanto a la propia valla, o cercado, más bien, esta se colocó inicialmente para cerrar por completo el paso al vano del viaducto. Y no, según justificaron fuentes municipales (en septiembre), por despejar dudas, para evitar posibles caídas de cascotes sino para impedir el paso de peatones y encauzarlos por otro lado hacia el paso de peatones del cruce con Recondo. Pero solo se cerró inicialmente. Eso ocurrió a mediados del mes pasado. En los últimos días, y como ultimísima, o penúltima (nunca se sabe), ñapa, los operarios municipales han cortado ahora un tramo de la valla en cuestión, de la parte que mira a la estación de autobuses, para abrir un pequeño paso, de apenas dos metros, que permite acceder al ahora corralillo o sotechado sin salida, salvo saltando la valla, hacia la de la acera.

Esta última intervención parece obedecer a la necesidad de que los operarios de limpieza puedan acceder a este vano, el único que se ha cerrado con vallas, para evitar que se acumula la suciedad. Pero la realidad es que el acceso invita a entrar al interior para después toparse con que en el otro extremo de esta suerte de cueva no hay manera de salir.

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Para otros «cincuenta años»

Estos tres parches en cascada, el de los bolardos, la valla que corta el paso por la acera y la apertura de la misma por el otro lado, vienen a cerrar un largo historial de 'remates' llevados a cabo desde que concluyeron los doce largos meses de obras para recauchutar el maltrecho viaducto de Arco de Ladrillo y reabrir sus cuatro carriles. Esto último ocurrió en mayo. Las obras continuaron, eso sí, en los meses siguientes, hasta agosto, para reurbanizar el entorno bajo el tablero, cuando se habilitaron las aceras en cuestión por un lateral (el mencionado) del paso y se subieron los bordillos para evitar los estacionamientos alegales, nada menos que cuarenta plazas se suprimieron así, bajo los vanos del lado de Delicias.

Pero entre medias se sucedieron los imprevistos, y los parches. El primero se produjo en junio, cuando Adif solicitó al Consistorio que cubriera con mallas protectoras la parte inferior del tablero para evitar posibles caídas de cascotes por las vibraciones al paso de los trenes. Y así se hizo. Dicho y hecho. Los bordes y la base del tablero, por debajo, se forraron con mallas grapadas al hormigón en torno a la vía férrea.

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El alcalde anunció en mayo que falta por rehabilitar la parte inferior del tablero y los pilares descarnados desde que se retiró el revestimiento en 2017

Y en julio llegó otra llamativa intervención en el borde mismo de la acera de acceso desde Recondo a la vía de servicio, en torno al bar Aljarafe. Allí el paso de autobuses, al haberse ampliado por la 'acera' acoplada al viaducto, desveló que no tenían ángulo de giro y que los vehículos, muchos en este punto situado al borde de la estación, se veían obligados a subirse a dicha acera. Así que a finales de mes se cortó la vía de servicio para darle, y es literal, un mordisco al picón de la acera y ampliar así el radio de giro para los autobuses.

El viaducto, de lado de Delicias, con sus vanos urbanizados con bordillos elevados para evitar el estacionamiento de vehículos. J. S.

Las obras de urbanización en torno al viaducto concluyeron en agosto. Y después, en septiembre, se colocó el cercado que ahora, en octubre, se acaba de seccionar para abrir un acceso al vano del lado de Recondo. Y se han colocado los diez bolardos protectores, a dos por base de farola, contra cabezazos y trompicones.

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Todo ello a expensas de una futura intervención, que anunció el propio alcalde, Jesús Julio Carnero, cuando explicó y justificó la inversión realizada en el viaducto (2,3 millones solo en la rehabilitación del tablero) a finales del pasado mes de mayo, destinada a remozar los descarnados muros de la parte inferiores del tablero y sus desnudos pilares de hormigón, cuyo revestimiento de pesadas losas de piedra caliza se retiró ante el riesgo de desprendimientos en un lejano 2017. Será, aclaró, una obra que se ejecuté a medio plazo entre el Ayuntamiento y Adif. Suma y sigue.

La intervención global en el viaducto, inaugurado en 1964 (61 años cumple) y que suma decenas de parches en los últimos dos lustros, permitirá en cualquier caso prolongar su vida útil, y así lo concretaron los propios técnicos al inicio de la intervención de urgencia en mayo del año pasado, «otros cincuenta años más». O eso o el soterramiento se lo lleva por delante si algún día se lleva a cabo. Lo que parece definitivamente descartado es el proyecto, presupuestado en más de veinte millones de euros, para su demolición y la construcción de un amplio túnel bajo las vías para vehículos y peatones que estaba contemplado en el ahora prácticamente desterrado proyecto de integración ferroviaria.

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De manera que el viaducto podría continuar en pie hasta 2075, o eso aseguraron los expertos, salvo que se decida lo contrario. Quién sabe.

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