Borrar
Miguel de Cervantes, interpretado por el actor vallisoletano Emilio Gutiérrez Caba, en la película 'Cervantes contra Lope' El Norte
El error de Cervantes que privó a Valladolid de aparecer en la segunda parte de El Quijote

El error de Cervantes que privó a Valladolid de aparecer en la segunda parte de El Quijote

La inmortal novela sitúa el viaje fantástico del doctor Torralba en Madrid en lugar de hacerlo a orillas del Pisuerga

Arturo Posada

Valladolid

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Domingo, 23 de septiembre 2018

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El nombre de Valladolid debió aparecer en la segunda parte de El Quijote, pero un error de Miguel de Cervantes evitó la mención a la capital castellana. O, tal vez, el yerro solo quepa atribuírselo al principal protagonista de la novela: ya sabemos que los personajes de esta obra inmortal han cobrado vida propia y Don Quijote es prácticamente corpóreo para millones de lectores de diferentes épocas.

El desliz figura en el capítulo XLI de la segunda parte, cuando Sancho y Don Quijote creen volar por el firmamento a lomos de Clavileño, el caballo de madera que sirve para que los Duques se burlen de ellos.

«Que me maten si no estamos ya en el lugar del fuego o bien cerca, porque una gran parte de mi barba se me ha chamuscado y estoy, señor, por descubrirme y ver en qué parte estamos», dice Sancho.

«No hagas tal», responde Don Quijote, «y acuérdate del verdadero cuento del licenciado Torralba, a quien llevaron los diablos en volandas por el aire caballero en una caña, cerrados los ojos, y en doce horas llegó a Roma, y se apeó en Torre de Nona, que es una calle de la ciudad, y vio todo el fracaso y asalto y muerte de Borbón, y por la mañana ya estaba de vuelta en Madrid, donde dio cuenta todo lo que había visto, el cual asimismo dijo que cuando iba por el aire le mandó el diablo que abriese los ojos, y los abrió y se vio tan cerca, a su parecer, del cuerno de la luna, que la pudiera asir con la mano, y que no osó mirar la tierra, por no desvanecerse. Así que, Sancho, no hay por qué descubrirnos […]».

¡Ay! Donde Don Quijote pronunció «Madrid», Miguel de Cervantes debió escribir «Valladolid».

Porque el doctor Eugenio Torralba es un personaje histórico, real, cuya biografía quedó reseñada por Marcelino Menéndez Pelayo en 'Historia de los heterodoxos españoles' y del que Cervantes tuvo conocimiento en su época. «Sólo de un hombre de ciencia español tengo noticia que pueda ser calificado plenamente de nigromante docto a la vez que de escéptico y cuasi materialista», escribió Menéndez Pelayo en esta obra del siglo XIX.

La historia cuenta que el doctor Torralba, natural de Cuenca, recibió en 1501 el regalo de un fraile al que había curado en Roma. Fray Pedro puso a su disposición a Zequiel, un espíritu que se le aparecía «en forma de joven gallardo y blanco de color, vestido de rojo y negro», que le hablaba en latín o en italiano y que le enseñaba «los secretos de hierbas plantas y animales con los cuales alcanzó Torralba portentosas curaciones». Zequiel también le anticipaba «secretos políticos de estado» antes de que sucediesen. Así, Eugenio Torralba pudo anunciar al cardenal Cisneros la muerte inminente de Fernando el Católico o el encumbramiento del propio Cisneros a la regencia, entre otras profecías cumplidas, lo que multiplicó su fama de adivinador.

El espíritu Zequiel también obraba milagros en la navegación. En 1527, Torralba residía en Valladolid (donde había anunciado que la emperatriz Isabel de Portugal daría a luz un hijo varón: el futuro rey Felipe II) y Zequiel le adelantó el 5 de mayo de ese año que, a la mañana siguiente, Roma sería tomada por las tropas imperiales (alemanas y españolas) de Carlos I. Torralba no quiso perderse el acontecimiento y el espíritu Zequiel le organizó un fantástico viaje exprés que partió desde las mismas orillas del Pisuerga.

A las once de la noche puso rumbo a la Playa del Espolón (actual Playa de Las Moreras), como recoge Roberto Alonso en 'Valladolid Universal', y allí Zequiel le tendió al médico «un palo muy recio y ñudoso» que le condujo volando hasta Roma en medio de una «niebla oscurísima» y con un temeroso Torralba aferrado al mango aéreo, según consignó Menéndez Pelayo.

Por su parte, Trifón Muñoz y Soliva escribió en 'Historia de la Ciudad de Cuenca' que el mágico trayecto de ida por los aires duró solo una hora. En Roma presenció la victoria de las tropas imperiales y, tras otra hora y media de vuelo fantástico, ya estaba de vuelta en Valladolid para contar en primicia lo que luego se conocería como 'Il Sacco di Roma'. Su fama aumentó aún más. Posteriormente, Eugenio Torralba fue prendido por la Santa Inquisición en Cuenca y condenado a «sambenito y cárcel», aunque recibió un indulto a los cuatro años para convertirse de nuevo en médico del almirante de Castilla Don Fadrique Enríquez.

Torralba gozó de mucha fama en el siglo XVI y posteriores, y el escritor Trifón Muñoz y Soliva se atrevió a conjeturar que, con sus fantasías, «él fue el que sirvió de tipo a Cervantes para componer su Ingenioso Hidalgo Manchego, el Caballero de la Triste Figura» y de ahí su mención en El Quijote.

Cervantes llevó a su personaje a confundir Madrid con Valladolid en el relato del mágico viaje volador de Torralba y privó a la ciudad castellana de aparecer nombrada en la segunda parte del libro. Sin embargo, Valladolid sí tiene una referencia en la primera parte de El Quijote.

Concretamente en el capítulo XXIX, cuando el cura hace creer a Sancho que Dorotea es la princesa Micomicona porque «llamándose su reino Micomicón, claro está que ella se ha de llamar así»»

«No hay duda de eso», responde Sancho, «que yo he visto a muchos tomar el apellido y alcurnia del lugar donde nacieron, llamándose Pedro de Alcalá, Juan de Úbeda y Diego de Valladolid, y esto mismo se debe de usar allá en Guinea, tomar las reinas los nombres de sus reinos».

Es la única vez que 'Valladolid' aparece en el texto cervantino, aunque en los documentos insertados al principio del libro la ciudad queda muy representada. Por ejemplo, en la «tasa», con el precio de venta al público, Juan Gallo de Andrada, escribano de Cámara del Rey, comunica que los ochenta y tres pliegos que forman la primera edición cuestan «doscientos y noventa maravedís y medio» y firma el documento el 20 de diciembre de 1604 en Valladolid.

La licencia de impresión del Rey también está fechada en Valladolid el 26 de septiembre de 1604 con firma de Juan Amézqueta, consejero y secretario de Cámara de Felipe III. Además, como capital de España y sede de la Corte entre 1601 y 1606, los lectores vallisoletanos figuraron entre los primeros en disponer de copias de 'El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha', publicado a comienzos de 1605.

En realidad, el desliz cervantino (o quijotesco) nos ha servido como excusa para volver a la novela más importante y seminal en lengua española y, de paso, acercarnos a la figura del sorprendente médico conquense Eugenio Torralba y de su particular escudero, el fantasmagórico Zequiel. A Miguel de Cervantes, ilustre vecino de Valladolid, siempre hay que agradecerle la infinita fecundidad de su pluma.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios