Ana Cuevas: «Hay situaciones que provocan que la gente viva la Navidad con sufrimiento»
Psicóloga y especialista en duelo, ayuda a afrontar el 'síndrome de la silla vacía' ·
Ante la pérdida de un ser querido, aconseja ser honestos con los niños y no ocultar las emocionesCon la Navidad llegan los regalos, las luces de colores y las reuniones familiares, situaciones que unos vivirán con alegría, otros con indiferencia, pero también ... habrá muchos para los que estos días se convierten en un recordatorio constante y doloroso de la ausencia de alguna persona importante en sus vidas. Sentarse a la mesa y ver un asiento vacío en el lugar que ocupaba aquel ser querido será algo difícil de llevar. A este proceso se le denomina 'síndrome de la silla vacía'.
Sobre este tema habló recientemente la psicóloga y especialista en duelo del Centro de Orientación Familiar Diocesano de Valladolid, Ana Cuevas. Fue durante una charla en el Centro Cívico Zona Sur, que sirvió para ayudar a afrontar las ausencias en estas fechas tan señaladas. «Hay muchas situaciones que provocan que la gente viva las navidades con sufrimiento. El duelo es una de ellas. En medio de un ambiente en el que se supone que todos tenemos que estar alegres y contentos, una pérdida significativa puede hacernos sentir muy mal. Aquellos que están pasando por un proceso de duelo, lo único que desean es que su herida cure y cicatrice», explica Cuevas. Los más pequeños de la casa no son ajenos a esos vaivenes emocionales. Esta experta tiene claro que lo mejor es ser honestos con los niños y no ocultar las emociones ante un fallecimiento. «Hay que decirles la verdad, encontrando las palabras más acordes a su edad. A medida que crecen, toman conciencia de la realidad de la muerte. Para explicárselo, lo mejor es guiarnos por las preguntas que ellos hagan, haciéndoles entender que la persona fallecida no va a volver. No se les puede decir que 'se ha ido de viaje' o que 'ya no está', los niños afrontan la muerte con mucha más naturalidad y frescura que los adultos y son ellos los que a veces nos consuelan a nosotros. Ocultándoselo, lo único que conseguimos es que crean que la muerte es algo de lo que no se puede hablar y eso, a la larga, les genera más miedo y confusión», recalca la terapeuta.
«Se hizo mucho mal cuando se impidió a la gente acompañar a sus familiares en el momento de la muerte»
Durante la pandemia, son muchos los que han perdido a algún ser querido del que no se han podido despedir. En estos casos, puede ser de gran ayuda hacer algún ritual adaptado a las circunstancias como poner una vela o dejar la silla vacía de la persona que no está. «Se hizo mucho mal cuando se impidió a la gente acompañar a sus familiares en el momento de la muerte y en los velatorios. Se debería haber considerado como algo esencial. Es un error que ya no tiene remedio, pero recordar a esa persona viendo álbumes de fotos, yendo al cementerio o contando sus anécdotas puede ser muy positivo. Lo que es muy importante es que se haga de forma dialogada entre los miembros de la familia, pues cada persona vive el duelo de forma diferente y por eso hay que respetar tanto a aquellos que necesitan expresar su dolor como a los que necesitan vivirlo más íntimamente».
Darse permiso para sentir
Ana Cuevas, junto a su colega Ángela Sastre, atiende en su consulta en el COF Diocesano a numerosas personas y familias que buscan alivio ante la pérdida. Un proceso que cada persona asume a su ritmo. «El duelo es una situación tan rompedora en la vida que todo lo que nos pasa mientras tanto es normal. Por eso debemos permitirnos estar mal, pero también estar bien, sin culparnos por tener momentos de risas o de alegría. Hay que escucharse a uno mismo y darse permiso para sentir lo bueno y lo malo. Cuando estamos en duelo es fácil que no nos reconozcamos a nosotros mismos y es conveniente compartir el dolor con los más cercanos. En cuanto a aquellas personas que acompañan al doliente, deben tener en cuenta que este necesita ser escuchado sin que se le juzgue para que drene todos sus sentimientos. El dolor por una persona fallecida a la que queremos no desaparece nunca. Pero podemos decir que tenemos superada una pérdida cuando el dolor es tan bajo que nos permite vivir y disfrutar», concluye.
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