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Lo más complicado es el encaje legal. La letra dice que la enseñanza obligatoria es hasta los 16 años, pero la realidad dice, tozuda, que ... las niñas gitanas se exponen, desde que pisan el instituto, a quedarse comprometidas muy pronto y a tener hijos con menos de 15 años. «Están aquí tan a gusto. Salen de aquí y en uno o dos años están en la calle porque no van a la Secundaria. ¿Por qué? Porque es un nivel muy alto, es una estructura que no está pensada para acoger a esta población que está aún en proceso de educabilidad...», explica Alberto Rodríguez, director del colegio Cristóbal Colón.
Su plan es dotar un aula con cunas y cambiadores para que las niñas-mamás, «más de 10 y 15» en el barrio, vuelvan al centro, «donde fueron felices, donde sienten un arraigo», dos o tres días a la semana. Para aprender competencias profesionales, a través de talleres, y simultáneamente para ayudar a enseñar a los pequeños del centro a leer y a escribir. Al mismo tiempo, podrían organizarse con las demás 'niñas-mamá' para cuidar a los bebés y socializar entre ellas. El objetivo primero es conseguir que sus propios hijos empiecen a escolarizarse desde la primera etapa de Infantil. Y el segundo, para que intenten lograr una cualificación profesional, como ya se hace en Alemania, a través de una acreditación de competencias, y puedan optar a un futuro empleo. O, por qué no, a formar una cooperativa para cuidado de niños, o de arreglos de ropa de segunda mano. «Que las dejen aquí de los 12 a los 16 años», pide Bertoni, al modo de los Centros de Educación Obligatoria del medio rural. «Imbroda lo va a hacer en zonas de exclusión [en Andalucía], ¿por qué no lo hacen aquí? Tengo trescientas firmas solicitando que se queden aquí. Probemos. Todos los años pasa lo mismo, van al instituto en septiembre y vuelven. Y les tengo que dejar fuera. ¿Por qué no les damos una solución?
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