El camino de Javier a una nueva vida en Valladolid: «Vivía en una familia que no era como la de mis amigos»
Javier dejó su casa con 17 años para ganar seguridad lejos de una situación de abandono en la que llegó a pesar 156 kilos. Fundación Adsis le acompaña en su camino hacia la autonomía adulta
La casa de Javier (Valladolid, 2001) tenía todo lo necesario para ser casa –sus paredes, su tejado, su baño, la tele, los muebles, la cocina–, ... pero muy poquito de lo imprescindible para que alguien pudiera llamarlo hogar: el cariño, los cuidados, el respeto, la confianza y seguridad.
Javier vivía con sus padres, ya jubilados, en una casa que apenas pudo considerar su hogar. Compartían el mismo techo y en realidad poquito más. «Yo vivía en una familia que no era como la de mis amigos», cuenta Javier. Su padre tenía problemas con la bebida. Las peleas eran habituales. Hubo, también, episodios de maltrato. Un «abandono» continuado.
Javier recuerda aquellos días en los que, de pequeño, nadie iba a buscarlo al colegio y él esperaba, esperaba y esperaba, durante más de hora y media, a la puerta de clase, aunque lloviera e hiciera frío, para que alguien lo fuera a recoger. Recuerda tantas jornadas en las que no había comida en la mesa y había que recurrir a pizzas, a hamburguesas, a cualquier cosa rápida o precongelada con la que combatir el hambre. «Cada uno comía por su cuenta, no nos sentábamos juntos la mesa, nadie se preocupaba por cocinar o que hubiera comida sana», cuenta Javier. Los malos hábitos provocaron que el adolescente llegara a pesar 156 kilos. «Todo eso generó en mi una dejadez absoluta. A la hora de comer, pero también en mis estudios. Yo nunca he sido muy aplicado, aunque en el colegio me decían que era listo, que si me esforzaba un poco me iría mejor. Pero en casa no había hábito de estudios, nadie se preocupaba».
Una casa que no era hogar.
Y que Javier abandonó en octubre del año pasado, cuando tenía 17, todavía menor de edad.
Ese día, recuerda, hubo una fuerte discusión. Una pelea mayúscula que alertó a los vecinos. Llamaron a la Policía. Y los servicios sociales tuvieron que intervenir. Confirmaron que en aquella casa había «un problema de abandono de hábitos, de afectos». Javier salió de allí y halló refugio y apoyo en la Fundación Adsis, entidad que ofrece hogares seguros, programas de acompañamiento educativo, formativo y laboral a menores tutelados y también a jóvenes que, después de cumplir los 18, necesitan una red para emprender de forma autónoma su vida adulta.
«Los menores tutelados tienen garantizada plaza, si no es un centro es en otro. Pero esa garantía no llega a los jóvenes que ya pasan los 18, porque las plazas en los servicios de transición a la vida adulta son limitadas», explica Aurora Corona, responsable de Adsis en Castilla y León. Además, la pandemia ha hecho que las solicitudes de acceso a este programa sean mayores. Se han acentuado las dificultades económicas, porque el confinamiento «ha agravado» problemas, «ha puesto de manifiesto con más virulencia aquellas situaciones de convivencia que ya no eran buenas». «A veces, las relaciones con los padres no son óptimas, hay jóvenes que con 18 años salen de sus casas, se encuentran en la calle y la pandemia ha hecho más necesaria que nunca una vivienda».
Adsis trabaja con un programa de preparación a la vida independiente (con 12 plazas para menores) y uno de transición a la vida adulta, en el que están adscritos jóvenes que ya han cumplido los 18, que al ser mayores de edad deben abandonar los centros de menores («cambia su estatuto jurídico y ya no tienen ese apoyo económico, emocional y de vivienda») y que necesitan un respaldo antes de lanzarse solos a la vida adulta, con servicios complementarios como 'Enlace', un programa de acompañamiento voluntario para estos jóvenes.
Ejemplos de éxito desde Dubái
«Los cambios y los éxitos son paulatinos, se consiguen poco a poco», explica Soledad Benito, educadora social de Adsis. Por eso, asegura, reconforta tanto cuando jóvenes que pasaron por estos servicios de transición a la vida adulta regresan, años después, para hacer una visita a aquellos que les ayudaron en un momento complicado de sus vidas.«Es muy gratificante cuando vienen a verte jóvenes que ya han formado sus familias, han encontrado trabajo... Hay casos de chavales que llegaron solos desde sus países, en patera, agarrados a los bajos de un camión, y que ahora han mejorado sus vidas, han tenido hijos. Uno de estos casos es el de una chica que estuvo con nosotros, estudió Enfermería, ahora ha encontrado trabajo en Dubái. Y durante el confinamiento nos donó dos ordenadores portátiles para que pudiéramos seguir con nuestros servicios 'on-line' para atender a jóvenes como fue ella.Ese es un caso claro de éxito», dice Benito.
Javier, hoy ya mayor de edad, reside en una de esas dos viviendas que tiene Adsis para ayudarle a lograr su autonomía vital. «El principal objetivo es ofrecer herramientas, habilidades, destrezas y competencias para que sean capaces de vivir su propia vida, para lograr su independencia, su emancipación, porque seguramente el regreso a las casas de donde salieron no es el adecuado», explican desde Adsis. Para ello, refuerzan los programas educativos y de inserción laboral (tienen contacto con 70 empresas). «El reto es que dejen atrás esa vida de desprotección o exclusión social en la que vivían y que puedan lograr la autonomía personal», explica Soledad Benito, educadora social, compañía de Javier en este proceso.
«Cuando salí de casa de mis padres y vine a vivir aquí estaba nervioso. Tenía miedo. Pero desde el principio vi que iba ser lo mejor para mí, que aquí empezarían a cambiar las cosas, que sería un giro bueno en mi vida», explica Javier. La primera transformación ha sido física. «Lo primero que hicimos fue ir a un endocrino, ponerme a dieta, empezar a comer sano. He perdido ya casi 60 kilos. Ahora peso 91 y todavía puedo conseguir más. Me fijo metas poco a poco y las voy consiguiendo. Heempezado además a hacer deporte y he descubierto que me gusta».
Aunque su gran pasión, asegura, son los videojuegos. El curso pasado terminó Secundaria (el apoyo de Adsis ha sido también clave para concluir los estudios, después de cursos de repetición y malas notas), ha iniciado un ciclo de grado medio vinculado con la informática y no descarta llegar a la Universidad y formarse para la programación de videojuegos. «He cogido hábitos de estudios, al vivir en un piso aprendemos a ganar independencia... El camino que veo por delante es bueno», dice Javier, quien ha retomado además el contacto con unos hermanos, por parte de padre, con quienes no había convivido, a quienes apenas conocía y de los que ha aprendido«unos valores muy importantes de responsabilidad». Y también la ilusión, la motivación para marcarse objetivos. Yconseguirlos. Javier ha encontrado una nueva casa desde la que, esta vez sí, empezar a construir su propio hogar.
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