Basilio, el vallisoletano que sigue entrenando con 82 años
Fue boxeador, atleta y tirador al plato. Tras superar una enfermedad que le dejó inmóvil, sigue acudiendo a la FMD, donde es el socio más antiguo
A Basilio Gómez del Hierro se le iluminan los ojos cuando habla de deporte. Está a punto de cumplir 82 años, pero su entusiasmo y ... su vitalidad hacen pensar en alguien mucho más joven. Cada mañana, este vallisoletano cruza las puertas del polideportivo Huerta del Rey como quien entra a su segunda casa. No es para menos ya que él es el socio más antiguo de la Fundación Municipal de Deportes (FMD) de Valladolid, y lleva casi medio siglo acudiendo allí a diario, sin interrupción. «Me apunté en 1978, fui de los primeros y soy socio desde entonces. Nunca me he dado de baja», cuenta con orgullo. Su carné de entonces, ya gastado por el tiempo, conserva todavía el número 399. «Ahora seré el número uno», continúa.
Su historia con el deporte comenzó cuando tenía apenas 16 años y quiso probar suerte sobre un ring de boxeo. «Acompañé a un amigo al gimnasio y acabé subiéndome yo al cuadrilátero. Me dieron un golpe grandísimo y acabé tirado en el suelo, pero me levanté y pedí al entrenador que me enseñara a golpear», recuerda riendo. Tres años duró su romance con el boxeo, durante los cuales, pudo se hizo un hueco dentro del circuito regional. Después vinieron el judo, el pádel, el bádminton, el futbol, el tiro al plato, el atletismo, donde corrió en varias ocasiones con el Club Trotapinares distancias de más de 30 kilómetros y hasta el piragüismo, donde tenía de compañero de entrenamientos al mismísimo Narciso Suárez. «He sido siempre muy competitivo. Si hacía algo, era para hacerlo bien. No me gustaba perder ni cuando jugaba al parchís y puedo presumir de no haber hecho nunca trampas. Siempre he apostado por el juego limpio», confiesa. De todas estas disciplinas, la que más alegrías le ha dado ha sido el foso olímpico, una modalidad de tiro al plato en la que llegó a representar a Valladolid en varios campeonatos de España. «Tengo en casa una vitrina con más de treinta trofeos», presume este veterano.
Siempre compaginó la práctica deportiva de alto nivel con su oficio de electricista de automoción en su propio taller Hermanos Gómez del Hierro. Pero hace apenas cinco años, su cuerpo dijo basta. Una artritis gotosa le inmovilizó las articulaciones y le dejó en silla de ruedas. «Fue terrible. No podía mover ni los brazos ni las piernas. Me tenían que ayudar para todo», recuerda con emoción. Los médicos le advirtieron de que sería difícil recuperar la movilidad, pero Basilio decidió que aquello no iba a poder con él. «Gracias al deporte y a la rehabilitación pude salir adelante. Al principio era desesperante, pero poco a poco fui recuperando fuerza. Hoy vuelvo a hacer gimnasia cinco días a la semana», explica.
Cada día llega temprano a la sala de máquinas del polideportivo, donde pasa más de dos horas haciendo ejercicios de mantenimiento, abdominales y estiramientos. Y entre ejercicio y ejercicio, siempre tiene tiempo para compartir charlas y repartir consejos con sus compañeros de gimnasio. Allí es toda una institución. «Me gusta mucho socializar y si puedo ayudar a los demás con alguna recomendación para que calienten los músculos o que hagan mejor un ejercicio, lo hago», añade. «Basilio es el rey de los abdominales. Nadie los hace mejor que él», le alaba uno de los habituales en la sala de máquinas.
Lucía Bragado es una de las monitoras de la Fundación Municipal de Deportes que le ayuda cada día a entrenar. Ella asegura que Basilio es un ejemplo para todos. «Es pura constancia. Trabaja duro, viene siempre con una sonrisa y nunca se pone excusas. Tiene una fuerza de voluntad increíble», afirma. «Además, aquí no solo entrena el cuerpo. Socializa, se ríe, anima a los demás… eso también es salud», añade.
Quizá por eso Basilio insiste en que el secreto para conservarse también a los ochenta y tantos, está en mantenerse siempre activo. «A mi edad, si no haces nada, se te caen las carnes de los brazos», dice entre risas. «Hay que hacer algo, aunque sea despacio. El ejercicio te da alegría, te cambia el ánimo», aconseja.
Su vitalidad impresiona. A pesar de haber practicado casi todos los deportes imaginables, salvo la natación porque «se le daba fatal», reconoce, este veterano se considera «uno más» en el gimnasio. «Yo no soy ningún héroe. Simplemente no quiero quedarme quieto», asegura mientras coge el rodillo y se pone a hacer abdominales imposibles. El es un buen ejemplo de que el deporte fortalece el cuerpo y también la mente y la voluntad. «He pasado por momentos muy duros. Quedé postrado en una silla de ruedas, pero sigo aquí. Y mientras pueda, seguiré viniendo a hacer deporte», concluye, antes de coger unas mancuernas que ya tiene grabado su nombre.
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