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Medio siglo después de haber compartido aulas, turnos imposibles y grandes sueños, 40 antiguos alumnos de la Escuela de Enfermería de Valladolid se reunieron este ... viernes para celebrar el 50 aniversario de su graduación. El encuentro estuvo plagado de abrazos y viejas anécdotas y marcado por la huella que a todos les ha dejado una profesión vivida desde la más absoluta vocación.
La mayoría eran vallisoletanos, pero también acudieron a la cita compañeros llegados desde Burgos, Palencia, Oviedo, Málaga y Aragón, de donde procede José Luis Polo Gascón, quien recordó con humor, «yo era el único aragonés. Vivía casi dentro de la facultad. Tengo mil historias de aquí, con las que podría escribir cinco libros».
La jornada comenzó en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, donde celebraron una misa en memoria de los compañeros fallecidos. Después, estos veteranos enfermeros visitaron el anfiteatro de la facultad de Medicina, donde tantas horas pasaron dando clase. También recorrieron la escuela de enfermería, donde las chicas vivieron internas sus primeros años. «Nos hacía mucha ilusión volver a este lugar donde pasamos tantas horas juntas, tantas vivencias. Fueron años muy intensos», comentaba Celia Cáceres, una de las organizadoras del evento.
«Ha sido muy emocionante reencontrarnos. Muchos no nos veíamos desde hace 50 años. Pero ha sido como si no hubiera pasado el tiempo», añadía Geno López, que es la única del grupo que sigue en activo, trabajando esporádicamente como perfusionista en la medicina privada. Ella es una de las más de 90 mujeres que conformaban una promoción mayoritariamente femenina —con ellas estudiaron unos cuarenta hombres— y que vivieron sus años de formación en régimen interno, como recordaba con gracia Lola Bielsa, «nos obligaban a estar internas el primer año y ellos nos venían a rondar los fines de semana. ¡Qué tiempos!».
Algunos, como Manuel Lavín, utilizaron la base de la enfermería como trampolín a otras especialidades. «Yo solo trabajé como enfermero cuatro años. Después estudié Fisioterapia, pero si no fuera por la enfermería, no habría sido el profesional que creo que he sido. Las chicas estaban obligadas a dar prácticas. Nosotros no y finalmente nos terminaron de formar ellas, que eran nuestras compañeras y sabían más que nosotros. Eso tenemos que agradecérselo», recalca.
Las anécdotas no faltaron durante la jornada. Lourdes Montero, llegada desde Málaga, provocó risas al recordar el castigo que recibió por parte de las monjas por besar a su hermano en los pasillos del internado. «Era tan estricto todo… que por eso me cayó la primera guardia como castigo. Luego, eso sí, me dieron matrícula de honor los tres años». Lourdes acabó su carrera en Hematología, tras haber trabajado como supervisora en Radiología y en un servicio de urgencias móviles en el País Vasco en plena actividad de ETA. «Fueron años duros, pero también apasionantes. Vivimos la época de los primeros trasplantes. La profesión me ha dado más de lo que yo he dado», señaló.
Este día de recuerdos compartidos significó mucho para todos enfermeros, que coincidieron en señalar que, para ellos, la enfermería no fue solo una profesión, sino una forma de entender la vida. «Después de 50 años, lo que más nos une es esa sensación de haber vivido algo muy grande juntos», decía emocionada Lola Bielsa, matrona jubilada tras más de cuatro décadas de servicio. «La Escuela nos marcó para siempre».
Mientras se hacían fotos con la antigua orla, Mari Cruz Collantes, explicaba por qué ella aparecía con una cofia diferente a la que llevaban sus compañeras. «La mía es una cofia alemana. Yo estudié en Alemania enfermería. Vine para acá y tuve que convalidar el título acudiendo a las clases durante medio año de primero, segundo y tercero de aquel momento. Primero trabajé en el hospital viejo, luego en la antigua residencia sanitaria Onésimo Redondo, hasta que abrieron el hospital clínico universitario. Fui una de las primeras en entrar. Éramos muy pocos enfermeros en aquel entonces y había demasiado trabajo», explica esta veterana.
Y así, entre abrazos, fotos con la antigua orla, risas y alguna lágrima, este grupo de exenfermeros brindó por los que ya no están y por el orgullo de haber sido parte de una generación que hizo historia con bata blanca.
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