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l. negro
Domingo, 16 de octubre 2016, 12:07
Iba para odontólogo y durante algún tiempo también trabajó en una farmacia, pero cuando entró en contacto con el mundo de la hostelería, supo que aquello era lo suyo. Es Borja López-Murias García (35), un vallisoletano que pese a su juventud tiene una gran experiencia en el emprendimiento y que acaba de montar su última empresa Gastromorfosis S.L., desde la cual gestiona el nuevo restaurante Atypikal, en el barrio de Villa del Prado. No está solo en esta nueva andadura profesional. Su socio y amigo Iván Gil Gamazo (33), abogado de profesión, ha confiado al cien por cien en su saber hacer y juntos lideran este proyecto de hostelería.
Borja empezó trabajando en un restaurante de Equinoccio como camarero. Pronto llegó a ser encargado y hace cuatro años le surgió la posibilidad de montar su propio restaurante, Bucaré. Más tarde se hizo con la gestión de otro, que acabó vendiendo, y hace tres años adquirió Prima Volta, todos ellos en Río Shopping. «También monté una heladería en la Estación Gourmet. Siempre me he decantado por negocios dentro de centros comerciales, porque era lo que más conocía y donde más seguro me sentía», explica Borja.
Hace un año empezó a darle vueltas a la idea de montar un nuevo restaurante. Quería algo sofisticado y totalmente novedoso en Valladolid. Tenía muy claro el concepto de negocio y el lugar donde hacerlo realidad, el barrio de Villa del Prado. Afirma sentirse muy orgulloso del resultado final ya que, según él, ha sido una apuesta muy arriesgada. «En mis anteriores negocios me tuve que ceñir a lo que marcaran las directrices del propio centro comercial. Aquí he podido desarrollar mi idea tal y como yo la tenía en mi cabeza. Atypikal es el resultado de un proyecto muy pensado y que me satisface por completo. Ahora son los clientes los que tienen que decidir si quieren venir o no y, de momento, la respuesta no puede ser más positiva. Valladolid es una ciudad complicada para emprender. Lo cierto es que si no hubiera tendido el respaldo de las otras empresas, no hubiera podido montar este restaurante», comenta este hostelero.
La principal dificultad que se encontraron Borja e Iván, durante la puesta en marcha, fue con la negociación del local. Lo tienen en régimen de alquiler con opción a compra. Por lo demás, la gestión burocrática no les planteó ninguna dificultad. El seguro del local lo contrataron con su oficina del BBVA en la calle Monjas, a través de la cual también recibieron un crédito para la compra del mobiliario de la terraza.
«Se trata de un nuevo concepto en hostelería 360 grados. Abrimos a las 8 de la mañana para ofrecer desayunos. Luego damos tapas y vermuts y más tarde comidas. Por la tarde ofrecemos servicio de copa premium y coctelería y por la noche cenas y copas de última hora», informa este emprendedor, que asegura que por su establecimiento pasan de media 320 personas al día.
«Ofrezco comida tradicional, ya que según mi opinión, si ésta no es buena, el desarrollo de la comida fusión, tampoco puede ser bueno. Pero mi especialidad es la fusión mediterráneo-japonesa», indica este emprendedor, cuyo platos estrella son los huevos rotos japoneses y las costillas de kobe a baja temperatura con salsa de teriyake. Tienen una cocina de mercado en la que se varían los platos de forma semanal, por lo que no tienen carta. Los productos utilizados siempre son de temporada, primando sobre todo el atún rojo y el cerdo ibérico de producción propia, de ahí que su logotipo sea un pez con cabeza de cerdo.
Experiencia integral
Pero la innovación y la originalidad no está sólo en sus platos ni en la forma de servirlos, sino que Borja quiere ofrecer a sus clientes una experiencia integral, que comienza por la propia visita al establecimiento. La decoración no deja indiferente a nadie, con referencias coloniales y modernas y elementos decorativos adquiridos en tiendas de antigüedades de Valladolid, Madrid y Barcelona y otros propiedad de la familia. Su cocina abierta al comedor permite a los clientes observar en todo momento cómo se preparan sus platos.
Según Borja, formar una plantilla sólida no es algo que se consiga en unos pocos meses. Actualmente cuenta con 10 empleados y están en proceso de selección para ampliar el equipo. Entre sus proyectos de futuro está abrir un nuevo Atypikal en Salamanca y un centro de tapas con amplias referencias de vinos en el centro de Valladolid. «Cuando este negocio se estabilice, me pondré con ello». El precio medio del cubierto son unos 35 euros, y existe un menú del día por 14 euros. «El restaurante ha evolucionado mucho más rápidamente de lo que pensábamos. En estos meses hemos tenido tanta afluencia y hemos generado tanta expectación, que a veces no nos da tiempo a subsanar pequeños detalles. Nuestra cocina requiere mucho tiempo, mucho estudio y mucha prueba de producto y. el tiempo es precisamente lo que nos falta», asegura.
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