Alumnos de Peñafiel participan en un taller de poda en la bodega Cepa 21

Bajo un sol que empieza a repartir justicia veraniega, los alumnos de sexto de Primaria del colegio La Inmaculada, de Peñafiel, se sumergieron ayer en un mar de interior, toda una costa verde de viñedos para recibir una clase maestra en viticultura. Los escolares asistieron a un taller didáctico de poda en verde. Se descapotó el aula y se trasladó a las viñas que la bodega ribereña Cepa 21 del Grupo Emilio Moro tiene plantadas alrededor de sus instalaciones, en el término municipal de Castrillo de Duero, pegaditas a la nacional 122. Con unas magníficas vistas del valle del Duero, gracias a la ubicación en ladera de la elaboradora, los chavales disfrutaron mientras eran instruidos por Alicia Herrero, responsable de enoturismo de Cepa 21.

Lo primero fue dar unas nociones sobre el proceso vegetativo de la planta, la cual, tras regalar su fruto en otoño, entra en el letargo invernal del que despierta en primavera entre lágrimas de savia. Los primeros calores primaverales hacen que la vid brote en todo su esplendor, algo que, como explicó Alicia, se ha adelantado este año por las altas temperaturas de las últimas semanas. Es entonces, entre mediados de mayo y principios de junio, cuando se procede a realizar la poda en verde, una tarea primordial en la que empieza a gestarse un gran vino, indicó a los atentos escolares, a quienes también dijo que «esta poda es muy importante para las bodegas, pero hoy por ayer vamos a hacer que sea algo divertido».

Antes de meterse en faena entre líneos de cepas, la responsable de enoturismo contó a los escolares cuál es el objetivo del trabajo que estaban a punto de llevar a cabo sobre el terreno. Les aclaró que esta tarea, ante la exuberante brotación que de manera natural experimenta la vid con los primeros calores, se ha de ejecutar para dejar el número justo de yemas y pámpanos para que la cantidad de racimos que de ellos crezcan sea el deseado y así puedan recibir todos los nutrientes y alimentos para alcanzar la máxima calidad, algo que luego es transmitido a los vinos.

Una vez impartida la teoría, llegó el momento de ponerse manos a la obra. En pequeños grupos, los niños se emplearon concienzudamente en realizar la poda en verde con el instrumental habitual, las propias manos. Algunos dejaron buena muestra de su destreza en un entorno que les es familiar, pues sus progenitores están vinculados al sector bodeguero o viticultor. Una vez convertidos en consumados viticultores, los matriculados en La Inmaculada penetraron en el interior de la bodega, donde se les explicó todo el proceso de vinificación: desde que entra el fruto y fermenta, hasta que posteriormente «como si de un niño inquieto se tratase, el vino pasa a las barricas donde se tranquiliza», reposa y duerme hasta el momento de embotellarse, reveló Alicia.

Mora, fresa y regaliz

La lección finalizó con la cata de un mosto maridado con gominolas de mora, fresa y regaliz, para así dar a conocer a los chavales los tres sabores principales que suelen presentar los vinos de la Ribera del Duero por el tipo de uva con el que se elaboran, la tempranillo, y por su paso por la madera de las barricas.

Como explica la directora de La Inmaculada, Eva Moro, esta actividad lectiva es una propuesta de Emilio Moro y Cepa 21 «que nos encajaba muy bien con nuestro proyecto escolar de emprendimiento, en el que intentamos inculcar a los niños que es posible quedarse aquí, en la zona, que hay muchas salidas, a la vez que queríamos que nuestros alumnos conocieran más profundamente este mundo del vino que nos rodea». A su juicio, «en la zona en la que estamos, los jóvenes pueden tener un buen futuro en el mundo del vino y en todo aquello que le rodea, como puede ser el enoturismo. Hacia ahí también les queremos enfocar, no solo para que trabajen en bodegas, sino para que creen cosas y productos nuevos».