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EDUARDO MARTÍNEZ RICO
Lunes, 22 de agosto 2011, 02:53
Qué es Dios?, me pregunta mi hermano José Manuel. Las preguntas de mi hermano, a veces, son como las de los niños, tan geniales. Reflexiono un poco, tranquilo, y contesto en seguida, tratando de decir la verdad de lo que pienso. Dios es algo superior a nosotros, más grande que nosotros, que está más allá de nuestro entendimiento y comprensión. Pero debemos hablar a Dios en nuestro lenguaje, es decir, debemos hablarle, en el fondo, como si fuera uno de nosotros, como si fuera nuestro padre, que es lo que recomendaba Jesús. Un padre es alguien mayor que nosotros, superior a nosotros, fundamentalmente por edad, por experiencia, por el respeto que le debemos, y porque es nuestro padre; pero también es alguien que nos ama por encima de todas las cosas. Así es Dios.
Dios lo puede todo y lo sabe todo, o casi todo, o lo va sabiendo, siempre siguiendo sus guiones, sus planes, pero sus senderos, efectivamente, son inescrutables, y nunca sabemos si lo malo que nos ocurre finalmente va a ser para bien, o si lo que es para bien va a conducir a algo malo. Quizá ese malo tenga un fin bueno finalmente. Yo creo que Dios solo puede querer nuestro bien, y que sus planes, aunque nos puedan parecer incomprensibles y a veces duros de digerir, tienen un sentido, y que ese sentido es beneficioso para nosotros.
Por otra parte yo creo que Dios es todo, es decir, el Universo, los planetas, las estrellas, los animales, los paisajes, el cielo y nosotros. Dios es todos y todo, y todos participamos de él. Dios es una presencia más allá de toda presencia, pero incluyendo dicha presencia. Es todo, pero al mismo tiempo es más que todo; está dentro y fuera del escenario. Con esto el Universo puede tener límite de espacio y límite de tiempo; puede tener fin. Pero Dios perdurará porque está más allá de esto.
Dios siempre nos acompaña. Dios nos inspira si le escuchamos con los sentidos de dentro. En Dios está nuestra salvación, de este instante y del siguiente, de todos los instantes. Dios nos quiere; de lo contrario no nos habría creado.
Siempre he creído en Dios, siempre he pensado que existía, le digo a mi hermano. Fui un niño muy creyente, de mucha fe, y esa fe ha venido conmigo siempre. He pensado mucho sobre Dios, pero nunca he dudado de su existencia. La fe, si se tiene, es muy robusta. Me he podido hacer más ecléctico; he enriquecido mi concepto de Dios, aunque le sigo rezando como le rezaba cuando era niño, tal y como me enseñaron a hacerlo los sacerdotes de mi colegio, tal y como yo interiorizaba la fe en las misas o en las celebraciones religiosas.
Además, siempre me han gustado las historias de la Biblia. Considero a Jesús como un hermano mayor y a Dios, mi padre.
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