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Una joven estudia las ofertas inmobiliarias de uno de los tablones de anuncios de la Universidad de Valladolid / R. Gómez
VALLADOLID

Comparto piso... ¡Qué remedio!

Los universitarios pagan por una habitación entre 150 y 300 euros, en función de la zona, los gastos e, incluso, la conexión a Internet

TERESA LAPUERTA

Domingo, 24 de julio 2011, 11:47

Compartir un piso no solo es la opción más económica para cualquier estudiante universitario que aterriza en Valladolid, sino que cada vez lo es más. Mientras las residencias y colegios mayores han incrementado las tarifas en los últimos años -aunque en algunos casos de forma simbólica- el mercado del arrendamiento compartido mantiene sus precios. Hoy, como hace un lustro, se puede encontrar una habitación amueblada con derecho a baño, cocina y televisor por 150 euros al mes, aunque si el alumno busca un apartamento completo de uso exclusivo, deberá tirar de su cartera (o de la de sus papás) hasta los 400 euros.

El estancamiento del mercado inmobiliario y el cada vez mayor 'stock' de viviendas tienen la culpa tanto del anquilosamiento de los precios como de la abultada y variada oferta de pisos, que de forma particular, a través de Internet o, en menor medida, desde las inmobiliarias tradicionales, se pone a disposición de los estudiantes. Los papeles con números de teléfono recortables en las fachadas de las viviendas, en el mobiliario urbano o en los tablones de anuncios proliferan estos días como los hongos en otoño, coincidiendo con el periodo de matriculación en las universidades públicas y privadas. «Quienes no consigan cerrar el alquiler en julio se arriesgan a tener el piso vacío todo el año», explica José, minutos antes de 'pinchar' su oferta en la Facultad de Filosofía y Letras de la UVA.

Portal de referencia

«Habitación independiente en el centro». «Busco compañer@s de piso no fumadores para el curso 2011-2012». «Alquilo habitación en ático con garaje (Parquesol)». «220 euros, incluye ADSL. Habitación en Paseo de Zorrilla frente al Campo Grande». Estos son solo algunos de los ejemplos de las ofertas que circulan por la ciudad o, en este caso, por la Red, ya que se trata de propuestas de pisos.com. El portal inmobiliario, líder del sector en Valladolid, dispone del mayor abanico de inmuebles de la provincia, con más respuesta y tráfico de usuarios, y cuenta con una subsección, pisocompartido.com, que supera los 42.000 anuncios en España.

Aunque los estudiantes continúan acaparando gran parte de la demanda de habitaciones, el director general del portal, Miguel Ángel Alemany, hace un análisis algo más complejo de la realidad y asegura que en los últimos años el concepto de temporalidad que irremediablemente estaba unido a la práctica de compartir piso ha evolucionado. La crisis ha convertido las habitaciones en alquiler en una solución que trasciende el periodo universitario o los primeros años de la trayectoria laboral.

«La falta de solvencia modifica las tendencias: los que no pueden comprar, alquilan; los que no pueden alquilar, buscan piso compartido, y los que compraron pero tienen dificultades para llegar a fin de mes, ponen en alquiler habitaciones», explica Alemany, quien añade que el mercado se dirige cada vez más a los jóvenes que necesitan independizarse e, incluso, a personas de cualquier edad con dificultades para pagar otro tipo de vivienda.

En el caso de los estudiantes, el precio del alquiler depende de la ubicación del inmueble y de las condiciones en las que se encuentra, pero también de cuestiones como el garaje, la existencia de conexión a Internet -los jóvenes prefieren el ADSL al ascensor-, la cobertura o no de los gastos de comunidad y la participación mayor o menor del inquilino en los gastos corrientes.

Andrés asegura que lleva quince años sin subir el precio de su piso en la calle Moradas. Ofrece tres habitaciones con salón, cocina y baño y pide por cada una de ellas 150 euros al mes. Ha tenido estudiantes de larga duración - «de esos que repiten tres o cuatro años» - pero ahora empieza de cero, un problema para cualquier propietario que se inclina por arrendar el piso a universitarios. Andrés, al igual que la mayoría de los dueños, tiene claro que no es un gran negocio, pero «siempre es mejor que tenerlo vacío y pagar los gastos».

Los abandonos a mitad de curso por incompatibilidades entre los inquilinos, los destrozos en el mobiliario y, sobre todo, la ausencia de ingresos durante los meses de julio y agosto, son los problemas principales a los que se enfrentan este tipo de arrendatarios frente a los habituales. La mayoría de los contratos -más o menos legales- se firman por diez meses, el periodo del curso escolar, y el estío no solo no se rentabiliza, sino que suele emplearse en arreglar desperfectos.

Más afortunada es Carmen, que después de seis años alquilando su piso de la zona del Clínico, continúa «teniendo la casa impecable». Aunque los propietarios suelen preferir mujeres, su experiencia personal es que los «chicos dan muy buen resultado» y ahora busca uno que quiera compartir el apartamento con dos inquilinos ya veteranos. «El tercero ya ha nos ha dejado, porque se ha ido a trabajar a Inglaterra. Yo he tenido suerte, porque se quedan varios años e, incluso, me dan una pequeña cantidad para dejar sus cosas durante los meses de julio y agosto. También es verdad que no subo el precio. Sigo pidiendo 160 euros al mes», explica.

El Secretariado de Asuntos Sociales de la Universidad de Valladolid también trabaja en dos líneas de actuación para facilitar el alojamiento a los jóvenes universitarios. La primera es una bolsa de alquiler de pisos, integrada en la llamada Bolsa de Servicios. Desde ella se gestionan anualmente un millar de demandas de estudiantes que solicitan información puntual sobre alquileres tanto de viviendas compartidos en sus diferentes modalidades como de alojamientos en familias.

Programas de la UVA

Desde la segunda vía, el programa intergeneracional, la Universidad propone tres posibilidades a los estudiantes: los alojamientos compartidos y los apartamentos Julián Humanes y Luis Suárez. El proyecto de alojamientos compartidos, puesto en marcha en el curso 1997-1998, gestiona una media de 21 experiencias de convivencia al año y consiste en alojar, previa selección, en el domicilio de una persona mayor con unas necesidades determinadas, a un alumno universitario que le pueda ayudar a resolver alguna de ellas. A cambio, el estudiante no debe pagar alquiler por el alojamiento, aunque está obligado a correr con los gastos de todo cuanto consuma dentro de la convivencia (agua, electricidad, gas, teléfono y comida).

Por otro lado, tal y como explica el responsable del servicio, César Vega, el edificio Julián Humanes, propiedad del Ayuntamiento, ofrece 17 apartamentos con capacidad para uno o dos inquilinos, de los que catorce están ocupados por personas mayores, y tres, por universitarios. Los estudiantes no pagan renta, pero se comprometen a echar una mano a los mayores residentes. La propuesta en los apartamentos Luis Suárez es bastante similar, aunque en este caso, los cinco universitarios abonan 150 euros mensuales de renta y se responsabilizan de llevar a cabo alguna gestión para los 17 mayores que residen en las viviendas, también de propiedad municipal.

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