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Escuadra de falangistas, durante un desfile en la Plaza Mayor de Segovia durante los años de la guerra. :: ARCHIVO MUNICIPAL DE SEGOVIA
EL INICIO DE LA GUERRA CIVIL EN SEGOVIA. CAPÍTULO II

¡Viva España!

Destituidas o detenidas las principales autoridades republicanas, militares afines a la sublevación ocuparon sus puestos

POR CARLOS ÁLVARO

Sábado, 16 de julio 2011, 03:35

La mañana del 19 de julio fue decisiva. Antes de las diez, el teniente de Seguridad, Feijoo, se presentó en el Regimiento anunciando su sublevación. Después informó a la Academia de Artillería. Fuerzas militares se dirigieron entonces al Gobierno Civil, donde dieron parte a la Benemérita. Inmediatamente, el gobernador, Chacón de la Mata, era detenido, al igual que su secretario y el comisario. Hacia las once, una camioneta ocupada por fuerzas de la Guardia Civil llegaba a la Plaza Mayor entre vivas a España: «Este grito, que desde hacía cinco meses no podía salir de los pechos de los españoles, oíase sin cesar en inmenso clamor emocional. ¡Ya era hora, España, de que pudiéramos aclamarte! ¡España, España, España! ¡Madre España!», narró 'El Adelantado'. Un oficial seguido de varios guardias subió al Ayuntamiento. Allí estaba el alcalde, el republicano Pedro Rincón; el interventor de fondos, Rogelio Urrialde; el arquitecto Manuel Pagola y otros funcionarios. El oficial dijo: «Tengo el deber de venir a incautarme del Ayuntamiento. ¿Está el señor alcalde?» Rincón apareció a los pocos segundos y preguntó acerca del carácter del movimiento. «Republicano», contestó el oficial. «Nada tengo que oponer entonces -replicó el alcalde-. Estoy a su lado».

De la misma manera se incautaron los guardias de los servicios de Correos y Telégrafos, de la Delegación de Hacienda, de la Audiencia Provincial y del resto de edificios oficiales. Esa misma mañana, el comandante de la Guardia Civil Joaquín España se hizo cargo del Gobierno Civil, y una batería del Regimiento declaró el estado de guerra. Pero la confusión persistía. Los militares llegaron al Azoguejo dispuestos a leer un bando para informar de la nueva situación. La plaza estaba llena de gente, pues era domingo y había mercado. Los muchos obreros que allí se encontraban pensaron que los soldados de Segovia permanecían leales y los recibieron con los puños en alto y vivas a Rusia. El capitán suspendió la lectura del comunicado y pidió a las tropas que reprimiesen tal manifestación si volvía a producirse. El Azoguejo se despejó en cuestión de segundos. La República había sucumbido.

Lo sucedido en la capital no se extendió al resto de la provincia hasta pasados unos días. La ausencia de efectivos de la Guardia Civil -todos habían acudido a la ciudad el día 17 reclamados por el gobernador civil- favoreció la organización de las agrupaciones obreras e izquierdistas en pueblos como San Ildefonso y Valsaín -principales «reductos socialistas» de la provincia, en palabras del marqués de Lozoya-, El Espinar, Coca, Cuéllar o Nava de la Asunción. Pero los defensores de la legalidad republicana resistieron el tiempo que tardaron en llegar los guardias civiles y las primeras escuadras de falangistas, muchas procedentes de Valladolid, que se dedicaron a destituir gestoras del Frente Popular y a hacerse con el control de los municipios. En el caserío de Prados, entre San Rafael y Segovia, se produjo el 20 de julio el primer enfrentamiento armado de la guerra entre un grupo de obreros y milicianos de El Espinar y guardias civiles que regresaban de Segovia. El incidente tuvo dos actos y se saldó con varios muertos. Sobre los sucesos de Prados confluyen versiones contrapuestas, pero lo cierto es que 32 personas pagaron con la pena de muerte su participación en los mismos. Según Vega Sombría, los obreros fueron fusilados el 23 de abril de 1937 tras haber sido juzgados.

En Segovia capital, las detenciones de los dirigentes y militantes de izquierdas comenzaron pronto, en las horas que siguieron a la declaración de guerra; mientras, la huelga general convocada desde Madrid era secundada por numerosos empleados, entre ellos los trabajadores de El Adelantado. El diario vespertino no volvió a salir a la calle hasta el día 27, ya bajo una férrea mordaza militar. El Heraldo publicó su último número el día 19. Las fuerzas sublevadas iniciaron entonces una represión implacable que pronto adoptó los matices más siniestros. «Las primeras víctimas de militares y fascistas eran los gobernadores civiles que habían defendido la legalidad -explica Santiago Vega-. Después, los alcaldes y concejales del Frente Popular y los directivos de las casas del pueblo. Por último, figuraban los intelectuales y profesionales liberales que se habían significado por sus ideas republicanas». El gobernador Chacón de la Mata, de Unión Republicana, fue fusilado en Valladolid en octubre de 1936. Maestros, médicos, abogados, obreros.... El propio Franco amenazaba solemnemente el día 22 de julio: «El que persista en la rebeldía contra el movimiento nacional le espera un negro porvenir de incertidumbre y zozobras... para los que persistan en la hostilidad o pretendan rendirse a última hora no habrá perdón». Las ejecuciones de los desafectos se sucedieron a lo largo y ancho de toda la provincia; también los castigos ejemplares, las humillaciones y las purgas con aceite de ricino, algunas en bares y cafeterías para escarnio público de los sospechosos.

En Labajos

Lanoticia saltó el 24 de julio en Labajos. Una avanzadilla de milicianos de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) que se dirigía a Valladolid se cruzó a la altura de la localidad segoviana con el coche en el que viajaba el jefe de la Falange en Valladolid, Onésimo Redondo, que marchaba en dirección a San Rafael. Cuenta Vega Sombría que en el control se produjo un tiroteo que se saldó con la muerte del joven dirigente fascista y de un acompañante suyo. Horas después, llegaron al lugar los falangistas de Valladolid y, al no encontrar a los autores, fusilaron allí mismo a un vecino y detuvieron a cinco obreros del pueblo que luego fueron ejecutados en septiembre. La reseña que apareció en la prensa del día siguiente habla de «criminal atentado», resultado de un tiroteo contra el vehículo de Redondo.

A las detenciones que sembraban el terror entre la población se sumaron las operaciones militares. Los combates fueron intensos en las cumbres del Alto del León durante la última semana de julio, y la aviación republicana realizó varias incursiones en el cielo segoviano en el mes de agosto. «El bautismo de fuego se recibió en la mañana del 26 de julio, cerca del mediodía. Un avión dejó caer algunas bombas sobre la Dehesa, convertida en esa época del año en eras, en las que laborean sus mieses los labradores del Mercado. Resultaron heridos, no de gravedad, dos muchachos (...) Al día siguiente, otro avión bombardeó la carretera de Hontoria y una bomba mató a un anciano», revela Contreras. El 1 de agosto, el mismo día que los nacionalistas izaron la bandera rojigualda en la Casa Consistorial, el ataque del llamado pájaro negro rozó la Catedral y causó dos víctimas mortales, una mujer y su hijo. Pero el bombardeo más dañino llegó el día 14. Los proyectiles cayeron muy cerca del Acueducto, en la plaza Oriental actual, y mataron a ocho personas, según una nota oficial del Gobierno Civil.

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