La ciudad de las muertes a tiros
Tres refriegas entre clanes, con seis fallecidos, marcaron el primer lustro del siglo XXI
J. SANZ
Sábado, 8 de enero 2011, 12:56
Las reyertas entre clanes gitanos marcaron el comienzo y el final del primero lustro del siglo XXI. Fueron cinco años moviditos en los que la ciudad fue el escenario de trece crímenes, a los que se sumó solo uno más en la provincia, en los que murieron 17 personas. La capital del Pisuerga vivió en ese periodo tiroteos de todos los colores en una espiral de violencia que, por fortuna, tuvo su punto y final con la muerte, a tiros, claro, de los hermanos Serradilla y, de forma accidental, de la mujer de uno de los dos hermanos del clan de Los Píos que pusieron un sangriento colofón a una discusión por la calidad de la cocaína que ellos mismos vendían en su vivienda de la calle Tajo.
Aquel triple crimen, el de peores consecuencias registrado en la pasada década, fue el último vivido en una ciudad que entre 2001 y 2005 acumuló hasta tres tiroteos entre clanes, con seis fallecidos, y un cuarto al ser abatido un atracador cuando huía del asalto a la sucursal de Caja España del Cuatro de Marzo (2 de mayo de 2001). El policía llegó a ser juzgado y absuelto. Hizo lo que debía ante unos delincuentes que llegaron a tomar rehenes. El compinche, Francisco Moro, fue detenido y condenado a 11 años.
Pero si por algo pasará a los anales de la historia aquel 2001 fue por el conocido tiroteo de Arca Real que enfrentó a los clanes de los Ferreruela y los Teixeira por el noviazgo entre dos jóvenes de sendas familias. El 'arreglamiento' para la boda tuvo lugar a media tarde del fatídico 29 de julio en la casa de los segundos, situada en el cuarto piso del número 63. Los asistentes, cerca de una veintena de personas, arreglaron más bien poco y la cita desembocó en una ensalada de tiros que le costó la vida a los hermanos Eduardo y Cipriano Ferreruela. Y gracias. La lista pudo ser mucho, pero que mucho más abultada.
Batiburrillo de testigos
El posterior batiburrillo de testigos y autores lastró la investigación policial y judicial e hizo que solo los hermanos Teixeira, Carlos Rafael y María del Mar, cargaran con la culpa por voluntad propia y fueran condenados a penas de 26 y 12 años por el doble crimen. Su padre, y el resto de posibles implicados, fueron absueltos por falta de pruebas.
Aquel 2001 lo abrió el único crimen sin resolver del lustro, la muerte de una anciana en Delicias en un aparente robo. Al día siguiente, el 20 de abril, murió un joven a puñaladas en el bar Miramar de Pilarica.
El caso más raro, sin embargo, llegaría en septiembre del año siguiente, cuando un pescador enganchó el cadáver de un burgalés de 33 años en un desagüe en las afueras de Laguna de Duero. La víctima llevaba la cabeza cubierta por una bolsa y un bloque de hormigón atado. Un hombre y una prostituta, con la que debió mantener una relación sexual de riesgo, fueron detenidos y exonerados dos años después al no encontrar el juez «indicios de intencionalidad» en la muerte. Luego tiraron el cuerpo a la acequia del río por miedo.
Ese 2002 abrió la veda de los crímenes de violencia doméstica con la muerte a golpes de una joven zamorana de tan solo 18 años -su novio, de 33, fue condenado a 15 años de prisión- y de una madre a manos de su hija en la calle Huelgas -11 años por homicidio-.
Al año siguiente se registraron hasta cuatro crímenes concentrados entre abril y agosto. La muerte de un hombre a manos de su cuñado en Arturo Eyries inauguró 2003. Y fue un caso un tanto singular habida cuenta de que el autor fue absuelto después. El juez dio por buena su versión de que salió en defensa de su hermana y de que fue su marido el que se sacó a relucir una pistola de fogueo que se disparó de forma accidental durante el forcejeo entre ambos. La víctima, además, llevaba una buena ristra de antecedentes a sus espaldas, incluida una condena por intento de homicidio.
Semanas después llegaría una muerte a cuchilladas durante una pelea en unos antiguos gallineros ocupados como chabolas en el camino de Fuente Amarga (San Isidro) y el segundo caso de violencia sobre la mujer del lustro: un anciano mató a golpes a su mujer en el domicilio familiar de la calle Ebro. Entre medias, el 12 de julio, se produjo el atropello intencionado del multimillonario francés Simon Jochimec en Villalar de los Comuneros. Aquel simple accidente de tráfico resultó ser un asesinato orquestado por la mujer, Dominique Louis, la 'viuda negra', y ejecutado por su amante, Jean Claude Vaze -ambos condenados a penas de 28 y 30 años de cárcel-. El autor judicial se quitaría la vida años después, en agosto de 2009.
La media histórica de cuatro crímenes por año se rompió de forma drástica en el 2004. El 15 de junio tenía lugar otro violento tiroteo, esta vez entre los clanes de los Miguelones y los Monchines. Los segundos figuraban por vez primera en la lista de víctimas. Nada menos que cinco miembros de la familia Romero Larralde fueron tiroteados en el mercadillo de la calle La Salud por culpa, como ya ocurriera en Arca Real, de una relación que salió mal entre el autor material de los disparos, Miguel Jiménez -condenado a 34 años de cárcel-, y una joven del clan tiroteado. Un monchín perdió la vida y otros cuatro la salvaron de milagro. La familia fue desterrada al completo para evitar venganzas.
El primer doble asesino
El ejercicio siguiente comenzó con un crimen que a punto estuvo de acabar archivado. Diez meses tardaron los policías en encontrar al autor del acuchillamiento de un vecino de Santovenia que murió desangrado en un pinar de Puente Duero en la madrugada del 16 de enero de 2005. Y hubo sorpresa, ya que el asesino no era un cualquiera. Se trataba de Ramón Mazariegos, es decir, el primer doble asesino de la historia reciente de la ciudad. El hombre, de 33 años entonces, había cumplido ya ocho entre rejas por asestar nada menos que 28 cuchilladas a la limpiadora de la hamburguesería Cuchus de San Juan en 1992. En 2007 fue condenado a 29 años más de prisión.
El triple crimen de la calle Tajo, registrado el 2 de diciembre, cerró el primer lustro de la pasada década. Sus autores, los hermanos Rafael y Álvaro Jiménez, fueron condenados a las mayores penas de este periodo -49 y 38 años- por doble asesinato y homicidio, el de la mujer del segundo, que murió en el Clínico el 26 de marzo de 2006 fruto de un impacto de bala accidental en la cabeza. Pero ése era ya otro año, y otro lustro, repleto, como el anterior, de crímenes.