Ritos funerarios de antaño
En la mayoría de los pueblos, las cofradías seguían a rajatabla sus normas y estatutos
CRISTINA VEGA
Lunes, 1 de noviembre 2010, 02:18
En estas fechas en que se conmemora la festividad de todos los Santos, conviene recordar algunas de las costumbres consuetudinarias relacionadas con la muerte y el culto religioso a los difuntos. Para ello existe un documento excepcional, el libro de Gabriel María Vergara y Martín 'Derecho consuetudinario y economía popular de la provincia de Segovia', que habla sobre costumbres populares de Segovia y su provincia en los siglos precedentes.
El ceremonial público de la muerte manifiesta la pertenencia del individuo a una comunidad parroquial, e incorpora diferentes gestos sociales y religiosos a la misma. En los siglos precedentes cuando una persona se veía asediada por la enfermedad, se preparaba para morir poniendo en orden todos los asuntos temporales y espirituales, pues la enseñanza cristiana le había sido impuesta desde la niñez y pensaba ya en la salida de este mundo y en la Vida Eterna.
Una de las costumbres estrechamente vinculadas a la religión, era la unción de enfermos. Cuando un enfermo estaba agonizando, los familiares llamaban al sacerdote para que le administrara el sacramento de la extremaunción y la noticia se difundía con rapidez, con los medios acostumbrados de la época. «En Segovia, no solo en los pueblos, sino en la capital, tocan a la agonía, avisando la campana de la iglesia Parroquial, con tres toques si es hombre y dos si es mujer, que hay un feligrés próximo a morir, para que se le encomiende a Dios; y cuando ha ocurrido el fallecimiento, la campana lo anuncia también, y después se suele dar clamor, es decir, doblar las campanas a muerto».
En la mayoría de pueblos de la provincia de Segovia, las cofradías puntualizaban en extremo sus normas y estatutos, sobre las prácticas funerarias. Los jueces de la cofradía, establecían turnos, para velar a los enfermos o cadáveres en su propia casa, a lo largo del día y la noche. «Cuando un hermano está enfermo y se le van a administrar los Sacramentos, se avisa al juez de la cofradía para que disponga que los socios asistan con las luces al Viático. Desde aquel día se quedarán dos hermanos a velar en casa del enfermo, turnando en este servicio todos los miembros de la cofradía, hasta que se halle fuera de peligro, o si se produce la muerte».
Desde que se iniciaba la agonía hasta que el cuerpo quedaba sepultado, el acontecimiento se desarrollaba según un guión establecido que se compartía con todo el pueblo. «En Prádena y otros pueblos de la provincia, en particular en los de la Sierra, se conserva aun la costumbre de que vaya una mujer a casa del difunto a llorar y rezar hasta que sacan el cadáver para enterrarlo, y si el muerto es un niño de menos de siete años de edad, está cantando coplas alusivas a la alegría que produce que vaya un ángel al cielo». A esto le sigue el toque de las campañas a muerto, el saludo respetuoso de todos al paso del cortejo fúnebre, las manifestaciones públicas de dolor a los familiares especialmente al viudo, viuda e hijos, los oficios mortuorios por el alma del difunto, -con un número aproximado de cien misas- atender su sepulcro con pan, cera y vino Al finalizar el entierro, «los Jueces de la cofradía acompañaban al sacerdote a su casa, y los asociados y familiares del difunto, vuelven a la casa del duelo a recibir la caridad, que consiste en un pedazo de pan y un trago de vino; a los enterradores se les da un pan de dos libras y una cuartilla de vino».
El día de difuntos
Desde épocas remotas existen dos fechas para venerar a los difuntos, los días 1 y 2 de noviembre. Una de las costumbres que se perdió hacia los años 70 del siglo XX era el toque de ánimas, sonido triste pausado y melancólico que anunciaban las campanas de las iglesias. El toque duraba un cuarto de hora y era el último que se daba en el día, entre las 8 y las 9 de la noche, e indicaba la hora de terminar las tareas cotidianas y retirarse para ir a cenar. La Iglesia aconsejaba hacer un rezo en recuerdo de los difuntos y las ánimas del purgatorio.
Estas son de forma resumida las prácticas seguidas con los difuntos antiguamente, con indicación especial de las que tienen carácter religioso. Hoy día muchas de estas costumbres han quedado en el olvido, la sociedad cambia y resulta inevitable que también lo hagan las costumbres, incluso en el momento del último suspiro. Las personas fallecen por ley de vida, y las prácticas mortuorias siguen siendo manifestaciones de tristeza, pero con rituales y manifestaciones de dolor, acordes a los tiempos que nos ha tocado vivir.
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