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Un grupo de personas observan los artículos del puesto situado en el exterior de la tienda en la calle Balborraz. :: R. CASADO
ZAMORA

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Un pequeño baúl de los recuerdos, en pleno centro histórico de Zamora, se dedica a la compraventa y cambio de objetos La única tienda de segunda mano en la capital surge a raiz de la crisis

BEA BLANCO

Lunes, 30 de agosto 2010, 03:35

En tiempos de vacas flacas, la necesidad obliga a buscarse la vida, o al menos, a encontrar una alternativa. Ante resignarse y esperar a que la oportunidad llame a la puerta, en Zamora algunos valientes se atreven a poner remedio a la crisis. José Ángel Prieto, que regenta junto a su mujer y su hijo la única tienda de segunda mano en la capital, es uno de ellos. Se trata de una apuesta por subsistir en medio de un panorama en el que cientos de comercios se ven obligados a colgar a diario el cartel de cerrado.

La apuesta de José Ángel, surgida «por obra y gracia de la crisis», pretende, a parte de tener un negocio del que vivir, convertir al cliente en vendedor y poner precio a objetos cuyo valor ha pasado a un segundo plano.

Durante el año que lleva abierto, el negocio ha pasado desapercibido en una de las calles más emblemáticas de la ciudad, Balborraz.

Este verano, gracias a la actividad del programa 'Balborraz Cultural', desarrollada desde el Ayuntamiento y Turismo de Zamora, muchos zamoranos y visitantes se han sorprendido al toparse con este establecimiento y más de uno, llamado por la curiosidad, ha podido descubrir los tesoros que en él se guardan.

Apenas cabe un artículo más entre las estanterías llenas de todo tipo de artilugios: radiocasetes, televisiones, bicicletas, maletas, relojes de pared y asombrosas colecciones de libros, cómics o cintas de vídeo. Si preguntamos a José Ángel cómo surge este negocio, responde claro «por necesidad». Él y su hijo trabajaban hasta hace un año en la construcción, uno de los sectores donde la crisis ha hecho más daño. Por eso, pensaron en montar este negocio, único en la ciudad.

Durante el primer año de vida de la tienda, aseguran que no se han «forrado», es más, explican que es más lo que compran que lo que venden. Aun así, reconocen que mucha gente ha acudido en busca de una ayuda que alegre el bolsillo. Además, reconocen que este verano, gracias a la actividad cultural de la calle, mucha gente que ni siquiera sabía de la existencia del local, se ha acercado hasta él.

Aquí no solo se compra y se vende, también se intercambia, porque hay muchas personas que no buscan dinero a cambio de sus artículos, sino únicamente intercambiar cosas que ya no les sirven.

Con las historias que han pasado por esta tienda, se podría escribir un libro. «Hay de todo, gente que tiene necesidades para comer, otros desinteresados que dejan aquello que les sobra y personas con alto nivel económico que buscan algo concreto. Muchos clientes vienen y traen cualquier cosa que piensan que puede tener valor, pero algunos se atreven con todo. Una vez nos trajeron un cepillo de dientes usado. A partir de ahí ya no nos sorprende nada», explica.

Sin embargo, entre todos estos artilugios, hay muchos recuerdos e historias personales de las que a muchos les ha costado deshacerse. Otros se acercan buscando «algún recuerdo de infancia» o algo antiguo. También afirma el propietario del establecimiento, Luis, que son como un trastero para los amigos, ya que muchos antes de desprenderse de sus objetos caseros, o de guardarlos en sus hogares «los traen aquí por si sacan algo».

Clientela fiel

Este pequeño museo también tiene su clientela fiel. Personas que visitan la tienda todas las semanas a ver qué hay nuevo y algo se llevan. Entre estos asiduos a la tienda de Luis, hay muchos amantes de libros antiguos y cómics. Otros entran por curiosidad a ver qué encuentran, pero la afluencia se nota a final de mes».

En este tipo de negocios nunca se sabe de dónde viene el producto, por eso, recogen en un libro de entradas y otro de salidas todo lo que pasa por su tienda. «A veces nos han llegado cosas robadas y teniendo en el registro la identificación de cada cliente, hemos podido recuperar alguna cosa», indica Luis.

Clientes extranjeros también han hecho una parada en el local y ahora, desde la distancia, siguen siendo clientes por Internet. «Trabajamos mucho por la red, compramos material y a la vez conseguimos a nuestros clientes peticiones que no pueden encontrar en la ciudad o en otros lugares». Luis y su hijo, conscientes de que esta aventura es arriesgada, y más en estos momentos, no pierden la ilusión y sin embargo, se sienten muy satisfechos de poder ayudar a otros ciudadanos, y-entre risas-, recuerdan aquello de «no lo tire, tráiganoslo».

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