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F. A.
Domingo, 2 de mayo 2010, 03:03
Verano de 1914. Waldo Peirce y Leopold Seyffert trabajan en Segovia. Pintan gitanos, tipos segovianos y retratan a su anfitrión, Daniel Zuloaga, tío de Ignacio, en el interior de San Juan de los Caballeros. Hacen un alto para fotografiarse. En una imagen, Peirce y Seyffert, aparecen medio de espaldas ante sus respectivos óleos y Daniel, al fondo. En otra, los jóvenes estadounidenses posan junto a su modelo dejando ver sus cuadros en primer plano.
27 de abril del 2010. El ceramista segoviano Juan Daniel Zuloaga, biznieto de Daniel, y el pintor norteamericano Robert Seyffert, nieto de Leopold, se han citado en el mismo escenario. El primero trae bajo el brazo un caballete de su bisabuelo, el segundo el retrato que su abuelo pintó a Daniel hace 96 años. Como testigos, la catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Alberta, Elizabeth Boone; el director del Museo Zuloaga, Alonso Zamora; un cámara de Zoquejo.com; un redactor y un fotógrafo de EL NORTE DE CASTILLA, y el empresario Ginés Guillén en tareas de traductor. Juan Daniel y Robert entablan fluida conversación sobre las relaciones de sus antepasados. Y la figura del gran Ignacio Zuloaga y su influencia en la Norteamérica de primeros del XX es objeto de conversación. El nieto de Seyffert señala el influjo de Ignacio, de Segovia y España, como alternativa a la más apreciada Francia y asegura que su bisabuelo aprendió junto a los Zuloaga a captar «el alma» de sus modelos, algo que le convirtió en uno de los más demandados retratista de los Estados Unidos. «A ambos les gustaba trabajar con la viscosidad del óleo sobre el lienzo».
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