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luis gómez
Domingo, 2 de abril 2017, 16:56
Las últimas ediciones de los Goya, la gran fiesta del cine español, han enervado a la industria perfumística y cosmética, que ha puesto el grito en el cielo porque el patrocinio de estas galas corre a cargo de una compañía dedicada a la elaboración de fragancias de imitación. Oliver Valverde, experto en la comercialización de perfumes artesanos, ha arremetido en innumerables ocasiones contra la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España por elegir como compañera de viaje a Saphir. «Para quien aún no se haya enterado de la película, estas firmas básicamente lo que hacen es aprovecharse del trabajo de un perfumista para ganar dinero a su costa copiando una fórmula en un laboratorio, mediante cromatografía de gases y fabricándola con una calidad infinitamente peor que la original», revela uno de los narices más singulares de nuestro país. «Por cuestiones económicas, es imposible que tengan la misma calidad. Son gente que no tiene ningún respeto por la propiedad intelectual, usando una obra ajena sin ningún tipo de permiso, con el único objetivo de hacer dinero. Y los de la Academia lo han consentido. Es ridículo. ¿No les da vergüenza?», se pregunta el fundador y director creativo de Oliver&Co. Este año, en un gesto que ha irritado aun más a los perfumistas, los ejecutivos de Saphir, con el beneplácito de unos actores siempre quisquillosos por los perjuicios que les ocasiona a ellos la piratería y las descargas ilegales, se escudaron en que la fiesta serviría de presentación de Lady Velvet, una fragancia «original».
La rabia de Oliver muestra el enfado del sector y pone sobre la mesa un grave trasfondo económico. La Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética de España (Stanpa) ha echado cuentas y cifrado en 949 millones de euros anuales el volumen de negocio que se les esfuma. Según datos de la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO), se dejan el 17% de las ventas anuales. Este porcentaje dobla la media europea (7,8%) y sitúa a España quinto gran mercado en la Unión Europea como el país más afectado por las falsificaciones. Solo Grecia aparece por detrás. El gremio engloba a 400 empresas, de las que el 83% son pymes, y emplea a 35.000 personas, además de generar otros 200.000 trabajos indirectos. Las ventas de réplicas de perfumes, cosméticos y productos de higiene personal suponen, además, la pérdida de miles de puestos de trabajo en Europa. En concreto, se calcula que las imitaciones han provocado la desaparición de más de 50.000 empleos en todo el continente ( el 8,1 % del total) y otros 30.000 indirectos por una práctica delictiva que trae de cabeza desde hace mucho tiempo a las marcas de alta gama. Louis Vuitton, el mayor conglomerado del lujo mundial, dedica cada año miles de millones de euros para combatir las falsificaciones e intentar acabar con la impunidad de «estas mafias criminales».
Procedentes de Asia
Sin demasiado éxito, todo hay que decirlo, por el momento. Los afectados se sienten indefensos ante «la plaga» de tanta copia barata, procedente especialmente de Asia. Alberto Morillas, el perfumista español más afamado y autor de medio millar de fragancias muchas de ellas de apabullante éxito, como CK One, Acqua de Giò o 212, de Carolina Herrera advierte de que las imitaciones «matan el arte» y maltratan el negocio. «Yo empleo dos años de mi vida creando un aroma, la compañía invierte mucho dinero en ello y luego sale al mercado una imitación por dos euros que huele mal o incluso lleva ingredientes que son perjudiciales para la piel. Hay mucha polución intelectual», sentencia. Demasiada. Cerca del 10% de las fragancias que inundan un mercado al borde de la saturación son falsas, con los graves riesgos que entraña para la salud de las personas el consumo de unos productos que escapan a todo tipo de controles sanitarios.
Porque esa es otra, pese a los avances conseguidos en los tribunales en los últimos años. A finales del pasado ejercicio, el Tribunal Supremo rechazó el recurso de casación interpuesto por Saphir, Caravan e IAP contra la sentencia de la Audiencia Provincial de Alicante, que les obligó a dejar de usar y comercializar las marcas del grupo Puig e indemnizar a esta compañía al considerar que incurría en competencia desleal . El fallo ratificó como ilegal la imitación de perfumes de marcas renombradas y la correspondiente identificación en los expositores. La patronal acogió con «satisfacción» la decisión e interpretó que «reafirmaba definitivamente la ilegalidad» de este modelo de negocio. Stanpa pidió también a la sociedad que actuara con «coherencia y ética» para erradicar «el parasitismo». Su directora general, Val Díez, incidió en la relevancia de la sentencia y lamentó el «importante grado de penetración» de Saphir en diferentes canales de venta, «algunos con reputación para el consumidor como cadenas de supermercados y farmacias», aunque también en tiendas de conveniencia y bazares chinos.
Este fallo se sumó al cerco de la Justicia francesa, que imputó por plagio a la empresa española Equivalenza, acusándola de un delito contra la propiedad industrial. En un alarde de absoluta demagogia, afirmó que su objetivo era «democratizar» el perfume» y dar acceso a los consumidores «a productos de alta calidad a un precio razonable» en un mercado que dispone de «fuertes márgenes comerciales» y sometido a un oligopolio muy rentable».
Pero lo peor es que los consumidores, atraídos por el bajo precio y el desconocimiento, ignoran los peligros de los perfumes más falsificados. Todos están preparados con sustancias químicas tóxicas. Stanpa solicitó un análisis de los productos falsos para constatar la nocividad de sus ingredientes y los resultados fueron demoledores. Frente a los más de 80 componentes que lleva una fragancia auténtica, algunas copias no poseen más de 20 ó 25, «y en muchos casos diferentes del original», sostienen los expertos. Contienen también gran cantidad de agua como base hasta un 50 % y etanol industrial o de baja pureza como disolvente.En muchas de las muestras analizadas que se pueden encontraren cualquier puesto callejero se hallaron compuestos prohibidos como el etilenglicol.
Y no solo eso. Los especialistas médicos alertan de que todas estas imitaciones carecen de protección UV (UltraVioleta) dando lugar a casos de fotodegradación, dermatitis, reacciones alérgicas, manchas en la piel, irritaciones, acné, psoriasis, erupciones... «Y eso en los supuestos menos graves. El principal problema no es que el cliente tire el dinero, sino que estos perfumes se fabrican en instalaciones ilegales. Los ingredientes no pasan ningún control de calidad ni respetan las medidas de evaluación de seguridad que establece el Reglamento Europeo de Cosméticos, algo grave en un producto que está durante horas en contacto con nuestra piel», afirma Carmen Esteban, directora técnica de Stanpa.
Arsénico y cadmio
La impunidad con que operan estas mafias ha llevado incluso a actuar a la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y su socio, el Centro Nacional de Derechos de la Propiedad Intelectual. Estados Unidos ha dado un toque de atención a Europa sobre la necesidad de estrechar la cooperación y reforzar los controles con unos informes escalofriantes: muchas fragancias, lápices labiales y rímel contienen «a menudo» altos niveles de aluminio y bacterias. Bastantes de estos productos se rellenan con agentes carcinógenos conocidos, como arsénico, berilio y cadmio. «Los perfumes falsificados incorporan Di (2-etilhexil) ftalato (DEHP)», un carcinógeno que la Agencia de Protección Ambiental (EPA) clasificó como uno de los químicos tóxicos conocidos más letales para los humanos. Otro de los hallazgos más alarmantes del informe del FBI es que algunos de estos perfumes y colonias ilegales llegan a hacerse «hasta con orina, lo que puede conducir a una erupción cutánea grave e incluso infecciones oculares». El comunicado policial revela un secreto a voces en el sector: «Las personas o grupos de traficantes que distribuyen estos perfumes suelen utilizar las ganancias para otras actividades ilegales».
Val Díez, doctora en Farmacia y principal ejecutiva de Stanpa, confía en que los fallos judiciales sirvan para estrechar aún más el control sobre las firmas que están actuando al margen de la ley, ya que están jugando con la salud de muchas personas: «No puede ser que haya empresas que se aprovechen de la reputación de compañías del siglo XXI para desarrollar un modelo de negocio del siglo XIX».
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