El servicio internacional de seguridad en la red avisa a la UVA por los fallos del wi-fi
Un estudio de dos alumnos y un profesor de Ingeniería Informática revela los fallos de conexión
¿Se acuerdan de Woodward y Bernstein? Los dos periodistas que destaparon el Watergate. Su insaciable afán por arrojar luz sobre la oscuridad oficial que esconde muchas la verdad; su trabajo profundo de investigación sin conocer horarios, ni noches ni días; su tenacidad, y también su valentía derribaron la resistencia del presidente estadounidense Richard Nixon. Si bien el asunto y su transcendencia no son comparables a aquel colosal escándalo que ha pasado a la historia, hay dos jóvenes de la Escuela de Ingeniería Informática de Servicios y Aplicaciones de la Universidad de Valladolid (UVA) en Segovia que, fuera de las clases y del estudio, han sacado tiempo para tirar del hilo y desenredar el ovillo de los problemas de conexión de Internet que sufre la comunidad que habita el campus María Zambrano.
Esta es el relato de Pablo Martínez, estudiante de la segunda promoción de la doble titulación de Ingeniería Informática y Matemáticas, y José Miguel Moreno, alumno de tercero de Ingeniería Informática. Ambos se plantearon un día documentar el inconveniente. ¿Cómo podía ser que la moderna sede universitaria, con solo cinco años de vida aunque aún incompleta, no tenga una conexión inalámbrica acorde con la institución y con lo que allí se hace? Descargas de ficheros que se interrumpen constantemente, señales que se van, 'apagones' digitales... una sombra para todos los dispositivos.
Mediciones en varios sitios
Decidieron exponer esas carencias y su propósito de desentrañar lo que ocurría con el wi-fi del campus a uno de sus profesores. Las asignaturas de Juan José Sánchez acompaña a los estudiantes de la escuela de Santa Eulalia a lo largo de todo el grado. Precisamente, una de las materias que imparte trata sobre los problemas de interconexiones de redes. Él dirigió y coordinó el estudio. Detectado y consabido que el wi-fi va mal, los dos estudiantes apuntaron la posibilidad de hacer mediciones. Querían hacerlo bien, por lo que antes se empaparon de qué es lo que tenían que medir y cómo para que los resultados tuvieran las garantías científicas que se correspondiesen con la realidad.
En febrero de 2017 empezaron el experimento. «Medimos durante dos meses en distintos lugares. No se medía la velocidad de descarga de archivos, sino por qué no se podían conectar ni descargar ficheros», especifica el profesor. Sánchez precisa que «el problema no es tanto de la tasa de descarga (es decir, la velocidad) como de la propia conectividad». A partir de los datos recabados, elaboraron un estudio. Lo habitual es que «la estabilidad estuviera por debajo del 30%», añade, llegando a valles en algunos momentos de apenas el 2%. O lo que es lo mismo, que de cada cien ficheros que se intentan bajar, solo treinta lo logran con éxito.
«Era importante demostrar al Servicio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de la Universidad que la gente no estaba satisfecha y que había quejas» por los múltiples fallos de conectividad inalámbrica en el campus segoviano. El siguiente paso en su empresa fue la recogida de firmas para apoyar el informe. Rápidamente recabaron más de mil apoyos. El estudio y las adhesiones que lo respaldaban se registraron y se trasladaron a distintas instancias de la UVA. No hubo respuesta oficial.
Reglas y recomendaciones
El silencio administrativo les espoleó en su investigación. A finales del año pasado, los jóvenes se dan cuenta de que el servicio de acceso a Internet de la Universidad está inscrito en Eduroam, que es la entidad mundial sobre movilidad segura desarrollada para la comunidad académica y de investigación. El lema que persigue es 'abre tu portátil y estás conectado'. Esta prestación permite que estudiantes, investigadores y personal de las instituciones participantes tengan conectividad a Internet a través de su propio campus y cuando visitan otras instituciones participantes.
Al contrastar la situación con el manifiesto de esta institución, «encontramos que el wi-fi, además del problema de conectividad, incumplía de manera manifiesta y objetiva determinadas condiciones técnicas a las que la UVA se había suscrito», revela Pablo Martínez. El descubrimiento les hizo enviar un correo electrónico a Eduroam, que prácticamente de inmediato «abre una incidencia y pide más informes técnicos sobre los resultados del estudio», añade Juan José Sánchez. Los jóvenes cumplen y remiten más documentación sobre el problema del wi-fi del María Zambrano.
Empieza un efecto dominó. Eduroam avisa a RedIris, que es el entramado académico y de investigación español que proporciona servicios avanzados de comunicaciones a la comunidad científica y universitaria nacional. Está financiada por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad. Se hace cargo de su gestión la entidad pública empresarial Red.es, del Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital. Esta institución, a su vez, llama la atención a la UVA y se produce una reunión, el 19 de enero de este mismo año, con técnicos y responsables de las diferentes partes.
Correcciones mínimas
En dicho encuentro, los técnicos de la entidad académica se defienden y se escudan en que «es posible que la comunidad universitaria no sepa usar el wi-fi», señala el profesor. Sánchez tilda de «barbaridad» el razonamiento del servicio de tecnología e información de la Universidad de Valladolid. Así, se propusieron «rebatir punto por punto y desde el punto de vista técnico» el argumento. Eduroam, que asume con válida la investigación de los alumnos y del docente, instó a presentar el trabajo de investigación en un congreso europeo.
El quid de la cuestión está en que la entidad internacional a¡ cuyo manifiesto de buenas prácticas está suscrita la UVA, «no obliga a tener un mínimo de calidad, pero obliga a dar un servicio que, ahora en el campus, no se está dando», hace hincapié Pablo Martínez. Por su parte, el Servicio de las Tecnologías de la Información y Comunicación de la Universidad lo interpreta de forma «más ambigua» y pide cerrar la incidencia abierta por Eduroam.
Según explica Martínez, la UVA intenta corregir lo esencial «para cumplir los estándares mínimos, pero deja a un lado las recomendaciones de Eduroam». Al servicio internacional no le ha convencido la solución de la institución académica y «mantiene abierta la incidencia a día de hoy», asegura el profesor. De hecho, RedIris también solicita a la UVA un informe sobre la falta de conectividad en el campus.
Sánchez precisa que «no es problema de que haya mucha gente conectada». Aunque cada día conviven en el complejo María Zambrano alrededor de 1.500 alumnos, a los que hay que añadir personal de administración y profesores, la conexión inalámbrica debería soportar ese volumen y más, concluyen los investigadores. «Es algo razonable», apostillan. Si bien, es cierto –matizan– que funciona mejor a primera o a última hora, cuando el movimiento de personas por las instalaciones es menor.
«No es problema trivial de cambiar un cacharro, sino que tendrá que ver con la administración del tráfico», sentencia el profesor que ha coordinado este trabajo. Para los autores del informe, la imagen que transmite la Universidad de Valladolid «es penosa».
El nuevo vicerrector, Agustín García Matilla, ya tiene deberes. Es conocedor del problema y del estudio. De hecho, Juan José Sánchez pone de relieve que los candidatos que se presentaron a las recientes elecciones al rectorado fueron informados de la situación.