El ritual de cada día de encierro
El Ayuntamiento de Cuéllar ha emitido un bando con las normas para los corredores y caballistas
mónica rico
Cuéllar
Lunes, 27 de agosto 2018, 11:22
La llegada de las fiestas patronales de Cuéllar trae consigo uno de los rituales más esperados por todos los vecinos: el traslado del ganado por el campo y verlo correr más adelante por las calles durante el encierro. En esta ocasión, como no podría ser de otra forma, el culto se repite. Todo está preparado en la localidad segoviana para acoger sus encierros, los más antiguos de España, que se desarrollan desde este domingo y hasta el próximo jueves. Este año, además, estrenan su distinción más deseada y perseguida: la Declaración de Interés Turístico Internacional.
Los novillos descansan en los corrales situados junto al río Cega. Tendrán que estar en plena forma para las carreras. A las 8:00 horas, puntuales, las famosas puertas verdes se abren y son recibidos por la veintena de caballistas autorizados por la dirección de encierros, formada por Pedro Caminero y Pepe Mayoral, para guiar al ganado por el primer tramo del pinar, donde se intenta cada día agrupar a la manada para que continúen su trayecto caminando.
Más adelante se incorpora el grueso de caballistas. Lo hacen a la altura de la Cañada de la Reina para, de forma tranquila y pausada, continuar por el camino por el pinar. Con la meta próxima, a unos metros del final, el ritmo aumenta en la zona de Las Máquinas.
Tras pasar por un estrecho puente, la manada se encuentra frente a la carretera de Cantalejo. Una vez allí, nuevamente se trata de reunir a los animales para realizar una parada antes de cruzar la autovía por el primer túnel. El camino continua hasta lo alto del Embudo, donde a las nueve y media está previsto que cada jornada comience el descenso de las reses acompañadas de los caballistas que se encargan de la conducción.
Trayecto urbano
Tras el traslado por el campo, llega el momento de recorrer las calles de la villa. La manada parte de la avenida Camilo José Cela para continuar por la calle Resina, plaza de los Coches, la afamada calle Parras, cruce de San Francisco y avenida de los Toros para, finalmente, concluir en el coso cuellarano. Cientos de espectadores alentarán a los corredores en un ritual que cada mañana se prepara con mucho mimo.
Por otra parte, por motivos de seguridad, el Ayuntamiento ha emitido un bando en el que recuerdan que tanto durante el traslado como en el encierro debe cumplirse la Ordenanza de los Encierros de Cuéllar y el Reglamento de Espectáculos Taurinos Populares de Castilla y León. En el mismo, hacen especial hincapié en algunas de las normas como la prohibición de acompañar a la manada durante el recorrido campestre de los encierros a toda persona a pie o a caballo que no esté autorizada, entre otros.
Al mismo tiempo, se recuerda que, según el reglamento de espectáculos taurinos populares, en la zona de recorrido y expansión la presencia de vehículos de motor queda totalmente prohibida, salvo aquellos específicamente autorizados para el buen desarrollo del encierro. Estas infracciones están consideradas como graves y pueden conllevar sanciones económicas.
Condiciones
Otro de los aspectos sobre los que incide el escrito es en lo relativo a las obligaciones de los caballistas. Así, se recuerda que los que estén autorizados y acudan al encierro deberán cumplir las órdenes del director de campo, sus colaboradores y de los miembros de la organización. Además, se especifica que la autorización de acompañamiento no implica acudir a la zona del pinar de los corrales del río Cega.
También deberán respetarse en el recorrido urbano las indicaciones del director de lidia o los pastores para impedir accidentes o limitar sus consecuencias. En este sentido, el Consistorio argumenta que no puede garantizar la seguridad de las personas que se sitúen en las inmediaciones del paso de la manada, pues éstas asumen un riesgo voluntario para su seguridad personal, una cuestión que se repite también para la zona de los corrales.
Respecto a la zona del Embudo, se establece que las talanqueras allí instaladas no son aptas para la seguridad del público, sino que su cometido único y exclusivo es el de encauzar al ganado, por lo que se prohibe su utilización como refugio.