Las nueve religiosas del convento de Santa Isabel de Segovia han contraído el coronavirus
Solo una de ellas, de 40 años, ha requerido ingreso hospitalario y las demás se recuperan de la enfermedad
El convento de Santa Isabel se levanta en la calle del mismo nombre, muy cerca de los primeros arcos del Acueducto. Allí viven en clausura ... nueve hermanas que están pasando por momentos difíciles porque todas han contraído el tristemente célebre Covid-19. El dichoso microbio ha podido con la clausura y, de alguna manera que ellas desconocen, ha atravesado los infranqueables muros del convento que a finales del siglo XV erigiera doña María del Espíritu Santo –primera abadesa de la comunidad– bajo la Regla de la Tercera Orden de San Francisco.
Aunque se trata de monjas de clausura, no son pocas las personas que al cabo del día entran en contacto con la comunidad. «Vienen personas que necesitan alimentos; otras acuden para hablar, porque quieren compartir con nosotras sus preocupaciones, sus necesidades; otras vienen a comprar nuestros productos, pues nos dedicamos a la repostería... En fin, no sabemos cómo puede haber entrado aquí el virus, pero lo cierto es que estamos todas, las nueve religiosas que formamos la comunidad, infectadas», cuenta sor Pilar, abadesa de las clarisas de Santa Isabel.
Coronavirus en Segovia
El malestar físico les sobrevino hace tres semanas, durante la primera quincena de marzo. Algunas de las monjas empezaron a tener temperaturas altas y a sentirse mal. «Como por aquellos días ya se estaba hablando de ello, enseguida pensamos que podría ser el virus. Los síntomas coincidían: fiebre, malestar, sensación de cansancio, pérdida de los sentidos del olfato y el gusto... Cada día que pasaba estaba más claro», añade la religiosa. La alarma llegó cuando el estado de una de las hermanas afectadas empeoró y tuvieron que hospitalizarla. «Tenía mucha fiebre y una gran dificultad para respirar. Llamamos, y la trasladaron al Hospital General. Ha estado bastante mal, pero lo ha ido superando poco a poco, con la ayuda de Dios. Tiene 40 años y es fuerte. Ha permanecido ingresada ocho días, muy malita. Le hicieron la prueba y dio positivo. Al resto no nos han hecho la prueba, pero hemos tenido –y alguna todavía los tiene– los mismos síntomas que ella: dolores de cabeza, mal cuerpo, fiebre, un cansancio que parece que has trabajado mucho pero que no has hecho nada... Fuimos cayendo una a una, así las nueve. Hubo una que tardó más, una de las mayores, pero al final también contrajo el virus», relata sor Pilar.
Los días han pasado y el convento recobra poco a poco la normalidad. La religiosa hospitalizada regresó a la casa y se encuentra aislada, igual que otras tres compañeras, «que todavía no han podido bajar a la comunidad y permanecen en sus celdas», apunta la abadesa de esta comunidad de religiosas con edades comprendidas entre los 80 y los 26 años. «Hemos estado muy preocupadas, especialmente por las mayores, y con mucha incertidumbre. No sabemos cuándo se va a terminar todo esto».
«Esto nos ha permitido ser más conscientes de lo que está pasando»
Las monjas clarisas de Santa Isabel aceptan de buen grado lo ocurrido. Sor Pilar lo tiene muy claro. Y el resto de las hermanas también: «Estamos contentas de haber corrido la misma suerte de tantas y tantas personas que lo están pasando mal. Lo hemos sentido en nuestra propia carne y eso siempre viene bien porque nos permite ser más conscientes del sufrimiento de los enfermos y de las personas que han fallecido en soledad. Nos hemos concienciado más y hemos podido rezar estos días por todos ellos de una manera más cercana», afirma.
Rezar. Si las religiosas lo hacen varias veces al cabo del día, ahora con mayor motivo. «Rezamos mucho, sí. Seguimos la misa por televisión, todos los días, y tenemos nuestros rezos aparte, el tiempo de adoración..., para que el Señor nos ayude a todos y la epidemia vaya pasando de una vez porque está siendo muy lamentable. Pero, de verdad, haber padecido esta enfermedad nos ha permitido conocer mejor lo mucho que está sufriendo la humanidad estos días», insiste la abadesa.
La repostería de las clarisas de Santa Isabel es una de las más ricas de la ciudad. Sus pastas y magdalenas merecen la pena y son muchas las personas que acuden a comprarles los productos que salen de su obrador. Sin embargo, estos días la cosa ha cambiado. «Nos quedaron magdalenas sin vender y se las hemos ofrecido a la gente, pero como se ha corrido la voz nadie las ha querido, así que nos las estamos comiendo nosotras en los desayunos para que no se estropeen, casi sin hambre porque el coronavirus te deja sin apetito. La gente tiene miedo».
El abastecimiento no está siendo un problema para estas religiosas que llevan siglos asentadas en su casa segoviana. Hay personas que las están ayudando. E incluso les hacen la compra en el supermercado. «Por aquí viene a menudo un matrimonio muy majo, Juan y Elena. Les pasamos una lista con los alimentos que necesitamos y ellos nos los traen del supermercado. Nos llaman y se preocupan por nosotras. También están muy atentas Charo Monedero y Esther Lázaro. Ellas nos han surtido de mascarillas y guantes para poder cuidar mejor de las que están más enfermas. Y, gracias a Dios, hasta ahora no hemos necesitado más. Como tampoco hay muchas ganas de comer, nos vamos arreglando bien», dice sor Pilar.
También está en contacto la abadesa con los otros dos conventos de clarisas que hay en Segovia: el del Corpus Christi y el de San Antonio el Real, e incluso con las comunidades de otras provincias. «Se están portando fenomenal. La presidenta de la federación de comunidades de clarisas nos llama todos los días y ha enviado una circular a todos los conventos. Se ofrecen para ayudar y es muy de agradecer. Las comunidades de clarisas somos una piña y nos ayudamos en todo lo que podemos».
Mientras en otros conventos de Segovia se están elaborando mascarillas y pantallas protectoras, las clarisas de Santa Isabel han tenido que guardar cama. Pronto será todo un mal sueño.
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