Migueláñez: placas solares para no bajar de los 100 habitantes
Migueláñez deposita en los fondos europeos la esperanza de abaratar el coste de la energía como incentivo para reflotar su población, diezmada por la pandemia
El alcalde de Migueláñez, Frutos González, admite la falta de objetividad al definir su localidad. «¿Qué voy a decir? Pues el pueblo más bonito de toda España». Un lugar que en sus tiempos más boyantes no estuvo lejos del millar de habitantes –el regidor recuerda cerca de cien alumnos cuando iba al colegio– hoy languidece por debajo de los 150. La pandemia se llevó a una veintena de vecinos –muchos de ellos en residencias–, una herida demográfica enorme: cerca de un 15% de sus habitantes. Por eso el reto de futuro es limitar daños para no perder servicio. «No podemos bajar de cien porque lo perdemos todo».
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El pueblo acomete arreglos cada año con las subvenciones de la Diputación. Desde actualizar el firme de las calles la existentes al asfaltado de otras nuevas. Las próximas serán la calle Pocillo, el camino de los Pozancos o el camino que une el pueblo con Bernardos, todas ellas de tierra. El cambio de tuberías ha sido paulatino a lo largo de los años, un proceso que está ya en la fase final, con unas pocas calles con cambiar.
El alcalde recuerda su infancia, cuando los desagües de cada casa desembocaban directamente en la calle, salpicadas permanentemente durante el verano por las pajas de la siega. Es su respuesta a las prisas, por ejemplo, tras una avería reciente. El Consistorio cuenta con un trabajador autónomo que echa un par de horas semanales en actividades múltiples. El único trabajador municipal es el secretario. En esencia, cada vecino barre su puerta.
En su tarea por actualizar Migueláñez, el Ayuntamiento ha pedido una subvención con fondos europeos para instalar placas solares en el tejado consistorial y en el bar, el local municipal que antes albergaba el cine. El pueblo también quiere instalar placas en una parcela de ocho hectáreas para suministrar energía a toda la localidad.
Sin colegio, los pocos niños del pueblo estudian en Bernardos. La modesta economía local está basada en la agricultura, con granjas de porcino que llevan décadas en pie. Una localidad que llegó a contar con cuatro panaderías recibe ahora al panadero itinerante, también de Bernardos, sede de la tienda de ultramarinos más cercana. Las compras, en Nava de la Asunción, Carbonero el Mayor o Segovia. Hay un autobús bajo demanda: recoge vecinos si llaman con antelación. El médico pasa consulta los martes y los jueves; el enfermero acude los lunes y los viernes.
El pueblo ha acometido con fondos municipales la renovación de luces de bajo consumo; apenas quedan ocho por actualizar. Queda pendiente iluminar el paseo al cementerio. En la segunda del pueblo, hay una fuente giratoria con unos rosales. En la Plaza Mayor hay nuevas jardineras y el Consistorio también se encarga del jardín de la iglesia. Todo por evitar caer de 100 habitantes, la ecuación imposible. «Estoy jugando todas las semanas a ver si me toca el Euromillón. Pondría lo que fuera para que la gente se empadronara». Todo por no bajar de los 100 habitantes.
RETOS Y FUTURO
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