La media veda arranca con perspectivas bajas para los 4.000 cazadores segovianos
Los cazadores creen que las técnicas y químicos empleados para la agricultura están acabando con la fauna
CLAUDIA CARRASCAL
Segovia
Lunes, 16 de agosto 2021, 12:03
Castilla y León comenzó ayer la media veda. Sin embargo, los cazadores de la provincia de Segovia prevén una mala temporada porque los animales no ... han criado como deberían. A ello se suma la incertidumbre generada por la nueva Ley de Caza aprobada hace tan solo una semana. Aunque creen que les brindará una protección muy necesaria llega con poca antelación lo que puede generar una mala aplicación por desconocimiento o por una incorrecta interpretación, según el delegado en Segovia de la Federación de Caza de Castilla y León, José Luis Gómez.
Desde el 15 de agosto hasta el 19 de septiembre se puede cazar la codorniz (25 ejemplares por persona y jornada), urraca, corneja, conejo y zorro, y desde el 26 de agosto hasta el 19 septiembre, la paloma torcaz y la bravía. Como novedad la Junta de Castilla y León ha impuesto, debido a la moratoria establecida desde Europa, cupo cero para la tórtola, lo que implica que este año no se puede cazar.
Las dos especies más valoradas por los cazadores en esta media veda son precisamente la tórtola y la codorniz y su escasez hará que se vuelvan con las manos vacías más de un día, según Gómez, quien explica que lleva años repitiéndose la misma situación. «En primavera hay muchas codornices, pero en cuanto siegan, meten los arados en las tierras y empacan se van o las matan por lo que a estas alturas del año quedan muy pocas».
Vaticina mejores resultados con la paloma torcaz porque se adapta mejor a cualquier ambiente y hay más cantidad. En cuanto al conejo, comenta que es una especie muy variable y hay zonas en las que hay un exceso de población, sin embargo, en otras no se podrá cazar. La buena noticia es que hasta la fecha a estos mamíferos de la provincia no les ha afectado la mixomatosis.
En cuanto a la Ley de Caza detalla que hay novedades importantes y aunque se reduce la documentación que debe llevar el cazador, se introduce la obligación de contar con una autorización del titular o arrendatario del coto. En ella, deben constar las condiciones para cazar conforme al plan cinegético y deben figurar tanto las especies permitidas como las modalidades de caza, los cupos diarios y el número de jornadas objeto de autorización.
Gómez considera que esta nueva normativa es «realmente útil» para el sector porque proporciona una protección adicional a la actividad. «Hemos estado varios años en vilo y a punto de suspender la caza durante la temporada por las denuncias de los grupos ecologistas. Con esta ley dejan de existir las órdenes anuales por lo que es muy difícil que puedan meterse contra una norma ya aprobada, lo que garantiza un cierto blindaje a la caza», apostilla.
Esto no implica que el colectivo vaya acabar con determinadas especies porque la actividad sigue estando muy regulada y, tal y como indica, «los cazadores somos los más interesados en cuidar la fauna de nuestros cotos para seguir desarrollando esta afición con la que tanto disfrutamos». Asimismo, comenta que cada uno de los en torno a 600 cotos de la provincia tiene su plan técnico de caza, que es todavía más restrictivo que el impuesto por la administración autonómica. «Si vemos que hay una población muy reducida de una determinada especie se prohíbe su caza esa temporada o se establecen cupos muy restringidos». Por ejemplo, en su coto cada cazador puede coger un máximo de 3 piezas por jornada entre conejos, liebres y perdices.
Esta Ley de Caza aporta mejoras en otros sentidos para los aficionados a este deporte. Por ejemplo, resalta la supresión de ríos y arroyos de las zonas de seguridad. También cuentan con ventajas económicas del 25% de descuento en la licencia de caza los afiliados a entidades deportivas relacionadas con la caza. Del mismo modo, todos los cotos gestionados por sociedades federadas se consideran federativos y pueden disfrutar del 50% en la tasa de matrícula.
La obligación de llevar un registro de las capturas realizadas también lo considera un aspecto beneficioso porque ayudará a que haya un control más riguroso. En este sentido, especifica que el objetivo de la Junta de Castilla y León es crear un registro telemático para que a través de una aplicación los cazadores puedan comunicar directamente a la administración las piezas capturadas. Sin embargo, mientras este sistema acaba de implantarse se realizará a través de unas fichas que el cazador remitirá cada 15 días al titular del coto.
«Son novedades importantes y en la mayoría de los casos beneficiosas, pero hay que acostumbrarse a ellas porque son muchos cambios y al ser una normativa tan reciente todavía hay dudas», concluye Gómez. No han tenido tanto apoyo otras medidas como la prohibición de cazar 3 días consecutivos la misma especie la imposibilidad de capturar tórtolas, ya que creen que no se ha tenido en cuenta la población real de estas aves. Así Gómez señala que el problema es que las tórtolas se cazan con en redes en Marruecos por miles y esto hace más difícil su llegada a Europa. No obstante, cree que prohibir su captura no es la solución, ya que prevé un incremento del número de aficionados que bajará a Marruecos a cazarlas.
«Los cazadores somos el colectivo más conservacionista que hay»
José Luis de Lucas obtuvo su primera licencia a los 14 años y a sus 61 todavía se declara un amante incondicional de este deporte. Durante cerca de 50 años ha visto la evolución del campo y de la caza y está convencido de que el cambio drástico de los métodos agrícolas ha sido la principal causa de la reducción de ejemplares. «El uso constante de insecticidas y herbicidas, así como las agresivas roturaciones, que no dejan ni caminos, ni cañadas ni hierba para que se puedan refugiar los animales está matando la caza», subraya. Por no hablar de los métodos de recogida del cereal ya que, según advierte, una cosechadora puede matar en una semana 1.000 codornices, cuando un cazador bueno como mucho durante la media veda podría llegar a capturar 200 si todavía las hubiera en esta época del año.
Aunque es consciente de que no tiene ningún sentido que los agricultores trabajen con las técnicas de los años 70, sí que defiende la necesidad de un control más exhaustivo. Asimismo, pide a los grupos ecologistas que centren el foco en estas acciones tan demoledoras para el campo y dejen de castigar a la caza porque «nosotros somos el colectivo más conservacionista que hay».
En su pueblo, Mudrián, el panorama ha cambiado de forma radical en los últimos años, al igual que ha ocurrido en el resto de la provincia. «Antes en una hora podíamos capturar 40 o 50 codornices ahora no las matamos ni entre 20 cazadores y eso que en mi coto hay 1.800 hectáreas de terreno», aclara. Comparte la opinión de que esta temporada va a ser mala y alega que, aunque en primavera se oía a las codornices cantar con frecuencia, desde que comenzó la cosecha apenas se las ve.
Otro de los problemas que acechan a esta práctica centenaria es la ausencia de relevo generacional y es que, según De Lucas, los pocos aficionados jóvenes que hay en la actualidad son hijos de cazadores. «Lo practican casi por compromiso porque lo han mamado desde pequeños y les gusta, pero son casos contados. Yo tengo un hijo de 32 años que empezó a cazar porque desde pequeño iba conmigo, pero es normal que pierdan afición».
En primer lugar, cada vez es más complicado disparar porque apenas hay ejemplares que se puedan cazar lo que implica caminatas de varias horas para conseguir 4 o 5 piezas como mucho y en algunos casos para volverse sin nada. Por otra parte, considera que las redes sociales están haciendo mucho daño a esta práctica, ya que «se ha generado un movimiento contrario a la caza y se nos tacha de asesinos», lamenta.
Una calificación con la que no se siente identificado porque, tal y como matiza, los cazadores son los más interesados en la supervivencia y reproducción de las especies. De hecho, en su zona han colocado 21 bebederos y han comprado 200 kilos de trigo para poder alimentar a las aves cuando en octubre los agricultores comiencen a levantar las tierras. «Nos preocupamos porque tengan comida y agua para que críen en las mejores condiciones, pero nos ven con dos perdices colgadas, que es nuestro cupo máximo, y ya nos llaman asesinos», afirma.
Por otra parte, atribuye la reducción de estas aves en la comunidad a la agresividad de la agricultura que está haciendo que se desplacen hacia el norte y sea más fácil verlas en Cantabria que en Castilla y León. Una situación extrapolable al resto de la fauna, en especial, en el caso de las aves. «Las técnicas agrícolas y los herbicidas que se emplean son demasiado agresivos y no están afectando a las aves granívoras como las codornices, pero también otras especies que ni siquiera son cinegéticas como las alondras, jilgueros o pardillos».
Esto se debe a que los animales mueren por la elevada presencia de herbicidas en el agua que beben. Asimismo, se han quedado sin zonas seguras para anidar porque la siembra ya no se realiza en surcos sino en plano lo que contribuye a que los nidos se inunden con facilidad y la supervivencia de los polluelos es más complicada. Hasta el punto de que las escasas polladas que han detectado este año están más mermadas de lo habitual y en lugar de contar con 10 o 12 crías tienen 4 o 5 de media.
El 80% de la superficie de la provincia está acotada en cotos de caza, pero el número de cazadores va en descenso, menos de 4.000 en Segovia, a lo que se suma algunos que proceden de otras provincias limítrofes como Madrid. Todos comparten el argumento de que la caza es necesaria para el control de especies.
El delegado de la Federación de Caza de Castilla y León en Segovia, José Luis Gómez, incide en que si las poblaciones de corzos y jabalís se multiplican descontroladamente los daños a los campos de girasoles o trigo serían incalculables. Destrozos similares provocarían los conejos, ya que se comen los brotes en primavera. Además, los accidentes de tráfico provocados por la colisión con animales se multiplicarían por diez y muchas enfermedades se propagarían con gran rapidez. «Entonces las administraciones no tendrían más remedio que contratar a personas a las que tendrían que pagar por realizar ese control de especies, cuando ahora somos los cazadores los que pagamos por permisos y licencias, a lo que se suman los precintos, ya que se puede llegar a pagar 5.000 euros por cazar un lobo y cifras incluso superiores por un puesto en una montería».
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