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Panorámica del Acueducto desde la plaza de Día Sanz. A. de Torre
El legado de los sabios

El legado de los sabios

Plaza de Día Sanz: El instituto Mariano Quintanilla conserva una biblioteca con más de 2.500 ejemplares de los siglos XVII al XX

claudia carraSCAL

Segovia

Lunes, 7 de mayo 2018, 21:42

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La plaza Díaz Sanz, situada a menos de 300 metros de la plaza del Azoguejo, está dedicada a la memoria del capitán segoviano Día Sanz de Quesada, que junto a Fernán García de la Torre mandaba las escuadras de la ciudad en la conquista de Madrid en el año 932. Además, estos dos capitanes fueron los fundadores de los nobles linajes de Segovia. Dejaron sus cuantiosas haciendas a la ciudad y a la junta de nobles linajes, ya que según cuenta Juan Antonio Folgado en su libro 'Las calles y plazas de Segovia y sus barrios incorporados', no tenían descendencia. También fundaron los quiñones, es decir cien lanzas a caballo que divididos en cuatro escuadras de veinticinco los días de fiesta corrían la campaña contra los moros, que emboscados en las sierras esperaban a que la gente se fuese a los sacrificios para robar.

Sus restos reposan en el monasterio del Parral, aunque antes sus restos estuvieron en la iglesia de San Juan, que por ellos se le puso el apellido de los caballeros, y en años previos en la iglesia de San Millán.

En esta plazuela también se encuentra un tramo del monumento más emblemático de la ciudad, el Acueducto romano construido en el siglo II. Su misión era la de conducir el agua desde el manantial de la Fuenfría, situado en la sierra hasta la ciudad por un recorrido de 17 kilómetros. En la plaza de Díaz Sanz, hace un brusco giro y se dirige hacia la plaza del Azoguejo, además, en ella comienzan las dos series de arcos. Desde su llegada a la ciudad hasta esta plaza hay un total de 75 arcos sencillos y a continuación 44 arcadas de orden doble. A esta explanada también da la Academia de Artillería, antes convento de San Francisco. Aunque ahora tiene su entrada principal en la calle San Francisco este centro militar, tuvo durante muchos años en esta calle su único acceso.

El Instituto de Educación Secundaria Mariano Quintanilla ocupa uno de los laterales de la plaza. Antes denominados Instituto de Segunda Enseñanza, Instituto General y Técnico e Instituto de Enseñanza Media. No obstante, su origen está en el colegio de niños huérfanos, con 80 escolares, y la Escuela de Primeras Letras Santa Bárbara donde se enseñaba a leer y a escribir a los niños pobres que se construyeron en este mismo solar en 1751 gracias al testamento del lanero Diego Ochoa de hondategui.

El inmueble fue reformado en varias ocasiones a finales del siglo XIX. En tiempos de la II República se ampliaron las aulas y en 1984 se llevó a cabo la ampliación que da a la calle Ochoa Ondátegui. Desde 1986, las actuaciones en el edificio no han tenido repercusiones reseñables, salvo tirar algún tabique, o construirlo, para ampliar o desdoblar aulas, pintar partes del interior, salvo en el 2015, que se cerraron los ventanales del claustro superior para mejorar el aislamiento térmico. En 2017 se restauraron las fachadas exteriores y se eliminaron los vestuarios del gimnasio para hacer allí un museo en el que exponer una parte del legado de Ezequiel González.

La propiedad era de la Diputación Provincial, aunque pasó al Estado en 1888 y la corporación provincial tuvo que seguir realizando aportaciones hasta 1924. Actualmente, pertenece a la Dirección Provincial de Educación de la Junta de Castilla y León.

En el curso 2017/2018 el centro, dirigido por Juan Antonio Sanz, cuenta con 61 profesores y 587 alumnos repartidos entre los cuatro cursos de la ESO y los dos de Bachillerato. El edificio que ocupa el instituto también es la sede de la Escuela Oficial de Idiomas, creada en 1987. Como EOI ofrece a los estudiantes la posibilidad de aprender inglés, francés, alemán, italiano, chino y español como lengua extranjera. En sus extensiones de Sepúlveda, El Espinar y Cantalejo, que ha comenzado a funcionar en el presente curso, los estudiantes pueden cursar inglés, y en la de Cuéllar, se ofrece inglés y francés.

Uno de los legados más importantes de este centro educativo es su fondo bibliográfico, que ronda las 2.500 obras. Los ejemplares comenzaron a recopilarse con el Instituto de Segunda Enseñanza en 1845 y sus lugares de procedencia son diversos, aunque algunos de los primeros son originarios de antiguos conventos. Esto explica la existencia de ediciones de los siglos XVII y XVIII, aunque los fondos más numerosos son los del siglo XIX.

El mayor número de volúmenes procede de la adquisición o compra directa por parte del centro, así como de entregas realizadas por diversas instituciones, entre ellas, el Ministerio. Donaciones y regalos de particulares, personas y docentes relacionados con el antiguo instituto o gente del mundo de la cultura han continuado engrosando la biblioteca del centro coexistió con la Biblioteca Provincial a partir de 1864.

La temática de los volúmenes es variada, aunque en su mayoría responden a las necesidades de un centro educativo construido en la segunda mitad del siglo XIX y a las materias que en él se impartían de acuerdo con los planes de estudios establecidos. Libros de texto utilizados por profesores y alumnos, diccionarios, enciclopedias, publicaciones periódicas, libros de lectura o de consulta de todas las materias. Desde Lenguas Clásicas y Semíticas, Lenguas Modernas, Aritmética, Geometría, Geografía e Historia, Arte, Religión, Botánica, Derecho, Economía, Medicina, Fisiología o Agricultura tienen cabida. Estos fondos se encuentran en fase de estudio para su registro y catalogación, aunque por el momento solo se ha sometido a labores de limpieza y desparasitación a un reducido número, el resto, requieren una limpieza urgente y, en muchos casos, la restauración parcial.

Entre los bienes patrimoniales del Mariano Quintanilla se encuentra el legado de Ezequiel González con una importante colección de esculturas de mármol, bronce y alabastro, además, de otros objetos que fue adquiriendo durante sus viajes por Sudamérica, China, Japón, Egipto y Europa. En total son más de 400 piezas, algunas originales y otras copias escultóricas de modelos clásicos grecorromanos. También hay obras de grandes artistas del siglo XX como Aniceto Marinas o Ángel Ferrant, expuestas en diferentes espacios del centro. De las antiguas cátedras y gabinetes del siglo XIX todavía se conservan instrumentos que se utilizaban para la enseñanza de la Física y Química como animales disecados, entre los que destaca un ejemplar de foca monje, rocas y minerales, diapositivas de cristal sobre zoología y botánica, mapas o maquetas de máquinas y herramientas. También se conservan cuadros y mobiliario del siglo XIX y principios del XX en la sala de profesores y el despacho del director.

El recinto destaca por su jardín, presidido por la fachada principal, en la que se encuentra la torre del reloj. Mientras que en el muro de la calle San Alfonso Rodríguez está el escudo de la familia Ochoa Ondátegui. En su interior, en el piso bajo, se conserva un aula emblemática, aquella en la que dio clase el poeta Antonio Machado. Se trata de una clase escalonada con alargadas mesas de madera y una gran vitrina al fondo. Además de Machado o Mariano Quintanilla han sido docentes en este centro personalidades como el escritor Tomás Baeza o el geólogo Salvador Calderón y Arana. Como alumnos destacan el Marqués de Lozoya o María Zambrano, mientras que Rafael Breñosa o Ezequiel González aportaron el legado que todavía hoy conservan sus muros.

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