El Hospital no descarta algún caso de covid antes del primer positivo: «Hubo gripes un poco raras»

«Ya habían ido viniendo noticias preocupantes sobre la capacidad de transmisión del coronavirus en Italia», matiza el gerente de Asistencia Sanitaria de Segovia, Jorge Elízaga.

Los interrogantes generados por esos datos e informaciones a las que alude el también director del Hospital General de Segovia sobre el que entonces se bautizaba como el 'virus chino' justificaron la evacuación de Eduardo al complejo sanitario para someterle a más pruebas. Y llegó la confirmación por parte de la Consejería de Sanidad.

Es 27 de febrero de 2020. El joven universitario italiano era el primer positivo en covid-19 de Segovia. El estudiante, que a pesar de la infección se encontraba bien de salud, permaneció aislado en una de las dos salas con dos camas cada una que el centro hospitalario posee para confinar diagnósticos similares de enfermedades infecciosas. Las llaman –recuerda el gerente– «habitaciones de presión negativa porque el aire no sale al exterior» Casi al mismo tiempo, a poco más de cien kilómetros de distancia, en Valladolid las autoridades también ratificaban la existencia de un caso de contagio, un ingeniero iraní.

Fueron los dos primeros positivos en la región. «Un año ya, ¡uf!», resopla Jorge Elízaga.

Poco después, dos personas más –otro estudiante de IE que había estado en Italia de excursión para esquiar y una sanitaria que trabajaba en Madrid– dieron positivo en las pruebas que se les practicaron al notar los síntomas sospechosos de la infección. Es 9 de marzo de 2020. La investigación epidemiológica para definir la cadena de contactos de los dos alumnos del campus privado ya empezaba a ser abundante: unas 250 personas se sometieron a los exámenes de detección molecular para determinar si habían resultado contagiados, apuntaba por aquel entonces el jefe del Servicio Territorial de Sanidad de la Junta en Segovia, César Montarelo.

Aunque parezca que la historia de la pandemia en la provincia se remonta a aquellas jornadas para ubicar su punto de partida, la trama del coronavirus –que todavía busca la vacuna de un desenlace feliz después de 367 días de dramas y tragedias personales con nombres y apellidos– ya había escrito semanas antes algunos renglones, un preámbulo que no podía intuir los capítulos que se avecinaban, pero que sí avisaba de la preocupación en los servicios médicos.

Elízaga llevaba tres meses como máximo responsable de la gestión sanitaria de la provincia. Había sido jefe de Medicina Interna. Siendo especialista en enfermedades infecciosas, se había ocupado habitualmente de los comités para los planes intrahospitalarios. A la vista de la evolución del virus en China, «a finales de enero convocamos un primer comité covid dentro del Hospital General para que fuéramos recopilando lo que sabíamos y teníamos». Y lo que se conocía entonces era prácticamente nada, sobre todo si trataban de establecer algún tipo de similitud con afecciones de años anteriores en los que este tipo casos se reducían a uno o dos como mucho.

Elízaga hace un inciso al recordar cómo se desarrolló aquel aprendizaje acelerado en el que cada día había que adecuar el paso al ritmo cada vez más vertiginoso que marcaba el virus. Es complicado, incluso después de un año, saber si se podía haber prevenido más o mejor aquella andanada inicial de la covid.

¿Pudo haber antes del primer positivo confirmado del alumno de IE algún paciente contagiado por este coronavirus?. El gerente ni lo descarta ni llega a ratificarlo. «No hay muestras» sobre las que acreditarlo. Sin embargo, con anterioridad al caso del joven estudiante italiano, el Hospital había atendido «a varios enfermos de gripe A», matiza Elízaga, quien apostilla que entre los propios especialistas comentaron que «ese invierno hubo gripes un poco raras, casos poco convencionales».

Cuando ingresó Eduardo, el director del complejo asistencial destaca que «ya veníamos viendo con preocupación la capacidad de transmisión» de este virus en Italia. Entre el 27 y 28 de febrero, «se convocó a todos los mandos intermedios». Había que saber dónde había estado el universitario ya ingresado, si había estado o no en contacto con más gente cuando la ciudad estaba inmersa en los carnavales... El objetivo urgente era «despejar las dudas de si podíamos estar ante una transmisión muy importante o no», recuerda el gerente sobre la inquietud y el vértigo de aquellas horas.

En este primer caso, las pruebas determinaron que no hubo contagios. El director de la residencia donde se alojaba Eduardo declina recordar aquellas jornadas en las que empezaba a cambiar la vida cotidiana. Sin embargo, Francisco Pérez sí subraya que el joven italiano «fue el único que la tuvo, nunca contagió a nadie más de la residencia».

Unos días después, y tras un goteo de pacientes importados a lo largo de principios de marzo, «lo que nos preocupaba es que no hubiera una transmisión comunitaria y que cada paciente nos generara más casos», rememora el gerente de Asistencia Sanitaria de Segovia. Fue imposible.

«Lo que cambió nuestra visión, lo que supuso un giro de 180 grados es cuando descubrimos que desde uno o dos días antes de que una persona contagiada comenzara a tener síntomas podía transmitir la infección». De no haber sido así y de haberse comportado como otros coronavirus ya conocidos, la receta estaba clara: una vez diagnosticados, se aislaba a sus contactos y se podía contener la expansión. Pero la covid-19 no era como los otros.

El calendario deshojaba la primera semana de marzo y la pandemia afianzaba su insaciable avance. El relato de aquellos días detiene el descuento de las jornadas en el 13 de marzo. El Hospital General de Segovia tenía ya quince positivos confirmados. Ese día se detectaron seis en las pruebas que se enviaban al Centro Nacional de Microbiología de Majadahonda, donde empezaban a no dar abasto con la ingente cantidad de analíticas que recibían desde toda España. Ese atasco retrasaba los diagnósticos y avivaba la zozobra. «También se saturó, los resultados nos llegaban con cuatro o cinco días después de la toma de la muestra», relata el director del Hospital General. La espera de los pacientes transcurría en «estancias individuales, solos en una habitación para evitar el contagio, lo que hizo que solo pudiéramos contar con la mitad de las camas».

«Poder tener la capacidad de hacer PCR en el Hospital, esa fue la gran preocupación» a partir del 13 de marzo, subraya Jorge Elízaga. En esa fecha, el centro también registró su primera alta por la covid-19. Por desgracia, fue a causa de un fallecimiento. La primera víctima mortal del coronavirus en la provincia. Se trataba de una mujer de 98 años que vivía en la residencia de la tercera edad de Sanchonuño. Veinticuatro horas después, el presidente del Gobierno anunciaba la declaración del estado de alarma. El primero de la pandemia.

La progresión era imparable y los sanitarios echaban el resto para contener la embestida brutal de la primera ola. Siete casos el 14 de marzo; cinco el día 15; seis veinticuatro después; ninguno el 17; pero 43 el 18, y 45 en la jornada siguiente. El desbordamiento del Hospital había comenzado.

Desde aquel 13 de marzo hasta hoy, es decir, en 352 jornadas, el complejo asistencial de referencia en la provincia ha registrado 1.700 altas, que es la 'medida' que emplea el complejo asistencial para cuantificar la repercusión de la pandemia en las hospitalizaciones al cabo de estos meses. Altas de personas que ingresaron; aunque en ellas se incluyen también los 350 pacientes que han muerto por la covid-19 en el centro sanitario. En este tiempo, se han dado alrededor de 10.500 altas en total, por lo que la covid representa el 16%.