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Los trabajadores de la farmacia Mateos Rodríguez, en plena calle San Francisco, nunca hubieran imaginado que su turno de guardia diurna iba a coincidir con un apagón histórico. El regreso a la normalidad a lo largo de este martes supuso un gran alivio para los farmacéuticos que, tan solo unas horas antes, habían dispensado decenas de cajas de medicamentos en completa oscuridad. «Si se caen los servicios, no podemos hacer nada», recuerda Estefanía de Pablos, quien vivió en primera persona esta situación tras el mostrador.
Había muchas personas que necesitaban su tratamiento farmacológico. En la mayoría de los casos, no podían demorarse en la compra, especialmente cuando desconocían en qué momento iba a regresar la luz. «Venían sobre todo para cuestiones urgentes», señala la farmacéutica. La situación era complicada porque a la necesidad de adquirir las medicinas de los residentes en Segovia se unía la imposibilidad de acceder a la receta electrónica e, incluso, al propio ordenador.
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«No teníamos nada; por la tarde mi compañero que tenía algo de internet podía ir mirando los precios en la página web para cobrar a la gente», explica. Pero de repente la cobertura se esfumó. «Hay medicamentos que más o menos te sabes el precio. Si no, los clientes dejaban dinero de más, lo apuntábamos y luego vendrán a por las vueltas», declara. El internet se recuperó pocos instantes después que la luz, lo que permitió a la farmacia poder operar «con completa normalidad».
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