Oficios en extinción
La calle Licenciado Peralta cuenta con una fábrica de velas artesanas y un convento donde hacen dulces caseros
elena rubio
Lunes, 27 de marzo 2017, 22:05
Es una calle estrecha, en la que apenas caben coches y peatones juntos. Castiza y segoviana como las que se encuentran en el corazón de la ciudad parte de la calle Eulogio Martín Higuera y desemboca en la plaza de Avendeño. Es la calle Licenciado Peralta, una vía con suelo empedrado, que sirve de paso para los turistas que callejean por el casco histórico y para muchos segovianos que acuden al centro. En ella, hace décadas que dejó de estar allí la comisaria de policía. Con casas bajas, de apenas un par de pisos de altura, aparentemente esta vía podría tener poco atractivo. Sin embargo, en ella se dan cita varios oficios artesanales a punto de extinguirse y que sobreviven en la jungla tecnológica del mundo actual.
El tiempo se detiene en el número 3 de esta calle. Allí se ubica la Fabril-Cereda, una de las pocas fábricas de velas artesanales que existen en la región. Un pequeño letrero en la fachada del edificio informa de la existencia de este «taller artesano de velas». En su interior, el visitante puede encontrar todo tipo de velas: grandes, pequeñas, decoradas, de color blanco, morado, verde, de cuatro mechas, o como cada uno imagine, pero todas con una característica común: son todas hechas a mano.
La Fabril-Cereda abrió sus puertas hace aproximadamente ochenta años en una antigua capilla nobiliaria del siglo XVII, que también fue usada como caballerizas. Su actual dueño, Manuel Yuste adquirió el local hace cincuenta años. En la actualidad, trabaja él solo en la empresa, un oficio que puede extinguirse el día que Yuste cierre las puertas, algo que podría suceder el próximo año. Para elaborar las velas no hay sofisticados aparatos eléctricos. Más bien, todo lo contrario: una curiosa rueda octogonal con contrapesos en la parte inferior, con más de cien años de antigüedad, una mesa para cortarlas que funciona con un motor de lavadora, diferentes cazos, espátulas y cubetas y, sobre todo, la materia prima: cera de abeja, que llevan los apicultores.
La rueda octogonal llama la atención. Es una estructura hecha con piezas de madera y hierro, de donde cuelgan unas tablillas donde se colocan las cuerdas tensadas por pesos de hierro. Junto a esta estructura está situado un noque o cubeta de unos 40 litros de capacidad y un metro de profundidad, donde se encuentra la cera, previamente derretida en otra caldera anexa. «Cada vela requiere un tiempo; depende sobre todo del diámetro que tenga porque ·se puede tardar desde media hora a días, como en los cirios», asegura Yuste.
Las prisas no son buenas para hacer una vela porque para conseguir el producto deseado se necesita mucha paciencia y, sobre todo, muchas horas de trabajo. El proceso comienza alrededor de una cuerda de algodón o de rayón, un pábilo que se introduce en un recipiente donde hay cera líquida a una temperatura de unos ochenta grados. La primera inmersión dota a ese hilo de algodón de una capa de entre uno y dos milímetros, que se deja secar para volver a repetir el proceso tantas veces como se quiera para darle grosor a la vela, ya que «algunas tienen entre 400 y 500 capas», comenta. Y así todos los días, para conseguir un producto que cuenta con apenas unas horas de vida, una vez encendida. La Fabril-Cereda vende velas a toda España y ahora es uno de los momentos que mayor producción tiene, con motivo de la llegada de Semana Santa.
Un par de metros más adelante, una espadaña de una iglesia llama la atención. Es el Monasterio de las Hermanas Concepcionistas Franciscanas, donde en su día se situó el palacio de Avendaño, hoy dos de los tres escudos se encuentran en la fachada de este inmueble. En el interior del convento, las monjas de clausura elaboran una completa variedad de dulces y pastas. Tras un cristal y unas rejas colocados en bandejas o en cajas, se pueden admirar dulces de almendras, de miel, horneados, redondos, cuadrados, ovalados e incluso magdalenas. «Es todo 100% artesanal. Por eso hacemos muy poco», comenta una de las hermanas tras el cristal.