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Senderistas entre pinos.

La superficie arbolada de Valsaín tiene 1.000 hectáreas más que en 1956

La rica biodiversidad del espacio que gestiona el Centro de Montes contiene más de 900 especies

Miguel Ángel López

Lunes, 14 de marzo 2016, 06:30

«En los meses cálidos vuelve a haber sonido por las noches», dice Soledad Redondo, bióloga responsable de Conservación del Centro Montes de Valsaín, que depende del Organismo Autónomo Parques Nacionales; conoce bien la rica biodiversidad de esta zona de la sierra, incluida al cien por cien en el término municipal del Real Sitio de San Ildefonso, sujeta a numerosas medidas de protección y declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco junto al término de El Espinar. Sabe que en los montes y bosques de Valsaín, una parte sustantiva del Parque de Guadarrama, cuando las temperaturas los animan los anfibios se hacen oír. En las charcas naturales y en las preparadas con una pequeña inversión por los técnicos, diversas especies despliegan sus cánticos nocturnos. Es uno de los sonidos que exponen la buena salud del hábitat que los técnicos tratan de fomentar, signo de que han conseguido realizar el reclutamiento de una nueva generación de anfibios, especies que son indicadores biológicos (pues acusan mucho los años secos) en un espacio donde la presión humana no es tan elevada como en la vertiente sur de la sierra, pero existe. Sin embargo, el sistema de gestión sostenible, las medidas de protección y el cuidado mantienen una riquísima biodiversidad. Y la superficie forestal es mil hectáreas mayor que hace 60 años.

Los indicadores biológicos marcan las tendencias climáticas

  • Este invierno a punto de concluir quizá ha sido atípico, al menos por las altas temperaturas del principio y el retraso de las nieves abundantes. Las condiciones climáticas influyen mucho en las especies vegetales y animales. Advierte Marisol Redondo que «en noviembre y diciembre hemos visto mariposas volando, y la gente puede preguntarse cómo puede ser esto, y luego las nevadas de las últimas semanas han vuelto a ralentizar todo». En los inviernos más fríos puede haber retrasos o pérdidas de puestas de muchas especies, como el buitre negro, o causar un descenso de la población de algunos lepidópteros porque, recuerda la bióloga, «al pasar los datos del seguimiento de mariposas de 2015 vi que tengo una salida en junio y puse en las observaciones muchos menos ejemplares para el momento del año en que estamos, y es que justo la semana anterior hubo la típica helada». Señala Javier Donés, director del centro, que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas está haciendo un seguimiento de las cajas nido instaladas por todo el bosque para ver el comportamiento del cerrojillo papamoscas y en el estudio están empezando a tener claro que «el retraso o el adelanto de la floración suponen la abundancia de determinados insectos que repercuten en la mejor o peor alimentación del cerrojillo cuando va a reproducirse, de modo que condiciona su éxito reproductor». Este pequeño pájaro viene de África «y si cuando llega se ha adelantado el ciclo de las orugas de las que se alimenta se le complica anidar, porque otros pájaros ya han ocupado las cajas», explica Marisol Redondo. El estudio es de Juan Manuel Moreno y Santiago Merino, que han realizado uno de los trabajos más interesantes por el seguimiento de una especie y que se cita en todos los estudios sobre las tendencias del cambio climático, recalca Donés. Porque hay que hablar de tendencias. «Una cosa son los cambios y las épocas más adecuadas o menos para determinadas especies, pero en el monte la tendencia que se ve en este momento es de mantenimiento de la precipitación total y aumento de la temperatura, aunque en el siglo XIX hubo un tiempo más frío, una miniglaciación que llaman, y también fueron muy fríos los años de la década de 1950», explica el director. No es la primera vez que en Segovia comienza a nevar en enero, tampoco es raro que la primera nevada sea en noviembre y la última en abril (así fue en el invierno de 2008 a 2009, recuerda la bióloga) o que en abril caigan 150 litros de agua por metro cuadrado como en 2014. Afectan a la flora y la fauna del monte, «pero son tendencias», apostilla Donés.

Los montes de Valsaín comprenden 10.668 hectáreas (unas 3.326 incluidas en el parque nacional, 300 en el Parque Natural Sierra Norte de Guadarrama y el resto en la zona periférica de protección) que patea Sol Redondo día y noche, «sábados y domingos si hace falta para realizar el seguimiento de muchas especies», subraya, Javier Donés, director del Centro Montes de Valsaín, quien dada la conjunción de ámbitos administrativos trabaja de forma coordinada con Patricia Riquelme, directora conservadora del Parque Natural Sierra Norte de Guadarrama (que administra la Junta de Castilla y León) y codirectora del Parque Nacional.

Donés destaca el trabajo de la responsable de Conservación: «No solo hace seguimientos, son muchas cosas. Cuando empezamos nos dedicábamos sobre todo a lo que interfería en la gestión, pero cuando llegó Sol empezamos a plantearnos qué queremos y cómo lo queremos, y lo que pretendemos ahora es tener un conocimiento de casi todos los grupos, faltan algunas cosas como los hongos, y desde el conocimiento ver un nuevo planteamiento; nos hemos estructurado mucho y llevamos un trabajo muy interesante, primero, de haber conocido, de mejorar el conocimiento, hacer un seguimiento y saber mucho más para mejorar la gestión».

Toda la información se comparte con la Administración de Castilla y León. Y los datos de los proyectos de seguimiento (disponibles en las memorias anuales que están en la web de Parques Nacionales) son para estar orgullosos del sistema de gestión sostenible del espacio y la evolución de las especies vegetales y de la fauna. Como apunte, Donés indica que dentro de poco pondrán en la web «una imagen comparativa de la foto del vuelo que hicieron los americanos en 1956 y una ortofoto del 2008, y ahora hay más de 1.000 hectáreas más de superficie arbolada en estos montes, cuando la superficie forestal de los inventarios de España no ha aumentado».

Visitantes

No es difícil avistar muchas especies animales, aunque el águila imperial una de las aves emblemáticas y necesariamente protegida, es esquiva y de sus lugares de anidamiento solo saben los naturalistas y los responsables administrativos. También es posible ver lobos, que como indica Donés «no vive en estos montes, pero pasa». Asegura Sol Redondo que «cuando ves un lobo no hay duda de que lo es, su mirada impresiona y es muy distinta de la de un perro». Aunque no hay muchos ataques al ganado registrados, solo tres en los últimos años.

La presión humana no es muy alta en este lado segoviano de la sierra, pero es creciente y los comportamientos a veces no son los deseables. En la vertiente sur hay a menos de una hora cinco millones de personas, potenciales visitantes de los montes de Valsaín. «Afortunadamente, la presión del público es mucho menor que en el lado madrileño y se concentra en determinados sitios, en la Senda Smith, el camino de Peñalara y el de las Pesquerías, que controlamos con contadores, pero fuera de estos sitios es escasa», advierte Donés.

No obstante, comenta que «hay que trabajar mucho para que las visitas no lleguen a salir de contexto» y el plan de uso público de los parques dará un paso más en la regulación de las visitas, sin reducir el atractivo ni las expectativas turísticas de los ayuntamientos de la zona, pero con la idea de que «para compatibilizar y regular hay que hacer todavía muchas cosas».

Señala al respecto que hace dos semanas, tras la última nevada, hubo un público numeroso, fundamentalmente madrileño, que el fin de semana acudió a las áreas recreativas de Los Asientos y Boca del Asno ávido de nieve, y luego la Guardia Civil y la guardería tuvieron que estar empujando los coches para sacarlos. Y han empezado a detectar «nuevas costumbres que creemos que no son demasiado buenas». Una d ellas es recorrer la sierra de noche en bicicleta. Pero los ciclistas lo hacen «con potentes focos», una forma «excesiva» que puede perturbar a numerosas especies.

Porque, como explica Sol Redondo, «muchas especies son activas y se mueven de noche y otras tienen su mayor actividad al amanecer o el ocaso, cuando hay menor presión humana».

Fauna

Los catálogos de fauna son también amplios, a pesar de que Redondo dice que están por concretar los de algunos grupos de invertebrados y «siempre hay algo por descubrir». Están catalogadas 56 especies de mamíferos: insectívoros como erizos y musarañas, murciélagos, carnívoros (lobo y zorro), mustélidos (comadreja, garduña, nutria, tejón, visón americano), vivéridos como la gineta, félidos como el gato montes, roedores (ardilla, ratón de campo, topillo, rata de agua, lirón careto, etc.) y artirodáctilos (corzo, jabalí y capra hispánica). El catálogo de anfibios incluye 11 especies, como el sapo común, la rana ibérica, la salamandra o la ranita de San Antonio; el de reptiles 15 especies de lagartijas (como la ibérica o la serrana), culebras y víboras. Entre los peces, la especie principal es la trucha (Salmo trutta).

En este espacio hay hasta 166 especies consideradas en la avifauna, en la que destacan el águila imperial ibérica (Aquila adalberti), el buitre negro (Aegypus monachus) con una abundante colonia, el dormidero de buitre leonado (Gyps fulvus), diferentes especies de águila, los picos (Dendrocopos major y D. minor) y la chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax), además de muchos pájaros como el cerrojillo papamoscas, objeto de un seguimiento especial por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Entre los invertebrados hay 54 especies endémicas, y el número de insectos es muy elevado. Redondo cita como ejemplos destacados los lepidópteros (430 especies de mariposas diurnas y nocturnas), con 104 especies bien catalogadas y entre ellas la emblemática polilla isabelina (graellsia isabelae), además de 25 especies de libélulas.

Han sido instaladas cajas nido para hacer un seguimiento y control de muchas pequeñas aves; el fototrampeo ya cubre prácticamente todo el área de Valsaín y las cámaras han permitido realizar el seguimiento del corzo y el zorro. También ha crecido el interés, por ejemplo, por algunos murciélagos. «Con la mejora de los procedimientos estamos mejorando el conocimiento; ahora estamos documentando todo, sabemos mejor lo que tenemos y cómo seguirlo», remarca Donés.

Y surgen casos curiosos, como el de una especie de murciélagos cuyas hembras migran a Alemania y regresan para aparearse: «Vuelven a buscar el latin lover», bromea la bióloga.

Lo cierto es que el seguimiento y la búsqueda continuados son fructíferos. «Recientemente nos han comunicado una nueva cita para el monte de una especie de curculionido, el primer avistamiento en Valsaín» y, declara Redondo, «sí, la verdad que ese tema es apasionante, porque siempre que miras con más detalle encuentras cosas nuevas... especies que no habían sido citadas en Valsaín o incluso en Guadarrama, o la provincia».

Otro ejemplo: «Este verano, sin ir más lejos, encontré una libélula que no había sido citada en la provincia de Segovia (Oxygastra curtiisii) y encontramos datos de reproducción de una especie interesante de libélula (Aeshna juncea), dos odonatos amenazados».

Flora

En los montes de Valsaín el catálogo completo de flora vascular asciende a 867 taxones, entre especies y subespecies, sin contar las 69 alóctonas «ligadas a ambientes urbanos, cerca de las casas y jardines o aparcamientos, y encontramos algunos ejemplares naturalizados pero no hemos detectado problemas relacionados con un aumento de sus efectivos, por lo que en general y hasta la actualidad, no representan un peligro para la flora autóctona», comenta Sol Redondo.

Las especies emblemáticas son el pino silvestre, el roble melojo y la encina, pero hay también un par de barrancos donde poco a poco va recuperándose el tejo (se utilizaba como adorno en las fiestas de la Catorcena y arrancaron mucho en los siglos pasados), masas significativas de álamo temblón (en el paraje de Los Aalamillos, cerca de Peña Citores) y, como destaca Javier Donés, «una mancha importante y continua de acebo de 55 hectáreas, que forma un sotobosque denso donde encuentran protección muchas especies animales».

Un bosque maduro de 450 años

La ordenación de los montes de Valsaín iniciada en el siglo XIX ha permitido mantener (y explotar) una masa de pino silvestre considerable, pero también conservar un espacio al que antes no se le daba importancia. Javier Donés destaca la existencia cerca de Siete Picos de un bosque maduro, una masa con árboles de más de 400 años, con al menos un ejemplar de 540 años de un diámetro de 128 centímetros.

Es un rodal de unas 200 hectáreas que está siendo datado con técnicas de dendrocronología (la observación de los anillos de crecimiento) en el que los pinos llegan a la madurez de su ciclo forestal, ya que lo habitual en la explotación del pino silvestre es cortarlo cuando deja de crecer, a los 120 años. «El concepto de bosque maduro se empieza a trabajar ahora en España, a seguir todo el ciclo natural porque estos bosques conservan la flora, la fauna y el suelo asociados a uno en senectud, que son diferentes de los de gestión ordinaria, mucho más jóvenes», señala.

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