«Los políticos que votaron en contra del acelerador tenían que venir en la ambulancia»
Mari Carmen Urdillo, en tratamiento de radioterapia, relata lo «tortuoso» de los viajes que ha de hacer cada semana a Valladolid para recibir las sesiones
César Blanco Elipe
Miércoles, 3 de febrero 2016, 11:29
Mari Carmen Urdillo pone voz y rostro a la «tortura» por la que ha de pasar cada semana para someterse a la sesión de radioterapia que le permite mantener a raya la enfermedad. Ya solo le queda un viaje de ida al Clínico de Valladolid y la vuelta, y habrá culminado las 25 sesiones. «Estoy contando los días», dice risueña y confiada en que «es una batalla más para ganar la guerra». Con la misma fuerza que transmite su optimismo ante la proximidad del calendario para dar por finiquitado su paso por el acelerador lineal, cuenta lo injusto que resulta para una paciente como ella (y otros tantos que se encuentran en su situación) soporten un sufrimiento añadido al padecimiento que de por sí conlleva la patología y su tratamiento.
En su caso, «todo fue bastante rápido». Mari Carmen, que hace tres días sopló 54 velas, acudió al médico de cabecera. «Notaba unos granitos y me puse en manos de los doctores», señala. Ahí empezó todo. La consulta le derivó al especialista y al diagnóstico que no quería oír: un tumor de mama. Y no uno pequeño. Confiesa que entonces lo que temía eran los efectos secundarios de la quimioterapia a la que sí o sí tenía que someterse.
Pasó por las pruebas pertinentes, una biopsia, una mamografía y un TAC. Entre febrero y marzo del año pasado se confirmó el diagnóstico; luego pasó por esa temida quimioterapia, «que es devastadora», y cuando el otoño asomaba en el almanaque entró en quirófano para extirparte prácticamente todo el tumor. Después, la radioterapia para prevenir y evitar posibles reproducciones del mal.
Su pareja y los amigos han sido su mejor tratamiento. La receta que más le ha aliviado. También le ha ayudado a transitar por el trance el cariño demostrado por compañeros de trabajo en la planta de Flisa, dedicada a la lavandería industrial, a la que espera volver a pleno rendimiento y no tardando. Pero no le está siendo fácil. Cuenta que durante estos meses sufrió una anemia. «Me operaron dos veces en el mismo día y perdí mucha sangre», recuerda. Un imprevisto con el que no contaba Mari Carmen y que agregó más padecimiento y épica a la recuperación del cáncer. Aunque inesperado, le dijeron que «estas cosas pueden pasar». Le dio rabia la explicación aunque no lo exprese abiertamente, pero prefirió centrarse en superar el mayor escollo, ese tumor que ha marcado su vida.
«He tenido muchas zancadillas, quizás por eso sea optimista». Cuando llegó el momento de someterse a radioterapia, apenas podía imaginar la nueva traba que debía encarar. Esos viajes «tortuosos» desde su residencia en Palazuelos de Eresma hasta el Clínico de Valladolid. «La hora es orientativa, pero suelen pasar a recogerme hacia las dos de la tarde y estoy de vuelta en casa a los siete y media, ocho e incluso nueve de la noche». Son desplazamientos que «se hacen eternos», comenta Mari Carmen.
«La ambulancia va completa», añade. El pasado viernes, por ejemplo, iban nueve personas y una acompañante de uno de los pasajeros enfermos tuvo que sentarse en un lado de una camilla, relata la segoviana. El recorrido que hace ahora tiene varias escalas. Pasa por Torrecaballeros, la recoge en Palazuelos, va a Arroyo de Cuéllar, Chatún y a la propia villa cuellarana antes de llegar al centro hospitalario de la capital vallisoletana. En total, entre la ida y la vuelta, los trayectos pueden alargarse cuatro o cinco horas para diez minutos de sesión de radioterapia.
«No soy mucho de compartir lo que me pasa, aunque en los desplazamientos solemos hablar de nuestros problemas, intercambiamos opiniones, nos animamos y al final te vas dando cuenta de que no eres la única que lo pasa mal. Resulta hasta terapéutico», comenta no sin cierta ironía. En esos viajes también va diciéndose para sí misma que no falle la máquina, que vaya todo bien y sobre todo rápido.
Y es que «hay veces en que tienes que esperar porque no funciona o tienen que arreglar el sistema informático que se ha estropeado, con el riesgo de que puedes haber ido para nada». A Mari Carmen no le ha pasado, pero conoce gente a la que sí le ha sucedido regresar al cabo de varias horas sin la sesión.
«No entiendo la obcecación de la Junta de no poner radioterapia», reflexiona en voz alta. «Los políticos que votaron en contra de poner el acelerador en Segovia tenían que venir un día en la ambulancia y verían cómo se pasa», sentencia.