«Yo no soy una adolescente inconformista. Soy una persona de izquierdas»
La última ganadora del prestigioso Premio Herralde de Novela, Marta Sanz, mantiene un encuentro con lectores en Segovia en el que comparte los entresijos de 'Farándula'
César Blanco Elipe
Sábado, 16 de enero 2016, 14:40
La propia autora califica su criatura de «borde». Marta Sanz (Madrid, 1964) es una indignada con su época y combate el desprestigio de la intelectualidad con todo un despliegue de su habitual arsenal irónico y cáustico. En 'Farándula' construye una metáfora de la sociedad en torno al cine, el teatro, la literatura y la cultura en general. Por aproximación, la escritora escoge el mundo del espectáculo, su aparente banalidad y su disyuntiva perniciosa entre lo frívolo y lo político, para reflejar el mundo actual en el sobrevive una sociedad que, aunque resplandezca por fuera, acapare los flashes y pise alfombras rojas, está vacía en su interior, carente de capacidad crítica.
'Farándula' coge por la solapa al lector y le zarandea para que despierte y actúe. Sanz sacude conciencias aletargadas e ingenuidades que acaban por erosionar el sentido crítico. Marta Sanz ha desgranado este sábado, en la librería Intempestivos de Segovia, los pespuntes que cosen esta «divertida» novela, que además se ha hecho merecedora del Premio Herralde en su trigésimo tercera edición que concede la editorial Anagrama, uno de los reconocimientos narrativos más prestigiosos de cuantos se otorgan en España. El encuentro ha estado presentado por el responsable de la editorial segoviana La Uña Rota, Carlos Rod.
'Farándula' al final es un retrato muy crítico del mundo del cine. ¿Era su primer propósito cuando te pusiste a bosquejar la novela?
Yo no estoy segura de que sea tan crítico con el mundo del cine. Creo que es un libro que reflexiona sobre algunas de las contradicciones de las personas que queremos ser críticas con el sistema a través de nuestros oficios artísticos. 'Farándula' habla de la incertidumbre de un mundo en el que se están imponiendo otros modos de relación entre los seres humanos: modos de relación que vienen impuestos por el modelo económico e ideológico de Sillicon Valley. Con eso sí que la novela es enormemente crítica.
El libro bebe de anteriores novelas y de un antiguo ensayo. ¿Se puede decir que es una obra predeterminada y ejecutada con alevosía?
Todas mis novelas, de un modo u otro, beben de dos fuentes: la observación de la realidad y los hilos que se quedan colgando de otros textos. De los temas tangenciales que acaban por convertirse en centrales. Por otra parte, es verdad que 'Farándula' es la cristalización en una trama novelesca de las ideas y sobre todo de las dudas sobre la cultura a las que les di vueltas en el ensayo 'No tan incendiario'. En cuanto a predeterminación y la alevosía, todos mis libros son premeditados y alevosos porque, igual que yo escribo de lo que me duele, intento sacar a los lectores de su zona de confort. Sin embargo, ninguno de mis textos está predeterminado, porque aunque planeo mucho antes de ponerme a escribir, mientras escribo, el proceso mismo de escritura me hace descubrir, aprender cosas que no sabía antes de emprender la escritura de un texto.
Escoge al gremio de los actores para encarnar la metáfora del modo de vida imperante e. Sin embargo, pienso que es un colectivo que a la sociedad le resulta un poco lejano, ¿no cree?
Me parece que los actores son un colectivo lejano y a la vez muy cercano. Los odiamos o los amamos y a veces lamentamos su pérdida porque han formado parte de nuestra vida. Nos resultan extremadamente familiares y es casi imposible no dedicarles un saludo si nos cruzamos con ellos por la calle. Aunque ellos no nos conozcan de nada, nosotros sí que los conocemos a ellos. Por otro lado, los actores, más allá del aura de glamour que los envuelve a veces, que los aleja de nosotros y los 'diviniza' publicitariamente, son en último término trabajadores, un colectivo que ha sido especialmente castigado por la crisis y por el paro. Por eso me parecen una metáfora perfecta del mundo en que vivimos: brillo por fuera y precariedad por dentro.
Que complicado resulta emplear la ironía como usted hace sin caer en lo soez o en el desprestigio gratuito. Sin embargo, es una de sus señas de identidad literaria
La sátira es una lente de aumento que nos permite ver mejor la realidad. En la aparente deformación, en las exageraciones insultantes, en el exceso, incluso en la risa sarcástica lo que se esconde es preocupación y mucho cariño. Yo creo que uno de los reversos de la sátira es el amor.
Hablando de desprestigios, ¿quién tiene la culpa del que sufre la cultura y del arte?
Los políticos neoliberales que la han tratado como un ornamento, como algo para pasar el rato, algo secundario, porque en el fondo sabían que la cultura es una manera de ensanchar nuestra visión del mundo. Un arma cargada de futuro. Una bomba de relojería. También somos responsables los que nos hemos dedicado a estos oficios y durante años hemos asumido el discurso neoliberal de la cultura como espectáculo, mercancía y divertimento: a mí me encanta la cultura bufonesca, pero sé que también puede ser otra cosa.
¿Cuándo una persona pierde la dignidad, cuando deja de ser libre?
La persona deja de ser libre cuando se cree que de verdad lo es. Cuando no reparamos en todos los nudos que nos aprietan y, por tanto, no podemos romperlos. Cuando no queremos ver lo que nos hace daño y defendemos una estúpida felicidad a ultranza.
Más tarántulas y menos faralaes
En el cosmos editorial, ¿hay mucha farándula?
En un momento de la novela, uno de sus personajes define la farándula como una combinación de faralaes y tarántula. Partiendo de esa definición, a mí me parece que en el cosmos editorial debería haber más tarántulas y menos faralaes.
¿Qué es lo que más le molesta de ese modo de vida contra el que arremete en tu obra?
La falta de justicia social. Todas las desigualdades. La precariedad. El hambre como metáfora y como realidad.
Le he leído que asistimos en un cambio ideológico. ¿En qué consiste y cuánto tienen que ver las nuevas tecnologías?
El cambio ideológico tiene que ver con la sustitución de los vínculos fuertes por los vínculos débiles. En 'Farándula' el teatro es subversivo y rebelde, no me atrevería a decir que revolucionario, por el mero hecho de seguir siéndolo. El teatro es físico, y entre los actores y su público se establece una conexión tangible que provoca que si alguien se levanta en mitad de una representación eso se siente como un acto de violencia. Yo reivindico la fisicidad del teatro y la presión de la caligrafía frente a una cotidianidad en la que todos estamos permanentemente en otra parte y le concedemos más importancia a un 'whatsapp' que a una conversación en un espacio físico compartido. Creo que el amor y la política solo son posibles de esa forma: creo que no deberíamos conformarnos con firmar peticiones de change.org. Eso está muy bien, pero no basta.
«Toda la literatura es ideológica»
¿Todo en este mundo es política? ¿También hay una literatura política?
Todo en este mundo es ideología. Todo en este mundo implica un posicionamiento ideológico, pero no todos los posicionamientos ideológicos son políticos. En este sentido, toda la literatura es ideológica, pero no toda es política. Porque si toda lo fuera, ninguna lo sería: si toda la literatura fuera política, la que lo pretendiese abiertamente sería una forma vacía, sin significado. Para mí, la literatura política es aquella que visibiliza las zonas oscuras de la realidad y lo hace a través de una propuesta estética intrépida que genera incertidumbre en el receptor. La literatura política no es la que consigue que el lector se sienta bueno, sino la que es capaz de enfrentarlo con sus propias contradicciones. Es una acción que quizá puede motivar otras acciones.
¿Se siente a gusto caminando por la orilla del inconformismo?
Yo no soy una adolescente inconformista. Soy una persona de izquierdas.
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