«Aprendes y además ayudas a las personas que realmente lo necesitan»

Esther Vega Marcos es una joven segoviana de 22 años que, tras graduarse en Pedagogía en la Universidad Complutense de Madrid, ha decidido viajar hasta Malawi (África), durante un mes, para crear un Proyecto de Desarrollo junto a otros cuatro compañeros con la Asociación Thanjane. Quedan menos de 24 horas para que coja el primer vuelo, de tres que le esperan hasta llegar al destino. Sale de Madrid y no llegará a Lilongüe (capital de Malawi) hasta casi un día después, haciendo escala en Frankfurt y Etiopía.

Esther lleva más de un año asistiendo a reuniones semanales de hasta tres horas, donde María Loreto Ruiz de Arcuate, Presidenta de la Asociación Thanjane y profesora de la Universidad Complutense de Madrid, les forma enseñándoles la experiencia de otros jóvenes y acercándoles a las costumbres africanas.

Cuando aterrice en Malawi tendrá un mes por delante para desarrollar su proyecto hasta en diez aldeas del distrito de Dowa. El camino que ha seguido hasta el momento le ha llevado a vacunarse de la gripe, fiebres tifoideas, Hepatitis A y fiebre amarilla (debido a la escala en Etiopía, país con riesgo de contagio). Además debe tomar una pastilla diaria para combatir la malaria hasta siete días después de su regreso a España.

Cuando nos habla del proyecto que quiere desarrollar allí, insiste en que el objetivo principal es mantener la esperanza» y añade: «Vamos a continuar un proyecto de desarrollo que se inició con la Asociación Thanjane en 2007». Su misión allí consistirá en formar a los malauíes que conocen el oficio de la ganadería, agricultura, comercio o educación, a que aprendan a transmitir este conocimiento al resto de los aldeanos para crecer en conjunto. Ellos no van a organizar a sus habitantes, «vamos a dar nuestro apoyo, sin dirigir nada». De estos cuatro ejes, subraya, «el más importante es el de la educación, ya que es transversal e incluye al resto». Ha decidido llevar a cabo este proyecto «por ser distinto al resto, no solo aprendes, sino que además estás ayudando a personas que realmente lo necesitan».

«En la universidad nos enseñan muchas cosas interesantes, pero descuidan enormemente la inteligencia y gestión emocional; así lo único que se consigue es perder una de las herramientas más valiosas de esta profesión, que es perdernos a nosotros mismos», apunta Esther.

No duda al responder cuál es su mayor miedo al llegar allí: «La salud, por las precarias condiciones de higiene que, desafortunadamente, viven». Por ello, su mayor reto ha sido hacer la maleta. «Llevo una mosquitera de cama para colgar del techo y evitar los mosquitos, y un casco con linterna frontal, que jamás pensé que necesitaría; además de un botiquín muy completo».

Todo por su cuenta

Para poder preparar su misión en el continente vecino ha tenido que resolver varios temas de papeleo y después organizar su viaje. «Nadie me paga nada. El vuelo, la estancia, la comida y mis viajes allí en Malawi los pagamos nosotros». Esto le hace reflexionar, ya que «existen pocas opciones de voluntariado ante los precios y es algo muy necesario es muchos países».

La presidenta de la asociación lleva viajando a Malawi muchos años y por largas temporadas. «Ella es la que realmente ha vivido una evolución en el desarrollo de los malauíes durante todos estos años». La moneda oficial malauíe es la Kwacha que equivale a un céntimo de euro, pero «mis compañeros y yo llevamos dólares, para después cambiarlos allí», explica.

Esther es consciente de la falta de comunicación con España que va a vivir desde que llegue a Malawi: «Me angustia la idea de no poder hablar con mi familia, pero me centraré en vivir la experiencia». Su viaje aún no ha empezado, pero ya sabe que «es un fuerte desafío que me va a garantizar un aprendizaje y un crecimiento personal que me hará evolucionar como persona».