Pablo Tomeo, el triunfo de la inteligencia en la España vaciada
«El fútbol iba a ser lo primero en sacrificar si no iban bien los estudios», explica el central del Pucela, «un chico de pueblo» que se crio en un municipio de Teruel de apenas 500 habitantes
Alloza es un pequeño pueblo de Teruel que apenas supera los 500 habitantes y un ejemplo de la España vaciada. En 1910 casi rozaba los ... 2000 lugareños, pero a partir de la década de los setenta del pasado siglo su población comenzó a emigrar hasta reducirse a una cuarta parte. En este municipio aragonés vivió hasta alcanzar la mayoría de edad el futbolista Pablo Tomeo Félez (Alloza, 23 de enero de 2000). «Sí, he vivido toda mi vida allí. Iba a jugar a Andorra de Teruel, que está a 10 kilómetros porque en mi pueblo no hay campo de fútbol. A los 18 años acabé la etapa de bachiller y me fui a estudiar fuera. Justo me salió la opción de ir a Huesca y cursar allí la carrera, que para mí era lo primordial».
Tomeo lo tenía claro: la prioridad pasaba por los estudios y, si la parte universitaria se resentía, «el fútbol iba a ser lo primero en sacrificar». «Era lo que más tiempo me quitaba y tampoco había destacado especialmente en ningún equipo». Logró compaginarlo: acabó la carrera de Magisterio y, posteriormente, finalizó un grado de Acondicionamiento Físico. «Desde el año pasado ya no estudio, pero estoy buscando algo para hacer...».
Pablo Tomeo, hijo único, se crio en un ambiente de sacrificio. Su padre era albañil (falleció cuando Pablo tenía 18 años). Su madre se ha dedicado al cuidado del hogar familiar y sigue residiendo en Alloza, desde donde sigue las evoluciones futbolísticas de su vástago. En el pueblo sólo había tres niños de su «quinta» y cuando asistía a las clases de primaria se juntaban chavales de primero, segundo, tercero y cuarto en la misma clase. «Era un poco raro, pero te obliga a relacionarte con niños mayores y eso te hace madurar antes. Es algo que se da mucho en los pueblos».
Raquel, la madre de Pablo, le llevaba la mochila cuando le acompañaba al colegio y el pequeño Tomeo siempre iba con un balón bajo el brazo. «Nos dejaban guardarlos en la clase. Luego, en el recreo jugábamos los de primero con los de sexto y ya nos íbamos curtiendo». El joven allocino desarrolló pronto una gran inteligencia futbolística, la clave de su llegada al deporte profesional. «Sí, destacaba en la forma de ver el juego, en ser listo, leer las situaciones antes de los demás, pero no era el más rápido ni el más bueno ante la portería ni el mejor defendiendo. El trabajo, el sacrificio y la astucia es lo que más resalto en mi caso. He estado con compañeros en el Andorra y en el Huesca B que eran muy buenos y luego se quedaron por el camino».
Pablo Tomeo tomaba como referencias a otros futbolistas inteligentes como Sergio Busquets, «un jugador muy listo que sabe dónde tiene que estar en cada momento». «Yo jugaba en el medio del campo y me fijaba en él, y también en otros centrocampistas como Xavi, Iniesta, Xabi Alonso…».
La agudeza futbolística de Tomeo le sirve para brillar ahora en categoría profesional. Con más de 6.000 minutos jugados en Segunda División, el central del Real Valladolid maneja estadísticas para tratar de evitar problemas. «Si no me equivoco, creo que el 33% o 34% de los goles en Segunda vienen a balón parado. Muchas veces lo más fácil para parar una acción es cometer una falta, pero pienso que haciendo menos faltas resulta más fácil que no recibamos gol. Y tampoco recibo muchas tarjetas. Era más 'tarjetero' como mediocentro».
Para Tomeo, las principales virtudes de un defensa central residen en «equivocarse lo menos posible con balón en campo propio y ser tácticamente muy bueno». «Leer los espacios, los movimientos del rival, saber el posicionamiento de tus compañeros alrededor… Más que ser fuerte, contundente, rápido o ganador de duelos, la parte táctica es lo más importante para mí».
Pablo Tomeo comenzó a jugar como central de niño, pero en su etapa juvenil pasó a desempeñarse como mediocentro y su debut con el Huesca en Segunda, de la mano de José Ángel 'Cuco' Ziganda, llegó en esa demarcación. Luego, en su etapa en el Mirandés, volvió al eje de la zaga. «Me costó al principio porque tendía a saltar hacia adelante y dejaba jugadores libres detrás, pero creo que me he adaptado bien a una posición que me gusta mucho».
La visita del Mirandés a Zorrilla del próximo domingo (18:30 horas) despierta emociones muy recientes en Pablo Tomeo. «Es el club en el que más ha crecido. El curso pasado viví un año muy bonito. Tengo muchas ganas de medirme a ellos, aunque ya no queda casi ninguno de los jugadores que estuvimos el año pasado. Pero tengo ganas de reencontrarme con gente del cuerpo técnico, utilleros... Sigo manteniendo relación con el director deportivo, Alfredo Merino, y otra gente del club. De los jugadores, los dos únicos 'supervivientes' son Juan [Gutiérrez] y Sergio Postigo»,
Pablo Tomeo se formó en el Andorra de Teruel desde benjamines hasta su etapa de juvenil y llegó a debutar en Tercera con el Andorra. Luego, pasó al Huesca en el último año como juvenil y logró el ascenso a la División de Honor. Con el Huesca B también ascendió, en este caso de Regional Preferente a Tercera y, posteriormente a Segunda RFEF. De allí, saltó a Segunda División con el cuadro oscense y supo aprovechar su talento para consolidarse en el fútbol profesional.
«En el Andorra tuve muchos entrenadores muy buenos, con los que sigo manteniendo relación, sobre todo con Fran y Emilio Griñón, dos gemelos con los que sigo hablando semanalmente. Del Huesca B destaco a Chemi, que fue el que me descubrió en mi pueblo y me llevó allí. A Cuco Ziganda le debo todo, porque fue el que me hizo debutar en Segunda. Y lo que he aprendido con Alessio Lisci en el Mirandés es una barbaridad. Es un currante y controla todas las situaciones de juego», detalla.
Un debut en secreto
El 12 de agosto de 2022, Pablo Tomeo debutó en Segunda en el Ciutat de Valéncia ante el Levante. Ziganda le dijo que sería titular dos días antes por si quería avisar a su familia, pero él evitó esa presión. «Decidí que no avisaría a nadie y, aunque me preguntaban, fui a Valencia sin decir nada». En su primera campaña en la división de plata, Tomeo iba «con pies de plomo» para adaptarse al fútbol profesional y preguntaba constantemente a los más veteranos para aprender todo lo posible.
Tras 19 partidos con el Huesca y sin «un gran mercado para seguir en Segunda», el Mirandés confío en él. «Es el sitio ideal para cualquier jugador que quiera crecer. Pasé nervios en las tres o cuatro últimas semanas cuando nos jugábamos la permanencia. Fue más agobiante que el curso pasado, en el que luchamos por el ascenso a Primera. En Miranda no hay una presión por estar arriba. En este último año, el objetivo inicial era otro, pero todos creímos en la idea de Alessio y se fueron dando los resultados. Jugábamos sin miedo, sin presión… Al final, yo dije a mis agentes que, hasta que no acabara el 'play-off' de ascenso no quería saber nada de intereses de otros clubes porque es basura que te entra en la cabeza, que hace que te ilusiones y que no estés donde debes. Mi opción era quedarme si ascendíamos y sólo escuché ofertas cuando acabó el 'play-off'. No tuve que pensar mucho en la propuesta del Real Valladolid porque me quería quedar en España y este es un club idóneo para progresar».
Tomeo tiene «curiosidad» por conocer qué supone jugar en Primera División, pero prefiere no anticipar ese momento. «Pregunto a algunos compañeros del año pasado que están ahora en la élite si es más complicado, en qué se nota el salto de nivel. En el Mirandés estuvimos a un gol de llegar a Primera, pero es algo que no te terminas de creer. Lo he tenido muy cerca, pero lo veo como si estuviera muy lejos. Eso sí, tengo la ambición de lograrlo con el Real Valladolid».
La alegría del vestuario
Pablo Tomeo genera 'buen rollo' en el vestuario del Real Valladolid. Es amable, abierto, bromista y también «muy puñetero» para gastar bromas a sus compañeros. Se lleva bien con todos, pero mantiene una especial complicidad con Guille Bueno, Iván Alejo (con el que comparte habitación en las concentraciones) y Víctor Meseguer.
¿Y en su tiempo libre? «Bueno, como te digo, soy un chico muy de pueblo. Me he criado en el pueblo y me gusta mucho el campo, la montaña. Tengo un perrito pequeño y, antes que quedarme en la ciudad, me gusta ir con mi novia a ver algún pueblo cercano, subir a la montaña, comer en el bar o en el restaurante del pueblo de toda la vida. Ahí es donde yo me siento a gusto».
A Alloza vuelve cuando puede, pero ya no le queda tan cerca como cuando militaba en el Huesca o en el Mirandés. «Sólo he podido ir una vez desde que estoy en Valladolid, me pilla ya a cinco horas y media. Me encanta estar allí porque somos todos amigos o familia. El pueblo está siempre lleno de camisetas del equipo en el que juego. Y, ahora, claro, ya se ven mucho los colores del Pucela».
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