El momento de la verdad
La parroquia blanquiivioleta sigue con el rabillo del ojo bien afilado porque ya no se fía de nadie
El Real Valladolid vive ese momento en el que la angustia y la ilusión entrelazan sus caminos para generar una sensación entre la esperanza y ... la congoja, que se repite cada vez que se enfrenta a un curso nuevo. Es algo similar a lo que siente un torero, con el capote de paseo enroscado en la cintura, la montera encasquetada hasta la ceja y la mirada clavada con responsabilidad en el horizonte, que es el callejón en semipenumbra y el ruedo, al fondo, iluminado de pasión y miedo libre. Morante se fuma un buen habano. Pero el Pucela no es Morante, es más un torero de mitad de la tabla, aunque en Segunda debería ser Morante. Orta desnudó una parte de ese optimismo cuando situó al cuadro castellano en el séptimo-noveno puesto del escalafón. «El presupuesto en Segunda no es tan determinante». Veremos.
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La puerta de toriles se abre el viernes y el traje de luces del Pucela ya no brilla tanto como cuando pisó la tierra del Pato y de Don Vicente. Los últimos encuentros han bajado el suflé de todos. Una bofetada de realidad que brota del verde, donde Almada sigue gestionando las oportunidades a su manera, y se acomoda en el despacho, donde comienzan a comprar tiritas antes de que aparezca la herida.
El club continúa sin renovación estructural, al menos que se sepa. Orta es el hombre orquesta. Lo definió perfectamente mi compañero, Miki de Pablos, en su última 'Pausa de hidratación'. El problema reside en que la entidad castellana sigue sin manejar bien los tiempos y la comunicación. Por eso se obtura cuando aparecen problemas, que bien gestionados no provocan un socavón entre la grada y la zona noble. Ocurrió en el pasado y sucede en el presente. Lo del partido contra el Getafe roza el surrealismo y genera desazón en una parroquia que sigue con el rabillo del ojo bien afilado porque ya no se fía de nadie.
Precisamente la afición es la única que permanece erguida y sigue batiendo récords. El club no debería perder de vista su discurso inicial. Aquello de que el Pucela es de los pucelanos, la comunicación, la transparencia y devolver al equipo al lugar que se merece. Terminado el paseíllo de pretemporada, Almada y su cuadrilla se enfrentan al reto de conseguir el ascenso. Orta corrió con los primeros fichajes y descorchó la ilusión de un futuro mejor. Semanas después, muchos siguen sin estar inscritos por las estrecheces económicas, Amallah y compañía continúan sin destino y es posible que el Pucela dé los primeros muletazos con el estoque de plástico encajado en la muleta. Un regreso al pasado que duele.
Es el momento de la verdad, el de los que citan de frente y escapan del pico. La taleguilla abierta. A pecho descubierto. A Morante se le enganchó la historia en Pontevedra. El Pucela no es Morante. Por eso, es clave que Almada entienda el reto, que sus futbolistas asuman su mensaje y, sobre todo, que todos seamos conscientes de que la temporada presenta 42 corridas con más Victorinos que vaquillas. No sirve de nada el toreo de salón. Si al final de la lidia que representa el curso completo, fallas con el estoque y no abres la puerta grande, los pañuelos vuelven a convertirse en almohadillas. Y eso ya sería inasumible.
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