(Solo) para caso de emergencia
Incumbe a la afición perdonar errores de juventud y aplaudir la osadía de unos jóvenes que aún no han jugado ni cinco de sus cien mejores partidos
La realidad con demasiada frecuencia se empecina en derribarnos. En esos instantes en los que la cabeza se aproxima rauda al suelo, incumbe evitar un ... costalazo fatal, corresponde enfrentarse a una fuerza de la gravedad con los recursos disponibles: no con los que en circunstancias de normalidad se requerirían para ejecutar una labor, sino con los escasos que en ocasiones se cuenta para salir a flote. Y una dosis de inteligencia para armonizar una respuesta eficaz con las exiguas mimbres, para transformar la necesidad en virtud.
En el fútbol español en general y en el Pucela en particular, no se atan perros con longanizas. En realidad, salvo oasis o espejismo, nunca destacó la copiosidad -aunque sí la desmesura- ni la holgura en los balances. Y si ocurrió, se dilapidó el caudal hasta enrojecer las cuentas.
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A buen seguro, la dirección deportiva del Pucela habría deseado contar con un elenco de futbolistas relevantes cuyo solo nombre impusiera respeto en los rivales y enardeciera a la propia hinchada. Habría deseado, en un condicional cifrado bajo el auspicio de unos requisitos inaccesibles. La realidad, cuatro de los cinco jugadores que a lo largo del partido de Castalia se incorporaron progresivamente al once pucelano, Alani, Moreno, Maroto y Garriel, se habían alineado en los equipos de la cantera blanquivioleta. Sumemos los dos ya asentados en la primera plantilla, Torres y Chuki, y al pródigo Alejo para completar el 50% de los dieciséis que alcanzaron protagonismo a lo largo del juego. La virtud de la necesidad: de una u otra forma, los jugadores citados, y alguno más, se habrán de convertir en el cimiento futbolístico de un equipo predispuesto a reverdecerse, siquiera a recomponerse, tras deambular en ciclo aciago culminado con el remate indigno de la pasada campaña. La realidad: salvo algún jugador descollante, la cantera, las canteras, hibernan en la noche de los fichajes. La virtud: no pocas veces este recurso requerido ante la carencia de medios solventa sobradamente las exigencias. Contamos, de hecho, con ejemplos recientes. Y alguno no tanto. Uno que, por la vis cómica del protagonista, acude a mi memoria cada vez que se trata de este asunto: el Betis de Lopera que descendió en la 99-00 tras una época en la que el mandatario verdiblanco no reparó en gastos para sumar a los Jarni, Finidi o Denilson a su elenco. Cerró el grifo entre lamentos y de su academia brotaron jugadores que auparon de nuevo al club de su corazón.
Cierto que para que la huerta florezca, se requiere tiempo y paciencia. Cierto que en esta época en la que el espectáculo ha invadido cualquier esencia, en los aficionados cunde cierta desilusión cuando no se presentan jugadores contrastados en la sala de prensa. El público, con demasiada frecuencia, de un fichaje resalta lo que tiene y de un canterano destaca lo que le falta. No toca. Más bien incumbe a la afición perdonar errores de juventud y aplaudir la osadía de unos jóvenes que -y aquí incluyo a los recién llegados que aún tienen una carrera por labrar- no han jugado ni cinco de los cien mejores partidos que almacenan en sus pies. La contrapartida es el riesgo, pero…
Mejor irse acostumbrando porque pinta que el fútbol español necesitará trabajo de siembra para que el listón no decaiga. La Península Arábiga, el dinero, la geopolítica, arremete con intención de quedarse y la Premier inglesa, bien asentada en Asia, cuenta con alforjas repletas.
De momento, con un poco de suerte, con otro poco de la menor calidad de los equipos de la categoría y el andamiaje defensivo destacado por Almada se disipan temores, se cobra tiempo y confianza.
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