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Pizarro Gómez revisa una jugada en el monitor del VAR.

El VAR, ese engaño

Desde la Grada ·

«Me da envidia cuando veo un partido de rugby por la tele y puedo escuchar no sólo cómo el árbitro se dirige a los jugadores, sino las conversaciones entre el árbitro y sus ayudantes»

Carlos Pérez

Jueves, 17 de marzo 2022, 12:53

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Desde la temporada 2018-19 en que se implantó el VAR creo que cada año he escrito una reflexión sobre este instrumento que se dio a los árbitros para impartir justicia. Siempre he creído, incluso cuando había fallos groseros, que el fútbol es más justo que cuando no había VAR. Hay un aforismo que dice que si te engañan una vez la culpa es del que te engaña, si te engañan diez veces la culpa es tuya. He pasado de justificar determinadas decisiones a pensar que he sido engañado.

Creo en el error humano. Decía Donald Sutherland en 'Italian Job' una frase que resume al arbitraje: «creo en todo el mundo, pero desconfío del diablo que llevan dentro». Eso es lo que veo cada fin de semana. Veo falta de criterio, veo desigualdad, veo corporativismo y veo inseguridad. Veo al diablo en forma de estafa.

En el mundo de la justicia cualquier juez tiene que motivar una sentencia. En el mundo del fútbol no es así. Es evidente que ante una misma jugada, diez personas ven una cosa y la contraria, así que no voy a criticar a un árbitro por pitar equivocarse. Critico la ocultación, la falta de responsabilidad y la falta de autocrítica. Me da envidia cuando veo un partido de rugby por la tele y puedo escuchar no sólo cómo el árbitro se dirige a los jugadores, sino las conversaciones entre el árbitro y sus ayudantes. No hablo del Seis Naciones. Hablo de la Liga española. Que en el Seis Naciones o en el Mundial el público pueda escuchar por unos auriculares todo eso, ya es poesía y una auténtica quimera.

Así que estoy en mi derecho a pensar que si no es así es porque algo quieren esconder. No soy de conspiraciones ni de persecuciones, pero tengo claro que hay un problema en el arbitraje que hay que resolver. Ellos deberían de ser los primeros en querer solucionar que la gente crea que son unos prevaricadores. Recuerdo que prevaricar es dictar una sentencia a sabiendas de que es injusta.

No entiendo que si hay una sanción a un árbitro esa no sea pública. No entiendo que las conversaciones con la sala VOR sean más secretas que las deliberaciones en un cónclave. No entiendo que un jugador esté obligado a hablar después del partido y que el árbitro esté obligado a callar. No entiendo que algo que se hace para impartir justicia quede al albur del capricho del que imparte dicha justicia.

Decía Platón que «la obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo». Y por entonces no había fútbol ni estaban los Sanchez Arminio, Rubiales o Medina Cantalejo. Un visionario, el tío.

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