Batalla librada; toca seguir dando guerra
Contracrónica ·
El fútbol del equipo de Sergio González, que siempre repite méritos, da para ser el mejor de los de abajoViniendo como venía del Ártico, nadie podía esperar que este equipo rompiera repentinamente hasta convencer a los más ácidos en sus críticas. Ni siquiera para ... desplegar un juego como el que desarboló al propio Mallorca en la primera vuelta, hace tan solo tres meses. Con nueve jornadas como nueve adoquines en la mochila, el juego, el estilo y si me apuran también el sistema, eran lo de menos.
El partido era de tres puntos. Y uno solo hubiera socavado un metro más en la moral de un grupo al que se le acaba de decir, mercado invernal mediante, que no tiene la personalidad suficiente para encarar situaciones de riesgo extremo. Que no los tiene bien puestos para torear un miura como el que empezaba a asomarse por la puerta de toriles. Al margen de las oportunidades de mercado, así hay que entender la llegada de dos jugadores que se salen completamente de cualquiera de los perfiles que se han idodibujando durante los últimos dos años. Ni Hatem ni Matheus conocen la competición como la conoce Sandro ni tampoco hablan el castellano que domina Raúl García Carnero, por citar a otros dos recién llegados esta temporada. El mensaje lanzado es evidente, y el de ayer se entendía como el partido definitivo para los que habían venido defendiendo el fuerte sin éxito en los últimos meses.
Con el Espanyol y el Mallorca al borde del precipicio, solo falta empujar a un tercero
La respuesta estaba en su mano. O mejor dicho en unas botas agarrotadas por tanto despliegue defensivo sin recompensa. Porque al equipo de Sergio se le puede reprochar su falta de pegada y la ausencia de instinto para matar partidos insulsos –el de ayer, aun celebrando el triunfo, fue un caso más después de perdonar no pocas contras–, pero lo que no se le puede negar es un derroche de kilómetros a prueba de maratones. Muchas veces sin fútbol, pero corre y corre hasta desesperar al más gallito de la competición. Lo hizo, sin premio, ante Sevilla y Real Madrid;repitió argumentos con Real Sociedad y Valencia enfrente para obtener un punto; y tampoco en Son Moix fue distinto. Lo diferente, ya lo resumió el técnico en sala de prensa, fue el resultado.
El remate de Ünal, de lejos el que está en mejor forma del vestuario a día de hoy, hubiera alcanzado cualquier otro día al rosetón de la Catedral de Palma, pero esta vez dio en la diana pese al escorzo que hubo de dar el turco para conectar con el balón.
Acorralado después de nueve jornadas en el rincón de pensar, el Valladolid sabía que estaba ante una de las seis finales que le quedan por delante –ahora cinco–, y consciente de que las finales acostumbran a ofrecer poco juego y mucha paciencia y sacrificio, se remangó para exprimir al máximo su ideario.Mantuvo a su rival a raya, controló el partido –hasta ahí nada que no hubiera hecho en los tres meses anteriores–, y acertó a celebrar una de las escasas ocasiones de las que dispuso.
Con el Mallorca a siete puntos y el que concede el 'average' particular; el Espanyol a diez puntos y una final pendiente; el Leganés a otros diez –aunque un partido menos, el de hoy con la Real Sociedad–; y el Celta a ocho y otra batalla en Zorrilla por librar, el escenario se despeja considerablemente pero no lo suficiente como para pensar que en febrero de 2021 se seguirá viendo fútbol de Primera en Valladolid.
El que ayer desplegaron los de Sergio sirve para clavar una punta más en el ataúd del Mallorca pero se antoja escaso para tumbar a rivales de mayor entidad. Con Espanyol y Mallorca a milímetros del precipicio, falta un tercero al que empujar. Se gana una batalla pero hay que seguir dando guerra.
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