No alcanzo a entender de qué sirve esta pantomima con el equipo desahuciado y camino de arrasar todos los récords negativos posibles. Tampoco entiendo de qué sirve cuando el club, por mucho que se empeñen en negarlo, está en pleno proceso de venta y al dueño le importa todo una soberana mierda. Y, por supuesto, no puedo comprender que traten de disfrazar con charlas de veinte minutos la cobardía de no dar la cara públicamente.
Alguno pensará (ya lo he leído y escuchado) que esta propuesta forma parte de una transición del club hacia una comunicación más abierta y cercana con el abonado, pero, mientras esperamos turno, seguimos sin saber nada de Ronaldo; nadie da explicaciones; no sabemos quién manda de verdad porque nadie se atreve a salir de la cueva; se ha fichado a un jugador que ni siquiera se ha presentado, y las cartas famosas que envían al correo electrónico, además de ser grotescas y alejadas de la realidad y el sentido común, hemos descubierto recientemente que en ellas interviene una persona, cuando menos, polémica y cuestionable.
Si escucharan de verdad, Pezzolano no habría empezado la temporada; Catoira estaría fuera desde el día que vendió a Boyomo; Ronaldo no seguiría burlándose de todo el mundo, y Luis Pérez hace tiempo que estaría apartado, en la grada o con el contrato rescindido. Si escucharan de verdad, dejarían de publicar estupideces en redes sociales que solo demuestran la realidad paralela en la que viven quienes toman las decisiones. Y si escucharan de verdad, hace tiempo que se habrían dado cuenta de que la situación es insostenible porque los futbolistas no pueden tener tanto poder como se les ha dado.
A nadie parece importarle que este Real Valladolid se haya convertido en el hazmerreír del fútbol español ni que pueda cerrar la temporada siendo uno de los peores equipos de la historia de LaLiga. Esto, por alguna razón, no parece que quieran escucharlo.
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