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Miedo, respeto y ganas. Son las palabras que más se repiten sobre el fin del uso –obligado– de mascarillas en interiores. Esas y también 'demasiado'. Que ya hace demasiado tiempo, más de 700 días, que son utilizadas. Este miércoles entró en vigor la normativa, una vez publicada en el Boletín Oficial del Estado. Así que ya no es obligatorio portar el cubrebocas, que ya hay de todas las formas, materiales y colores, en espacios cerrados salvo en los transportes públicos, también en los discrecionales, en servicios sanitarios y sociosanitarios (hospitales, residencias...) y en farmacias.
Pero el hecho de que no sea ya obligatorio portarla no quiere decir que todo el mundo se la vaya a quitar de un día para otro. El respeto hacia el virus, que aún sigue campando, y el miedo a los contagios son claves para que muchos palentinos retrasen el fin de este elemento fetiche de la pandemia, símbolo claro del coronavirus, que nadie o casi nadie tenía o utilizaba antes de marzo de 2020 y ahora están en algún armario de cada casa por cajas.
«Yo de momento la voy a llevar porque lo veo muy precipitado. Ayer, sí y hoy, ya no. Es muy precipitado», afirmaba Maribel Santamaría, de la zapatería Xtep. «La gente sigue entrando con mascarilla, creo que, de momento, hay miedo. Nos iremos relajando, iremos cogiendo confianza, pero poco a poco», añadía.
La entrada en vigor del decreto llega con las dudas que siempre han generado este tipo de medidas. En los lugares de trabajo, la mascarilla no será obligatoria, «como norma general», en palabras de la ministra de Sanidad, Carolina Darias, aunque la decisión final queda en manos de los servicios de prevención de riesgos laborales de cada empresa. Muchas aún recomiendan a sus trabajadores que porten los cubrebocas al no poder garantizarse la distancia de seguridad o en caso de posibles aglomeraciones.
Los carteles de mascarilla obligatoria continúan en muchos escaparates, junto con el de distancia y el que anuncia el gel hidroalcohólico a la entrada. «Vamos a aguantar un poco más con la mascarilla puesta», reconocía Begoña Pérez, de Panadería Gómez, que había despachado ya a más de diez clientes y la mitad de ellos no portaba mascarilla. «Muchos me han preguntado desde la puerta si ya se podía entrar sin ella», aseguraba. En el establecimiento en el que ella trabaja entran diariamente muchas personas, más de cien, sin duda. «Yo soy la primera que está deseando quitársela y ya me he librado del virus durante dos años, así que voy a aguantar un poco más», concluía. La misma opinión tenía Tomás Merino, de Papelería Ferma, quien reconocía que «por seguridad la vamos a seguir llevando una temporada porque nos hemos acostumbrado ya a ella».
Donde tampoco será obligatorio su uso –ayer publicó la Consejería de Educación la modificación del protocolo– es en los colegios de la región, aunque «recomendaba el uso responsable de la mascarilla en espacios cerrados cuando haya personas vulnerables y no se pueda mantener la distancia de seguridad».
Desde distintos establecimientos de hostelería señalaban su «satisfacción» por trabajar sin ella. «Es un alivio que las quiten ya porque ya llevamos demasiado tiempo. Supongo que ahora los clientes responderán mejor y vendrán más porque poco a poco se irá quitando el miedo», argumentaba Francisco José Arroyo, del Bocoy.
Por su parte, Noelia Rodríguez, del Carpe Diem, afirmaba que «está bien que nos veamos gesticular y hace tiempo que solo la teníamos nosotros, los trabajadores. Creo que hemos cumplido y cuando era obligatorio la hemos llevado todo el tiempo».
rut lerma
Peluquería Vicky Villacorta
mónica gay
Tienda de ropa Nata
maribel santamaría
Zapatería Xtep
Volver a verse las caras, los gestos y las sonrisas. Eso también es importante entre los trabajadores que están cara al público. «Atender con ella y con la música hace que casi no te oigan. Y cuando te pruebas un vestido y te miras al espejo, te sonríes si te gusta, tienes la boca tapada y no te ves», argumentaba Mónica Gay, de la tienda de ropa Nata.
Estar sin mascarilla, pero con respeto. Si algún cliente prefiere que le atiendan con ella puesta, se taparían la boca sin problema. «Había muchas ganas ya, no me la voy a poner a no ser que un cliente me lo pida y por respeto, lo hago, claro», explicaba Arabela Mota, de Dpeques Moda.
Ainara Antolín, de Peluquería Ainara Antolín, señalaba que había tenido que acudir con asiduidad al fisioterapeuta por una contractura en el occipital fruto de la mascarilla. «Estoy estupendamente sin ella y feliz, aunque la seguiré utilizando para los alisados y los tratamientos químicos», reconocía.
Rut Lerma, de Peluquería Vicky Villacorta, llevaba este miércoles una FFP2. «Nosotras vamos a seguir llevando la mascarilla, pero no podemos obligar a la gente a que la utilice. Estamos muy cerca de las clientas y pasan mucho tiempo en el local», argumentó. Está claro que, al igual que en el exterior, habrá muchos palentinos que, de momento, sigan con mascarilla.
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