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'Catedrales olvidadas' es el título del libro del arquitecto César Aitor Azcárate Gómez, editado en 2009, en el que rinde un tributo a los ... silos de cereal construidos entre los años 1945 y 1984 en España, y también a sus artífices. Estos «gigantes silenciosos del paisaje español», como los denomina Francisco Mangado en el prólogo de la publicación, se abordan por primera vez desde una perspectiva netamente arquitectónica y su autor ensalza la labor anónima realizada por un grupo de ingenieros que planificaron 663 silos y 277 graneros en el país, que llegaron a acopiar en su conjunto 2,6 millones de toneladas y cuyo propósito era tejer una red nacional de edificaciones de almacenamiento y distribución de grano.
Este libro presenta una singular visión del paisaje y la arquitectura de estas magníficas construcciones industriales, verticales en su mayoría. «Los silos de la red nacional no sólo han sido uno de los más importantes episodios de construcción pública realizados desde el ámbito de la ingeniería, sino también un fascinante episodio arquitectónico», resaltó en su día Azcárate sobre estos depósitos de cereales que en Castilla y León suman 54 (cincuenta silos y cuatro graneros).
Estos rascacielos del campo que jalonan los paisajes rurales de nuestro territorio mantuvieron una fulgurante actividad hasta la supresión de la política intervencionista en 1986, una de las consecuencias del ingreso de España en la UE. En ese momento, la política agraria pasó a depender del Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agrícola (FEOGA) y el mercado de cereales se liberalizó. La introducción de mejoras mecánicas y técnicas en la producción, la reorientación de la economía hacia otros sectores y el éxodo rural propiciaron un descenso de la importancia del sector agrario español y, por tanto, un abandono progresivo de estos pósitos que hoy forman parte del patrimonio industrial, aunque están totalmente desprotegidos, dejados de la mano de Dios y con un futuro incierto, y que claman que se les brinde una segunda oportunidad.
El Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA) ha ido progresivamente deshaciéndose de estas catedrales olvidadas, bien traspasándolas a comunidades autónomas y ayuntamientos o sacándolas a subasta. En la provincia de Palencia, el FEGA ha enajenado hasta la fecha siete almacenes de grano. La última puja se llevó a cabo en 2021 y su resultado fue satisfactorio para el territorio palentino, ya que, tras varios intentos fallidos en anteriores convocatorias, cuatro silos encontraron comprador. La cooperativa agropecuaria palentina Agropal adquirió uno en Osorno al precio de 79.121 euros; otro, en Carrión de los Condes (100.045 euros), y un tercero en Venta de Baños (50.052), mientras que Piensos Compuestos Victoria, con sede en Barcelona, compró el segundo que se subastó en Osorno por 46.700 euros.
Otro de los proyectos que han realzado estos pósitos de cereales se ha llevado a cabo en la circunscripción palentina de la comarca Tierra de Campos mediante un convenio firmado entre la Diputación y Araduey-Campos en 2020, cuyo resultado ha sido exitoso a pesar de que entrañaba cierta complejidad, según explica el gerente del grupo de acción local, Manuel Acero.
Se trata de la iniciativa 'Del cemento al lienzo', con el que se pretende impulsar y visibilizar este territorio configurando una galería de arte mancomunada en aquellos edificios singulares y lugares emblemáticos caídos en el olvido de los pueblos comarcales, tales como silos, estaciones de ferrocarril, construcciones agrícolas, iglesias o palomares, ejecutando murales en sus fachadas o interiores para el disfrute de los visitantes y, así, convertirles en espectadores privilegiados de una experiencia única. Una apuesta innovadora y arriesgada a la que se han adscrito los silos verticales ubicados en Castromocho, Cisneros y Frechilla.
Los grafitis autorizados en las dos primeras localidades llevan la firma del vallisoletano Nano Arribas, mientras que el de Frechilla está rubricado por el leonés Manuel García Juan, artistas que fueron seleccionados tras el veredicto de un comité después de revisar y valorar las propuestas presentadas. Obras majestuosas proyectadas en un soporte único que pueden admirarse desde el verano de 2021.
«Soy de Castilla, mi patria se encuentra en una parte interprovincial que recorre la Ribera del Duero. Desciendo de padres segovianos que, por el éxodo rural, emigraron a Madrid, donde se conocieron y donde nací. He crecido en Aranda de Duero y me siento arandino, aunque actualmente vivo en Valladolid», declara Nano Arribas (1979), quien lleva quince años como autónomo pintando murales «y toda la vida con un lápiz en la oreja dibujando de todo, escenas imaginadas y vividas». «Con 16 años conocí la técnica de la aerografía, que me permitía rociar pintura como si fuera un spray, pero de manera precisa y controlada, es una disciplina con la que trabajo y con la que he desarrollado mi estilo, apostilla.
Arribas desembarcó en Cisneros y Castromocho en junio de 2021 para pintar los tres murales planteados en el marco del proyecto de Araduey-Campos. En el almacén en desuso de la primera localidad pergeñó un retrato caricaturesco en cada una de las dos caras principales del edificio: uno dedicado al Cardenal Cisneros, cuyos padres eran oriundos del pueblo palentino, y otro, al Chiborra, el personaje principal de las fiestas patronales del pueblo, dos trabajos que desarrolló en quince días. En el mural de Castromocho, en el que también invirtió ese mismo tiempo, representó a una danzante típica del pueblo. «Durante mi estancia me sentí muy a gusto y muy bien acogido porque la gente de Cisneros y Castromocho es excepcional. Mi trabajo es mucho más que llegar y pintar un mural, mi trabajo empieza en casa con la investigación de lo típico de la zona. Mi interés es hacer un mural que defina y saque el valor local y que sea una pintura que ponga en valor sus tradiciones, hecha expresamente para ese marco y ese lugar», recalca este artista.
Manuel García Juan (Palazuelo de Órbigo, 1992), residente en la capital leonesa, se inició en este arte urbano en 2005 y describe el proceso de creación del mural de Frechilla. «Empecé estudiando la superficie, ya que es un silo de mucha altura, 32 metros, y para el diseño me decanté por reproducir el baile tradicional del pueblo. Como modelos elegí a dos personas del pueblo a los que saqué fotos con la cámara réflex. El mural de Frechilla está realizado completamente a spray y ha sido mi mejor experiencia profesional por el tamaño de la superficie. La gran altura era un riesgo y una motivación», apunta García Juan. Incluso, en uno de los días de trabajo de este encargo, para el que dispuso de una grúa articulada de 32 metros, esta se quedó trabada a 26 metros y el artista tuvo que permanecer durante dos horas sin poder moverse de esa altura hasta que llegó el técnico de la empresa para reparar el elevador.
Evitar el derribo o la desaparición de este patrimonio histórico español es uno de los retos en los que se han embarcado algunos promotores públicos y privados planteando fórmulas de reconversión con el fin de dar a los silos una nueva vida en ámbitos como la cultura. la hostelería o el comercio, o convertirlos en infraestructuras civiles, como así atestiguan varias iniciativas puestas en marcha en distintos rincones del país y que han resucitado estas edificaciones en supermercados, parques de bomberos, centros culturales, bibliotecas, ludotecas, galerías de arte, centros de interpretación, hoteles, restaurantes…
Torquemada, con una población que se acerca a los mil vecinos, abrió las puertas de su centro sociocultural en agosto de 2020. Su ayuntamiento aprovechó un antiguo almacén de trigo de 932 metros cuadrados cedido gratuitamente por la Junta para brindarle una segunda oportunidad y transformarlo en el emblema social y cultural de la comarca del Cerrato.
Tras una inversión de 600.000 euros, de los que 160.000 euros han sido aportados por la Diputación, 'El Silo', como así ha sido bautizado para dar fe de su origen, alberga una sala polivalente con un aforo de 250 personas e idónea para la celebración de reuniones, espectáculos y actividades culturales, así como dos construcciones anexas: una, habilitada para vestuarios y camerinos, y otra, que abriga la Casa de Cultura y las oficinas del Ceas, ubicado antes en la casa consistorial. Esta infraestructura, de titularidad municipal, está concebida como centro de atención social y coordinador de una programación cultural anual estable; de hecho, ya forma parte de la red de los Circuitos Escénicos de Castilla y León. Pero en ella también se imparten cursos, talleres y conferencias y sus instalaciones se ofrecen a entidades públicas o privadas para organizar distintos eventos.
«Es un lugar de encuentro y era una necesidad para Torquemada disponer de un inmueble para el desarrollo de un programa cultural de calidad, contar con una sala polivalente de tamaño medio para espectáculos y actividades singulares y conseguir un espacio accesible para personas con discapacidad conforme a la normativa vigente», destacó la presidenta de la Diputación, Ángeles Armisén, el día de la inauguración de este espacio.
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