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J. Ruiz
Un concierto de Antonio Vega en el Paseo del Salón y un amor nacido en verano en unos sanantolines inolvidables
Hace 25 años

Un concierto de Antonio Vega en el Paseo del Salón y un amor nacido en verano en unos sanantolines inolvidables

Un viaje por el recuerdo ·

La historia de las fiestas de San Antolín de hace 25 años contada para quienes han nacido después

Jesús Domínguez

Valladolid

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Miércoles, 2 de septiembre 2020, 11:14

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A tu madre la conocí hace 25 años. Nos presentó el tío Nacho a la entrada del Paseo del Salón. Habíamos quedado los tres para ver a Antonio Vega. Ella no lo sabe, pero yo la miré cuando sonó 'El sitio de mi recreo'. Los ojos vidriosos, la letra en los labios. Se me erizó la piel y supe que era ella. Lo recuerdo como si fuera ayer.

Ese año las fiestas las abrieron Los del Río. Imagínate; 1995… La abuela insistió en que fuéramos con ella y tu tía, como le encantaba ¿y todavía le encanta! bailar 'La Macarena'. Me arrastró a mí, que me muevo peor que una escoba en medio de un huracán. Nunca pasé tanta vergüenza, pero me sirvió de excusa para que me dejasen ir al día siguiente a ver a Seguridad Social con Nacho. Anda que si la abuela me hace ir con ella al concierto del Consorcio y me pone a bailar 'al compás del chachachá'… Fue entonces cuando Nacho me propuso que el miércoles se nos uniera tu madre.

Los abuelos fueron a los toros, aunque a Jesulín solo fue la abuela. ¡Con lo que le gustaba Ponce al abuelo…! Pero claro, dile tú a la abuela que se lo tiene que perder por llevar a la tía a ver a Leticia Sabater… Yo les acompañé, y recuerdo que me lo pasé bien, aunque ya me pilló un poco crecidito. Al tío Nacho le metí una bola, porque anda que si le cuento que no quedo con él por ir a ver aquello…

Esto te va a sonar a viejales: los pases para las atracciones de Ferias costaban 200 pesetas, que vienen a ser un euro veinte. No es que a mí me encantase subirme a nada, pero en la Mansión del Terror fue donde tu madre me cogió la mano por primera vez. El tío me confirmó que vendría antes de que empezase el concierto de Revólver. ¡Tenías que ver cómo había llegado la abuela a casa! «Ay, Jesulín, pero qué guapo es…». La puerta grande de la plaza la inauguró Enrique Ponce y a Jesulín le fue regular, decía la abuela que por culpa de la nueva novia que se había echado; «la Esteban esa...».

El Norte contaba ese día que el pregón de Paco Rabal no había gustado mucho y que lo iban a cambiar. Recuerdo que un vecino salió en una foto echando unas monedas a un actor y a sus marionetas en la Calle Mayor. Por la mañana, papá nos había llevado a un pasacalles con gigantes y dulzaineros y a que jugásemos con el Tragaldabas. Yo no podía dejar de pensar en la noche y en que iba a ver a Antonio Vega en directo.

«De sol, espiga y deseo son sus manos en mi pelo; de nieve, huracán y abismos, el sitio de mi recreo». Me estremecí con aquellos versos; todavía ahora se me pone la piel de gallina con solo recordarlo. Era tanta su sensibilidad... Y entonces la miré a ella y sentí como si me atravesara un rayo al ver el brillo de sus ojos. Te parecerá cursi, pero me quedé completamente prendado. No volvimos a vernos hasta el siguiente verano.

Cambio de alcalde

Aquel año hubo cambio de alcalde y Marcelo de Manuel asumió unas fiestas que no fueron del todo suyas, porque a Heliodoro Gallego, que había pasado a la oposición, le dio tiempo a dejar algunas cosas bastante encaminadas. Entonces, como ahora con todo esto del coronavirus, nos decían los políticos que había que ser austeros y reducir gastos, pero la verdad es que, fuera ya cosa de unos o de otros, fueron unas buenas fiestas.

La abuela era más de conciertos y el abuelo prefería el teatro. Fíjate si ha cambiado todo que en una de las obras que fue a ver actuaba Jesús Vázquez, el de los 'realities' de Telecinco. Salía con Gemma Cuervo; Vicenta, la de 'Aquí no hay quien viva'. No estoy seguro de si fue a ver a Moncho Borrajo, pero sí que nos representó la obra entera de Florinda Chico y Arévalo. Se partía con él. No sé si algunos de sus chistes hoy estarían bien vistos, pero era un tipo que al abuelo le resultaba graciosísimo. Jesús Vázquez le había caído bien; decía que le veía esa típica humidad de los gallegos, que además en El Norte se le había visto muy campechano diciendo que se veía como alguien muy normal. Hoy no sé si papá pensaría lo mismo [risas].

Sanantolines del 96

Mamá quiso que participara en el concurso de pesca del año siguiente, aunque a mí no me hacía mucha gracia. Para mí pescar era algo que solo tenía sentido con el abuelo, era un acto íntimo y no en lo que concursar, pero como estaba siempre triste, creí que le animaría que lo hiciera. A cambio, eso sí, le dije que ella tenía que dejarse de tanto luto, que todos echábamos de menos a papá, pero que las fiestas había que aprovecharlas, aunque fuera por tu tía, muy niña aún. Eso sí: de que viera a Lolita no la convencimos.

En casa se siguió comprando el periódico todos los días y al día siguiente le señalé la portada a la abuela: «¿Ves, mamá? Lolita dice que hay que disfrutar de las fiestas, y a ella se le murieron su madre y su hermano el año pasado». Decir aquello fue una puñalada en mi propio corazón, pero es que verla tan apocada podía conmigo.

Nos levantamos pronto el domingo para ir a ver el trofeo de kayak-polo en la Dársena del Canal. Mamá había visto que lo de la pesca no me había gustado mucho y, sin hablarlo, preferimos hacer otras cosas ese día. Sabía que tu madre volvería esos días y estaba nervioso, aunque al tío Nacho nunca se lo llegué a decir. Por la tarde, después de picar algo en el encuentro de casas regionales, volvimos a la dársena para ver las finales. Había insistido a la abuela en que fuera a los toros con alguna de sus amigas, pero ese día no quiso ir.

Me acuerdo de que en El Norte salió una noticia que decía que los 'Sanantolines' salían en Internet. ¿Te imaginas unas fiestas sin móvil? Anda que qué ibas a hacer sin posturear en Instagram… Creo que fue ese el año en el que vino Carlos Larrañaga, que salía en 'Farmacia de Guardia'; vi un cartel y pensé en que a lo mejor podíamos ir, pero por unas cosas o por otras, al final creo que no llegué ni a comentarlo en casa. Yo también me estaba obligando de alguna forma a disfrutar.

En el Real de la Feria había como 30 atracciones. A tu abuela siempre le gustó echar un rato en la tómbola y allí nos paramos. Yo estaba distraído mientras ella miraba al panel y maldecía que sus boletos estuvieran tan cerca del premio pero ninguno fuera acertado. De repente, miré hacia el puesto de venta y allí estaba ella: tu madre. Se había cortado un poco el pelo, pero daba igual; estaba preciosa. A ciencia cierta no lo sé, pero creo que me puse rojo al verla. Pronto apareció el tío Nacho, que me vio y se nos acercó, y me convenció para que dejara un rato a mamá con la tía y con su madre e ir nosotros a dar una vuelta.

Subimos a los coches de choque y ella dijo que pasaba de ir al barco vikingo, que se mareaba. Y aunque se resistió un poco, Nacho acabó convenciéndola de que entráramos a la Mansión del Terror (no le dije nada, era un miedica y casi me cuesta más subir a mí que a ella). Tenía varios pisos y Nacho, por hacerse el valiente, se nos adelantó un poco casi a la carrera. En una de las salas se nos apareció Freddy Krueger… ¡Casi se me saltó el corazón por la boca! Tuve que cerrarla fuerte cuando me di cuenta de que ella también se había asustado y, en un acto casi instintivo, nos habíamos cogido de la mano.

La abuela dio gracias por no haber ido a la plaza al ver que a Roberto Antolín lo había cogido un toro. Solo fue un susto, pero ella era muy aprensiva, y sin el abuelo… Nacho me propuso ir por la noche al karaoke que pusieron en Huertas del Obispo, pero preferí ir con mamá a ver a las peñas, un rato a Dyango y los fuegos artificiales. También subimos con la tía al tren infantil que recorría esos días las calles de la ciudad. Tenía ganas de verla a ella, pero también de estar esos días con la familia.

Creo que fue un martes cuando fuimos con los vecinos a ver los gigantes y cabezudos (como si por ir con ellos fuéramos a salir en el periódico, como el año pasado su hijo). Yo me separé para ir un rato con tu madre y el tío Nacho al estudio móvil de Cadena Dial. Mamá no quiso ir a ver a Jesulín –le parecía ser infiel al abuelo– y volvimos a las Ferias. Como homenaje, sí que fue a ver a Ponce. «¡Cómo le hubiera gustado a tu padre estar», dijo mamá. Curioso. Yo también pensé en él. Estoy seguro de que tu madre le encantaría. Lo pensé cuando nos besamos por la noche en el concierto de La Unión.

Volvimos a hacerlo mientras Enrique Urquijo cantaba 'Ojos de gata'. Le hice un regalo en la Feria del Libro (firmado: Gustavo Martín Garzo). La casualidad quiso que tus abuelos se conocieran escuchando rancheras. Mamá lloró al recordar al abuelo cantar con gracia «pero sigo siendo el rey». Supe que esos veranos, y ella, serían para siempre.

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